La victoria del Deportivo en Riazor ante el Tenerife fue balsámica a varios niveles. Por una banda, los jugadores encadenan dos victorias consecutivas en competición oficial. Este hecho no debería ser noticia para la entidad blanquiazul, pero en este momento puede traducirse como un punto de inflexión en el rumbo del equipo. Además, supone la reconciliación con la grada de Riazor, que últimamente había señalado también a la plantilla en medio de su descontento con el palco.
Este viernes, el “Que se vaian todos!” que se hizo habitual tras los partidos de las últimas semanas desapareció de los gritos de los aficionados en Riazor. El enfado lógico de jornadas pasadas, con un equipo hundido en lo futbolístico y que bajaba los brazos al mínimo revés, se calmó desde el inicio. El dominio deportivista desde los primeros compases fue correspondido con el empuje habitual desde la grada. Sólo en el último tramo del partido, con el equipo evidenciando síntomas de desmoronarse, volvieron a Riazor los fantasmas de la desconexión con la bancada.
Rabia contenida y lágrimas
Al final, el reencuentro con la victoria cuatro meses después y cuando parecía que se volvía a escapar, desató la euforia en la plantilla. Nuestra compañera Laura Santos capturó la fotografía que mejor explica la rabia contenida que salió de dentro tras el gol de Peru Nolaskoain.
Tras el pitido final, convivieron los agradecimientos a la grada con las lágrimas de jugadores como Mollejo y un Lampropoulos abrazado a Montero. Así se dirigieron los futbolistas hacia uno de los fondos del estadio de Riazor para agradecer el apoyo.
Sí se puede! pic.twitter.com/FZsGJQRTPC
— Riazor.org (@riazororg) December 20, 2019
En zona mixta, Dani Giménez destacó que «la gente está siempre enganchada y a lo mínimo que das responde, en los buenos y malos momentos”. Por su parte, Luis César se refirió a las lágrimas de algunos futbolistas, apelando al sufrimiento acumulado estos meses: «lo están pasando fatal, están sensibles». Además, el técnico también tuvo palabras sobre la afición, justificando «que la gente no venga al campo, no les gusta lo que ven y así nos castigan y lo entiendo».
Poca asistencia
El temporal climatológico, institucional y de juego que atraviesa el Dépor ha ido vaciando poco a poco Riazor. La temporada ha registrado entradas pobres para lo que acostumbra el estadio. Este viernes acompañaron al equipo algo menos de 8.500 espectadores, según los datos oficiales de asistencia.
Las dos victorias antes del parón navideño, el cambio en los despachos y el previsible relevo en el banquillo suponen una tregua en el deportivismo. Para comprobar cómo de sólida es la reconciliación, habrá que esperar acontecimientos. Con 26.000 abonados, las cifras de asistencia al estadio son un buen termómetro con el que medir la conexión entre el equipo y una afición fiel que esta campaña está cansada de poner de su parte sin recibir nada a cambio.