El titular en ningún caso es para analizar las cuentas del Deportivo. Y es que como el mantra que se ha instaurado en Twitter, casi todos repetimos ya de forma inconsciente en nuestras cabezas el manido «pero en lo económico bien». Mal que nos pese, la realidad del conjunto herculino actualmente es esa. Un muy buen trabajo en diversas áreas como puede ser en la parte económica o en la social, que se ha visto empañado por los resultados deportivos.
Que nadie se equivoque, no estamos hablando de volver a tener un Deportivo de Champions. Lo único que se le pide a día de hoy a los jugadores es que respeten el escudo centenario que portan en su pecho. Como se suele decir, los jugadores están de paso, pero la entidad y los aficionados son los que permanecen constantes.
Para muchos, el derbi ante el Celta ha sido la gota que ha colmado el vaso. No por el hecho de perder en sí, más bien por la forma en la que se produjo esa derrota. Tras el pitido final del árbitro, la sensación en el ambiente era de hastío y desilusión. Sensaciones que han llegado tras la rabia que solía producir una derrota de este tipo. Un mal precedente ya que el paso natural sería la desconexión entre equipo y afición, algo con lo que jamás se debería jugar. Mucho más si tenemos en cuenta el desenlace de las últimas temporadas.
No hace mucho nos llegamos a acostumbrar a la sintonía de Champions en Riazor. Un lujo, aunque Arsenio Iglesias ya lo había avisado en su día: «Ojo con la fiesta, que te la quitan de los fuciños». Y de estar entre los mejores del mundo a terminar en ese «infierno» conocido como la Segunda División. En ese descenso, más de uno llegó llegó a decir el «se acabó». Pero nada más lejos de la realidad. La afición no le dio la espalda al equipo como pasó en otras ciudades, todo lo contrario. Hubo más banderas blanquiazules que nunca y Riazor se llenó.
Un apoyo que ha sido la constante temporada tras temporada, pese a vivir otro descenso más. Siempre que desde la sala de prensa se ha pedido un esfuerzo a la hinchada, esta ha respondido redoblando sus esfuerzos. Sin un mal gesto, sin una mala palabra. Desplazándose hasta el hotel de concentración del equipo para animarlo en su salida, recibiéndolo en Riazor, apoyándolo los 90 minutos del partido. Y hasta en muchas ocasiones aplaudiéndolos tras un mal resultado, después de haber vivido partidos nefastos, pese a que en muchas ocasiones lo que merecían era música de viento. Todo esto por no hablar de los aficionados que cada quince días llenan sus maletas de ilusión para seguir al equipo por todo el país.
Por todo esto es por lo que el Deportivo, actualmente, está en deuda. Y lo está con sus aficionados, los mismos que han respondido animando más fuerte tras las decepciones. Una y otra vez. Nadie pide que se ganen todos los partidos, ni mucho menos ganar un título, lo que se demanda es respeto. Que si se pierde, sea con dignidad.
Este club es una entidad centenaria, en la que los valores se transmiten de «pai a fillo». Una ciudad donde el respeto a los jugadores es máximo, donde hay que enfadar mucho a esta afición para que se empiecen a escuchar pitos en Riazor. Un Riazor que se merece once guerreros que se dejen la piel en cada partido. Jugadores que de verdad sientan los colores que representan, que sientan la ciudad que los ha acogido. En definitiva, que el eslogan de «somos gente marinera y con eso no hay quien pueda» se convierta en una realidad y no en un simple reclamo para vender camisetas.