Guía con Oltra en Segunda, cuestionado en Primera y defenestrado por Paciência, el mediapunta canario volvió el sábado al once deportivista para ofrecer una nueva exhibición. El equipo se agarra a sus botas, la ciudad se carga a su espalda.
De cabeza fría, transita siempre sereno ante el vértigo que lo rodea; pausado, en busca de su espacio. Caracolea, conduce. Un toque, dos, la devuelve, se mueve, le llega de nuevo. Todos le miran. Todos le esperan. Se para, dibuja líneas de antemano y arranca con el esquema hecho, la jugada ya en la bota. En la vorágine del juego, lento y al trote, los rivales le pasan de largo; su mente, futbolísticamente prodigiosa, va más deprisa; solo un giro y los regatea tres veces. Campo abierto de nuevo, el mapa en la sien, la calma en la tormenta. Valerón por encima de todo.
Una canción de Arcade Fire, una botella de albariño, una puesta de sol con vistas al mar. Una ducha caliente tras horas bajo la lluvia, cerveza y aceitunas, fútbol en la tele. Croissants de sábado y cama caliente, una melena rubia de ojos azules, el día por llegar. El Atlántico una tarde de junio, un solo de guitarra, la vida por hacer. Una mañana de Noviembre, una cámara Leica, nieve en Zürich. Una cabaña en pleno bosque, un fuego que no deja de arder. El primer roce, el recuerdo del primer desamor. El último beso antes de medianoche, un cubata de ron. Una peli con Marion Cotillard. Un cuadro de Turner. Un reloj de cuerda Universal. La voz de Sinatra. Brigitte Bardot en blanco y negro. Un pase de Valerón. Un quiebro del 21. Y Riazor en pie.
Como poco, nos queda él. Con su último esfuerzo, como si el de hace dos años no hubiese sido suficiente. Como si algo nos debiera. Porque el capitán volvió el sábado con más fuerza, ordenando más que nunca, jugando tanto como siempre. Más capitán si cabe. Levantando los brazos, sprintando en el 90’, dejándose el alma por dos colores, cargando con una ciudad a su espalda. Esbelta figura, eterna sonrisa. Nuestro galán de melena desaliñada y canosa, de gestos tibios y corazón enorme. Cuando todo nos falla, cuando todo nos falta, Valerón. A sus 37, con las rodillas destrozadas y aún una elegancia innata, se acaba imponiendo: ante los que dudamos de él, ante la lógica, ante todos. Nos plantaron a André Santos en el círculo central y lo dimos por bueno, creímos ver una solución a nuestras penurias. Muertos en Diciembre, decidimos apartar al Mesías: herejes todos. Él nos respondió con fútbol; incluso con tesón y garra. El entrenador dentro del combate y todos bailando alrededor, prestos al compás del director. Ya nos ha perdonado más de una vez. Besaremos el 21 cada noche. Levantaremos una estatua en Riazor. Alzaremos nuestras voces, gritaremos su nombre. Porque solo hay uno, y ha elegido ser nuestro. Fundido a blanquiazul. Valerón.
Noches de Champions, Mundiales en verano, recuerdos sin borrar. Tres goles en 15’, cero a cero en 90’, qué importa. Una camiseta de Preud’homme. Un líbero de Sacchi, un cisne de Utretch. Un envío largo de Koeman, un centro de Figo. Una definición de Romario, una celebración brasileña. Un grito de Keane, un slalom de Giggs, un tackle de Scholes. Un cabezazo de Zidane. Una falta de Del Piero. Una mano de Buffon, un disparo de Pirlo. Un pase de Valerón. Un quiebro del 21. Y Riazor en pie.