No hay forma de que el Deportivo gane un partido. El conjunto blanquiazul ya parece, al menos, un miembro legítimo de la Segunda División, pero sigue hundido en la clasificación tras el empate ante el Lugo y la esperanza se desvanece semana a semana. Tuvieron que pasar tres meses para que el equipo lograse conjuntarse para defender como tal, pero el problema ahora está en el otro área, donde la zurda de Aketxe ha dejado de tapar el bosque. O más bien el erial.
Luis César retocó su dibujo ante el Lugo pensando que sería una buena idea ponerle un acompañante de más asociación a Koné y a Mollejo. Un pegamento que uniera no sólo el centro del campo con la delantera, sino que también organizara la relación entre los puntas. Funcionó de igual que lo hace el vasco: de forma intermitente. Pero ese sólo es una parte del problema. El otro es aún peor. Porque ni Koné ni Mollejo quieren socios. Cada ataque deportivista muere cuando el balón llega a alguno de ellos. La pelota nunca regresa.
Para fijar el nivel de preocupación por esta situación habrá que esperar a saber los motivos de tal comportamiento. Si es por la ansiedad de querer acabar con la sequía, las prisas por arreglar una situación delicada o, el peor de los escenarios, un sálvese quien pueda. Si el equipo se hunde, al menos que a mí se me vea por encima de los que se ahogan primero.
Es una pena que la fase ofensiva vaya de forma tan deslavazada, que intente imponerse a base de guerrillas, cuando a nivel defensivo por fin se ha encontrado una estrategia coral. Más allá de un despiste inicial que resolvió bien Dani Giménez, el centro del campo volvió a imponerse y darle empaque al grupo. Poco sufrimiento en juego estático, esfuerzo que a menudo quedaba invalidado por el empeño de los tres atacantes en perder el balón a las primeras de cambio y propiciar el correcalles.
Y mientras, la categoría se escapa entre los dedos. Luis César tardó seis partidos en ver que el Dépor necesitaba un cambio de sistema. No estaría demás que acelerase los plazos para convencer a sus delanteros de que sólo hay un plan para ganar la guerra de la permanencia. No hay atajos. Y mucho menos si cada uno quiere cogerlos en solitario.