Vuelve A. Calviño y su ‘Alta definición’, centrando la atención en la recta final de liga.
Tengo un amigo al que le gusta sentenciar con frases extrañas, sin sentido muchas veces, y no sabes si el tipo es así de verdad o sale con esas más por hacer la gracia que otra cosa. Uno de esos amigos que hacen que te preguntes demasiado a menudo por qué lo es. Uno de esos amigos que hacen que lamentes demasiado a menudo no haberlos conocido antes. El sábado me decía que igual que al supermercado hay que ir sin hambre, los sábados por la noche hay que salir follado de casa. Unas horas después, con la televisión mostrando La Romareda, me comentaba que a 12 jornadas del final y jugándote un ascenso, hay que saltar al campo sabiendo qué es lo tuyo, cuáles tus virtudes y cuáles tus defectos. Explotar aquéllas y ocultar éstos. También que Luis pecaba de soberbio y Juan Domínguez de pechofrío. Luego me enlazó con no sé qué historia de tampones mojados en alcohol, muchachas de vestido corto y melena larga, pero me perdí al segundo cigarro. Acabó callando con el infortunio de Leo Franco y la posterior inocencia maña, dando por sentado en el 90’ que este nuevo Dépor post invernal es anfibio y se adapta al medio, de libreto y proceder oscilante según los rivales, según si ejerce o no de anfitrión. “Son las cinco y estamos entrando a la Filomatic sin esperar la cola, el cierre de la madrugada se acerca pero aún hay mucho barro: quedan once finales”, se despidió mientras pagaba tres cañas y una tapa de callos poniéndole morritos a la camarera. Mejor no os cuento qué es el barro para él.
Es tiempo de tópicos. De que lluevan tópicos semana tras semana, declaración tras declaración, disertaciones varias sobre garra, intensidad y morir en el intento. Desde el tipo odioso que se sienta a tu lado en el estadio hasta Vázquez, desde los cojones de Laureano Sanabria hasta las reuniones de bar, tabaco y táctica. “Quedan 11 finales”. Y así en bucle infinito como respuesta a cualquier pregunta, como medida de cualquier cosa. “¿Un rival complicado el Tenerife? Vienen haciendo las cosas bien, pero nosotros no tenemos que mirar para el rival, quedan once finales”. “¿Está más cerca el objetivo? Bueno, nos quedan once finales (…)”. “¿Tiene hora, Fernando? Las siete y once finales”. “No me lo pongas suave: once finales de ron y un poco de Coca-Cola”.
Y sí, quedan once finales. Once jodidas finales; más por malditas y sufridas, como la tapicería del sofá de mamá, que por dificultad. Once partidos para volver a pasear el bus; para hacer acopio de fotos épicas, historias que contar a los nietos y descargar todo este sinvivir en tres o cuatro noches estrelladas en blanquiazul; tres o cuatro noches con olor a Abegondo y renegados que dejen resaca hasta el último atardecer naranja verano de agosto. Once batallas de cuchillo entre los dientes, de algo de fútbol entre resultados y goles de córner. Cinco de bengaleo, recibimientos y gritos en Riazor, calor entre aplausos, presión entre cánticos y bufandas. Le preguntaré la semana que viene a mi amigo si tiene alguna frase para todo esto, que el domingo los callos le restaban elocuencia.
Dará igual jugar feo o bonito –a ver si algún iluminado me explica pronto las diferencias-, solo ganar, ganar y volver a ganar. Y tener el culo pelado, claro; o peludo, no recuerdo cómo era el asunto. “No hay mujeres feas, solo copas de menos; no hay equipos feos, solo pocas victorias”, salió el amigo cuándo le pregunté –cambien si quieren mujeres por hombres, que viene a ser lo mismo-. Portería a cero. Sangre. Pelea. Goles de rebote. Efectividad. Victorias. “No, oiga, déjennos en Segunda que jugamos feo, somos rácanos y no merecemos subir”. Ya. Y una mierda. Hay veces que el camino es casi más importante que la meta, un medio ineludible para alcanzarla, una forma de ver las cosas. Otras veces, como en esta Segunda, a la meta se llega de muchas formas y lo único importante es llegar, llegar como única forma de ver las cosas. En estas últimas está el Dépor, condenado a ascender en una categoría propicia, que deja hacer muchas cosas muy mal y aún así tener éxito. «Si estás en el área y no estás seguro de qué hacer con el balón, mételo en la portería y después discutiremos las opciones”, que decía Bill Shankly. Asciende, Dépor, que algo queda. El año que viene discutiremos todas las opciones que se quieran. Pero en Primera. Y mi colega en el Rush, borracho perdido peleando con el portero, haciendo tiempo para ir a insultar a gritos al bus del Madrid.