“Yo pensé que veníamos aquí con mis padres, y que cuando compraran el piso y estuviese todo bien, volveríamos a Coruña, pero eso era un sueño. Después pasaron las cosas como pasaron. Encuentras amistades aquí, encuentras una novia… Haces tu vida. Tienes el lado suizo y el lado de amigos españoles, tienes un poco de los dos. Eso es la emigración”.
Se estima que la primera oleada de emigrantes gallegos a Suiza tuvo lugar a finales de 1950. Y que la más numerosa fue en la década de los 70. La frase que da comienzo a este texto es de Juan Domínguez, padre de Maxime, jugador del Lausanne-Sport de la Segunda División helvética. Su hijo, al igual que tantos otros, es un chico suizo descendiente de gallegos. Y como a todos los demás, le une un vínculo especial con Galicia, una tierra en la que nunca llegó a vivir, pero a la que se escapa siempre que puede. Como Loris Benito (Aarau, 1992), Gerardo Seoane (Lucerna, 1978), Quentin Maceiras (Sion, 1995), Carlos Varela (Ginebra, 1977) y Marco Otero (Zürich, 1974). Seis nombres y seis apellidos conocidos en el fútbol suizo. Por su pasado o por su presente.
El cariño por el Dépor
Durante casi 20 años, Carlos Varela, hijo de un cambrés y una larachesa, fue futbolista profesional en algunos de los mejores equipos de Suiza. E incluso estuvo a punto de cumplir su sueño: jugar en el Dépor. “Tuve posibilidades de ir en el 2003, y ahí a lo mejor tenía que haber dado el paso, pero acababa de firmar un contrato de cuatro años con el Aarau y me pusieron un precio demasiado alto para la época”. Se quitó la espinita, a medias, jugando contra el Deportivo en Champions, “el recuerdo más grande” de su carrera. Ahora, ya retirado, ejerce de scouter en el Servette, y “cada vez que hay un derbi contra el Celta” visita Riazor.
Un estadio que, pese a la distancia, tampoco es ajeno al exformador de St Gallen o Basel Marco Otero, quien en 2014 presenció un Deportivo-Barça B. “El post-partido en las calles de La Coruña me encantó, con todo el mundo dando sus opiniones y mostrando alegrías y descontentos. La gente siente al Dépor con intensidad, y eso me emociona”. Casualmente, aquel partido fue en una época en la que el club herculino seguía su pista para que dirigiera la cantera de Abegondo. Incluso Tino Fernández y su consejo llegaron a reunirse formalmente con él. “La idea de poder hacer parte del Dépor y volver a mi tierra, Galicia, me fascinaba a mí y a mi familia”. Sin embargo, como ya sucediera anteriormente con Carlos, el deseo de Marco no se llegó a culminar.
Sí lo hizo para Gerardo Seoane. El ahora entrenador del Young Boys suizo, y oriundo de A Brea (Carballo), fichó por el Dépor en 1998 y acabó disputando más de 80 partidos con la camiseta del Fabril. “Tengo muy buenos recuerdos, la gente era muy cariñosa, la ciudad preciosa y el club fantástico… Fue una época muy bonita”, afirma.
Hablarle de finales de los 90 a Quentin Maceiras, lateral en el Sion de la Primera suiza, es hacerlo de infancia y recuerdos vagos. Sin embargo, en casa hubo quien le relatara lo sucedido en A Coruña en aquellos tiempos. “Como yo era pequeño, mi padre me contó cosas sobre el Súper Dépor. Él fue a ver los partidos contra el Milan. Y, ahora, de lejos, seguimos siempre al equipo”. Tanto es así, que su pasión por el club coruñés le acompaña en el día a día. “En mi cama tengo las camisetas del Dépor, tengo todo. Es el club de mi familia, siempre estoy mirando los partidos”, insiste.
No es el único jugador en activo que dedica palabras cariñosas a la escuadra blanquiazul. También Loris Benito, futbolista del Young Boys con raíces en Pastoriza (Arteixo). “Me considero un poco del Dépor. Un día ojalá pueda ver algún partido o jugar ahí, contra ellos o con ellos, nunca se sabe”. Un deseo que comparte Maxime Domínguez, con padre de Os Mallos y madre suiza: “El Dépor, para mí, es el club donde siempre soñé jugar”, asevera.
Tres carreras prometedoras
Loris probó fortuna en Portugal, pero la experiencia duró solo una temporada. “Cuando estaba en el Benfica, una lesión frenó su evolución, ahora ya está consagrado”, opina Marco Otero. Tanto es así, que el lateral izquierdo viene de clasificarse con el Young Boys para la fase de grupos de la Champions y ha sido citado por la Selección Suiza. “Dieron la lista de 35 jugadores y va por primera vez -con la Absoluta-. De ahí aún tienen que descartar a varios, pero en la provisoria está”, apunta Gerardo Seoane, entrenador suyo en el vigente campeón suizo. Y destaca: “tiene mucha proyección”.
Como Quentin, que el curso pasado ya debutó en Europa League con el Sion. “Está jugando todos los partidos como lateral y pinta bien. Es un jugador que muchos no tenían en agenda y que está sorprendiendo”, resalta Marco, que también tiene buenas palabras para el otro ‘gallego’ en la discordia: Maxime, futbolista del Lausanne en Segunda. “Tiene una proyección de futuro espectacular y unas características muy creativas”.
Todos ellos tienen en común que son hijos de la emigración. Unos corren, en presente, por los terrenos de juego suizos. Otros lo hicieron en el pasado y ahora analizan desde el otro lado de la valla. Mañana quién sabe. Quizá en el guión se produzca un giro inesperado y el tiempo los lleve a recorrer el camino inverso que antaño hicieron sus padres y sus abuelos. Por falta de ganas no será. Ya lo dice Seoane: “El mejor fútbol se juega en España, sería un sueño entrenar allí”.