Decepcionante empate del Deportivo ante el Nàstic de Tarragona, en un partido en el que mereció la victoria, pero en el que sólo la quiso de verdad durante 15 minutos. Los diez primeros de la segunda parte y los últimos cinco, justo después de ver cómo un rival al que había ninguneado durante más de una hora castigaba esa condescendencia con un tanto postrero. Fue en esos momentos donde se vio la diferencia real entre ambos equipos, algo que no sirvió para reflejarla en el marcador y obliga al equipo a empezar de cero en su intento de llegar a la cima.
Al conjunto coruñés lo debilitan en exceso los halagos, se lo cree demasiado. Esa es la sensación que dejó una primera parte impropia de un equipo que busca el ascenso. Careció de instinto asesino y gen ganador ante un rival que llegó entregado a Riazor. Porque para nada se parecieron los catalanes a Lugo o Tenerife, que si vinieron con un plan y, sobre todo, dispuestos a competir. Sin saber muy bien por qué, se creyó más que el Nàstic y lo acabó pagando, un buen toque para algunos jugadores a los que no vendría mal recordarles que todavía siguen en Segunda División.
Viendo el asedio exprés que terminó con el tanto de Expósito, una gran jugada colectiva culminada con una bonita maniobra del catalán, es todavía más inexplicable lo ocurrido antes del descanso. Porque el plan debía ser el mismo que el habitual jugando en casa, pero el Dépor se dejó llevar por la desidia de un rival al que, simplemente, no le apetecía estar ahí. Poco rastro de la presión adelantada que tan buen resultado le da a los blanquiazules, ritmo plomizo y, el peor síntoma, mucha intención de lucimiento personal. La muestra más clara, Cartabia intentando hacer la guerra por su cuenta. No fue el único.
Después de que el argentino, Quique en dos ocasiones, una de ellas en la que tampoco se la quiso dar a Fede, y el propio Edu fallasen claras oportunidades para sentenciar, el patrón se repitió. Nueva siesta que, esta vez sí, permitió la reacción del rival. La entrada de Kanté y la presencia de Sadik incomodaron a unos Somma y Marí que habían vivido con tranquilidad toda la tarde. Activaron a Luis Suárez y, desde el caos, empezaron a crearle problemas a un Dépor que ya se veía en el vestuario con los tres puntos. Así se explica el tanto del empate, un mal centro desde la derecha, un control de espaldas en la frontal y una mala decisión de David Simón a la hora de salir a tapar, dejando sin marca a Suárez… desconexión fatal.
El arrebato final, con el fabrilista Montiel como único que puso algo de claridad, fue propio del mal estudiante al que le remuerde la conciencia por dejar todo para el último día. Ya sin ideas, ni alternativas desde el banquillo, los de Natxo se diluyeron entre la ansiedad y los nervios de ver cómo siguen sin ser capaces de encadenar victorias consecutivas que le permitan comandar la clasificación.