Los resultados del Fabril han ido empeorando progresivamente desde la salida de Cristóbal Parralo hacia el primer equipo y tienen su principal lunar bien señalado: solo un punto de quince posibles lejos de Abegondo en 2018. O lo que es lo mismo, un empate y cuatro derrotas como visitante -todas ellas de manera consecutiva- en la segunda vuelta. Sin embargo, el filial blanquiazul en ningún momento ha dejado de ser un conjunto competitivo y los resultados tienen más explicación que el cambio de técnico.
Desde el mes de noviembre, el Fabril ha acumulado distintas bajas por lesión que le han obligado semana sí y semana también a completar convocatorias con juveniles. Algo que ha disminuido el margen de maniobra desde el banquillo y que ha afectado al aspecto goleador: con varios atacantes de baja, el filial ha perdido pegada y sufre cuando se pone por debajo en el marcador. Y la plaga de lesiones, lejos de disminuir, vivió su punto más álgido el pasado fin de semana. Para recibir al Navalcarnero, Gustavo Munúa no pudo contar con hasta ocho futbolistas: sus dos centrales titulares (Fornos y One) y hasta seis atacantes (Bicho, Pinchi, Uxío, Luismi, Ismael Díaz y Luis Fernández). Pero los sustitutos respondieron, incluso alguno fuera de su posición natural, para lograr un triunfo que permite seguir soñando con el playoff de ascenso.
En la retaguardia, Raúl volvió a demostrar liderazgo y concentración, dirigiendo a una defensa que realizó un encuentro absolutamente impecable. Siempre que Fornos y One están disponibles, al valenciano le toca ver el fútbol desde el banquillo, pero cuando juega responde con garantías. Esta vez, a su lado estuvo Gaizka Martínez, más habituado a actuar como mediocentro defensivo, y también supo dar la cara para mantener la portería a cero.
En la zona ofensiva, Munúa se ha visto obligado a reubicar a Diego Caballo ante la falta de extremos y el salmantino está siendo desde ahí uno de los mejores jugadores de su equipo. Lateral de vocación ofensiva, Caballo es un puñal por la izquierda y además de desbordar con continuidad está marcando diferencias gracias a su gran golpeo. Como ejemplos, el gol que abrió el marcador ante la Ponferradina o la asistencia a Galán este pasado domingo.
Pero más allá de nombres propios, entre los que también habría que destacar el gran nivel de Lucas Viña o Carlos López en los últimos partidos o el continuado de Blas Alonso -temporada excepcional del lateral coruñés-, la fuerza del Fabril continúa estando en el grupo. Quizás por el contraste con el primer equipo, pero resulta hasta emocionante ver el grado de complicidad y comunicación que existe entre todos los jugadores del filial en cada jugada. Todos saben qué hacer con y sin balón, todos saben dónde y cómo presionar, qué hacer con la pelota cuando la tienen, cómo moverse para facilitar la labor al compañero y todo ello va siempre acompañado de mucha interacción.