El Deportivo inició la temporada con un importante triunfo ante el Real Oviedo. Importante por una infinita cantidad de motivos que van desde darle tiempo al nuevo proyecto, hasta poner la primera piedra para dejar ya en el pasado la amarga noche de Mallorca. No han pasado ni dos meses. El encuentro dejó dos partes bien diferenciadas, un 60-30, para ser justos, con los de Anquela siendo mejores durante gran parte del mismo, pero cayéndose en un tramo final que pudo resultar fatal.
Alejado de los que quieren ver el vaso rebosando o de los que ya lo tienen seco, me van a permitir dibujar la línea exactamente por la mitad. Y seguramente con tendencia ascendente, porque no imagino a ningún deportivista siendo completamente honesto, ni siquiera consigo mismo, si afirma que esperaba ver a un mejor Dépor que el que sometió al Oviedo durante la primera hora de la jornada inaugural.
Un equipo que ha renovado a más de la mitad de sus piezas y en las que ya se atisban automatismos y sociedades interesantes. Como ese triángulo que forman Gaku, Aketxe y Galán. Cada uno con sus cualidades, todos a alturas diferentes, pero entendiendo el juego de la misma forma y sabiendo siempre qué hacer con el balón. El segundo gol así lo prueba. El japonés cometió un par de errores al principio, pero roba y reparte, rompiendo líneas con una facilidad pasmosa cuando arranca con metros por delante. No le pesa llevar el timón.
Fue un Dépor asimétrico, sin embargo. Con mucho toque en un costado y todo verticalidad en el otro, por donde trabajaba Borja Valle y caía Koné en prácticamente todos sus desmarques. Los de Anquela llegaron más por ahí, pero casi siempre con menos claridad de ideas. Jugar a altas revoluciones implica un mayor riesgo de error y tanto a uno como al otro les faltó pausa, aunque fueran los que generasen el primer tanto.
En esa hora las buenas noticias llegaron también sin balón. Como se había podido anticipar, las dos líneas de cuatro por las que apuesta el técnico son difíciles de descifrar para los rivales. El peligro, o más bien la sensación, llegaba únicamente en centros laterales con ventaja habitual para los defensores blanquiazules. Lampropoulos y Somma resolvieron el trabajo con acierto mientras el equipo mantuvo la organización y Bergantiños lo ordenaba todo.
Complacencia y falta de reacción
Fue entonces cuando aparecieron varios pecados que a todos nos resultaron familiares con respecto a la temporada pasada. El exceso de confianza, ese paso atrás al verse por delante en el marcador, y también la falta de iniciativa desde el banquillo. Anquela tenía al Oviedo contra las cuerdas, pero prefirió esperar a que fuera Egea el que moviera ficha. Y el preparador andaluz no fue capaz de reaccionar cuando su colega optó por algo tan de manual como quitar a un mediocentro para sacar a otro delantero.
Fue entonces cuando más vulnerable pareció el equipo coruñés. Las piernas ya no respondían y los dos centrales se vieron superados a la hora de tapar las vías de agua que llegaban desde la segunda línea. Eso, además de que defender la estrategia metido en el área es mucho más que acumular cuerpos cerca de Dani Giménez, son las notas que el entrenador blanquiazul debe apuntar en la columna de debes. Gracias a una genialidad de Santos se intentarán corregir, afortunadamente, con un trago dulce y tres puntos en el bolsillo.