El Ciutat de Valencia fue el escenario escogido por el Dépor para asestar un importante golpe hacia la ansiada salvación. Siempre se suele utilizar una máxima, tanto en el fútbol como en la vida, que reza lo siguiente: lo difícil no es llegar, sino mantenerse.
El Ciutat de Valencia fue el escenario escogido por el Deportivo para asestar un importante golpe hacia la ansiada salvación. Siempre se suele utilizar una máxima, tanto en el fútbol como en la vida, que reza lo siguiente: lo difícil no es llegar, sino mantenerse. En este caso el equipo ha encadenado cuatro victorias consecutivas y por fin desaparece de la zona roja de la clasificación, pero no conviene fiarse.
Los relojes de los más de 300 deportivistas presentes en Valencia marcaban las 20:15 de la tarde cuando una figura salió del túnel de vestuarios a toda velocidad en dirección a la grada donde se ubicaban los aficionados blanquiazules. Fernando Vázquez quiso agradecer de una manera vistosa y hasta me atrevería a decir algo tribunera, todo el esfuerzo y cariño mostrado por parte de la hinchada. A lo largo de los noventa minutos numerosos cánticos hacia la figura del entrenador amenizaban una tarde en clave blanquiazul. La actitud del entrenador deportivista demuestra su comunión con los aficionados. Las dudas generadas con su llegada disminuían cada vez que Vázquez se sentaba en una rueda de prensa, y han desaparecido tras los cuatro triunfos consecutivos. El mérito del técnico gallego consiste en el trabajo de mentalización que ha llevado a cabo con esta plantilla.
La imagen en sí constata que la afición necesitaba un motivador en el banquillo y Vázquez lo ha conseguido. Los seis años que ha pasado fuera de los banquillos provoca que valore cada minuto como si fuera el último. Cada gol, cada triunfo, cada abrazo que recibe de los aficionados lo disfruta. Le encomendaron la difícil tarea de salvar a este equipo y puede asentarse como técnico blanquiazul. De hecho ya se habla de una posible renovación pase lo que pase esta temporada y creo que ésa es una gran noticia para el deportivismo. Lo que el otro día presencié en primera persona desde las gradas del estadio levantinista era mucho más que un gesto.