Zurdo, descarado, veloz y con desborde: el más parecido recuerdo a los gloriosos tiempos de ‘samba’ en A Coruña. Vuelve el punto de vista de A. Calviño desde su columna ‘Alta definición’.
Puede que no sea el pilar de un gran proyecto, ni tan siquiera una de sus cabezas visibles. Puede que su rendimiento sea inversamente proporcional a la vistosidad de sus acciones y el artificio tenga un lugar preferente en la memoria frente a sus prolongadas ausencias durante el juego. Pero que se mantenga ante todo la condicionalidad, pues esa sonora carencia de regularidad y consistencia es, en gran medida, debido a su edad y a la falta de experiencia al más alto nivel, aunque también sea una parte intrínseca de su juego, definitoria de muchos de los de su ‘especie’. Aún con todo, Riazor necesita de su talento y ‘magia’, lo reconozcan o no ciertos sectores: hace tiempo que el cartel de ‘se busca ídolo o, en su defecto, jugador diferente’ está colgado en todas las cabezas blanquiazules. En unos tiempos en los que el fútbol está cada vez más encorsetado y la distinción frente al resto es un bien escaso, Diogo Ferreira Salomão (Lisboa, 14 de Septiembre de 1988) encarna la figura del jugador de clase y calle, de finta natural y descaro imberbe.
Extremo mentiroso, trilero virtuoso con la pelota en los pies, el zurdo tiene en el desborde en carrera o partiendo desde parado la principal de sus cualidades, factor diferencial del que el Deportivo lleva años adoleciendo. Pegado a la cal buscando asistir, basculando hacia la zona de creación o en la búsqueda de posiciones de disparo, Salomão tiende a ser enormemente determinante si goza de confianza y minutos. Valiente en el terreno de juego, sin temor a encarar y buscar opciones, es además goleador ocasional, tanto en el disparo lejano como en el uno a uno o el remate. A pesar de ser la banda izquierda su posición natural, su lugar de máxima producción, el fibroso portugués puede adaptarse a jugar a banda cambiada, pues aún siendo zurdo es capaz de fintar y salir hacia ambos lados: no es la pierna diestra una de sus principales virtudes, pero tampoco la utiliza tan solo como apoyo.
Extremo a la vieja usanza, práctico filigranista, creativo y estético, asociativo pero individualista en momentos puntuales y de numerosos recursos tanto en el regate como el remate con ambas piernas, su continuidad en A Coruña supone rememorar un talento de barrio, de rebumbios en placitas y dos contra dos ‘a los bancos’; supone levantarse del asiento cuando el partido está tosco y deambulante en busca del 90’; supone abandonar el tedio y sumirse en un mar de elogios y calificativos después de una finta imposible que deja al rival aturdido en el pensamiento de dar caza en la siguiente jugada a una gacela que se volverá a escapar entre sus piernas. Supone acordarse de jugadores especiales, diferentes, que Djalminha aparezca en la memoria… Y eso, eso son palabras mayores.
Por tanto, una vez que Guardado ya ha tomado rumbo hacia el Mediterráneo y el club necesita dos hombres de banda izquierda, uno de ellos debería ser un Salomão que es anhelo de una grada que ha visto pinceladas de genio y se ha quedado con ganas de más. Estético y burlón ocasional, Riazor se ha puesto en pie vitoreando la subida de adrenalina que supusieron muchas de sus acciones porque, ¿quién no recuerda a Oier desquiciado en cada acción del derbi de ida, con la cabeza por un lado y sus piernas por otro? ¿O a Sergi Roberto persiguiendo sombras? Y lo mismo se podría aplicar a las defensas del Girona, Guadalajara o Nástic, por nombrar alguna.
Brillante por momentos, el paso de los minutos no hará más que acrecentar su juego y sus recursos, calmar sus ansias y hacer que consiga dar esos dos pasos hacia adelante que le harán marcar la diferencia. Ahora bien, si su talento es mal gestionado puede convertirse fácilmente en otro ‘caso Urreta’, haciendo uso del ejemplo más reciente; el uruguayo, también veloz y excelso en calidad con la pelota en los pies, no terminó de imponer su fútbol en A Coruña –por unas u otras razones- y acabó tomando rumbo a su país de origen por la puerta de atrás. El desarrollo y rendimiento de un futbolista es una conjunción de factores prácticamente indeterminable y por eso, aunque a priori las condiciones existan, el rendimiento de Salomão en la Liga BBVA es todavía una incógnita, como muestran sus tramos irregulares en la recién terminada campaña.
Paciencia, trabajo, sacrificio, confianza y motivación serán las claves que puedan hacer del fino extremo uno de los referentes del Deportivo 2012/2013. No obstante, si no lo consigue, siempre se podrá buscar consuelo en alguna de sus acciones aisladas, esas por las que ha enamorado y que recuerdan a un fútbol de antaño; esas en las que primero, de parado y sosegado, fija sus ojos en el contrario para que luego sus piernas, tan musculadas como centelleantes, comiencen a oscilar mientras la pelota flota a su alrededor. Un amago a izquierda, dos a derecha, y el defensa sin saber qué decisión tomar, hasta el momento de la finta y el puñal, la arrancada que otorga una decisión a su marcador: correr tras un muchacho que regatea con la ilusión de un niño y encara el mano a mano con la serenidad de un veterano delantero.