El cuadro herculino cierra el primer tramo liguero ocupando la última plaza de la clasificación tras conseguir tan solo doce puntos en diecisiete encuentros, algo que no ocurría desde 1966.
Acostumbrada al fútbol alegre y ordenado de la era Arsenio, la grada coruñesa se acomodaba en el gusto por el buen trato de balón de sus jugadores allá por los noventa. Una satisfacción que a la postre significaba exigencias a una directiva sensible al estado de ánimo de la parroquia. De esta forma, al presidente Lendoiro no le tembló el pulso para destituir al siempre polémico John Benjamin Toshack.
El galés fue cruzado por buena parte de los aficionados a su llegada, considerado por muchos como una suerte de antagonista al ‘Raposo de Arteixo‘. Sus choques con la prensa y los malos resultados con un equipo que aspiraba a todo, acabaron con Toshack haciendo las maletas en dirección a Turquía. Menos paciencia tuvo el directivo blanquiazul con el brasileño Carlos Alberto Silva, inquilino del banquillo de Riazor durante menos de un año.
Para deleite del coliseo herculino, la aparición de Jabo Irureta, coincidiendo con la etapa más gloriosa del club, trajo consigo años de calma en el apartado técnico. Y es que tras su marcha y los fichajes de Joaquín Caparrós y Miguel Ángel Lotina, ningún entrenador volvió a ser destituido por las oficinas de la Plaza de Pontevedra.
Nunca volvió a ser una necesidad entre la afición, no al menos expresamente con sus cánticos en el estadio. Sin embargo, la situación esta temporada es bien distinta para un público que se acostumbró a tener paciencia con los estrategas del juego coruñés. Tras el empate ante el Valladolid, los jugadores abandonaron el campo entre silbidos por primera vez en muchos años. Cunde la preocupación al ver a un equipo sin orden táctico, que perdió su estilo de juego y que parece navegar sin rumbo.
Los dedos señalan al asiento de José Luis Oltra, más todavía después de la dolorosa derrota sufrida en Cornellá, aunque el técnico asegura sentirse aún respaldado por el Club mientras pide calma y optimismo. Pero la realidad invita a más bien todo lo contrario: el Deportivo es último clasificado con tan solo doce puntos. Han pasado ya diecisiete jornadas, y los pupilos del valenciano ni siquiera han podido ganar como visitantes.
El equipo blanquiazul no se iba a las vacaciones de Navidad en última posición desde 1966, temporada en la que tan solo sumaron 18 puntos en 30 partidos, insuficientes para mantener la categoría. Aun así, no es el fin del mundo ante más de la mitad del calendario para disputar. El conjunto gallego solo ha sumado dos victorias, si bien es cierto que en su anterior regreso a Primera División, consiguieron la permanencia con solo seis más.
Evidentemente, el objetivo de seguir la próxima temporada en la Liga BBVA exigirá un esfuerzo aún mayor teniendo en cuenta que mantenerse está cada año más caro. Todo pasa por un acertado giro de timón para enderezar el rumbo.