Verse con el agua al cuello impulsa a la desesperación y a la ansiedad, malas compañeras de viaje cuando se trata de hallar el camino hacia la salvación.
José Luis Campos.
Verse con el agua al cuello impulsa a la desesperación y a la ansiedad, malas compañeras de viaje cuando se trata de hallar el camino hacia la salvación. En la debilidad, solemos retraernos en nosotros mismos, envolvernos en nuestro caparazón, tratar de repeler los golpes y esperar agazapados a que un resquicio, una mínima rendija, nos conduzca nuevamente hacia la luz. Así funcionó el Deportivo de Domingos Paciência y ese mismo fue el discurso de Fernando Vázquez tras su arribada: protegerse atrás era el punto de partida hacia el renacimiento.
La discusión es vieja como el fútbol: en los malos tiempos lo importante es cerrarse bien, no recibir goles, alinear a los jugadores más aguerridos y meter en la nevera a los artistas, a la espera de tiempos mejores, como si la calidad fuese una consecuencia del buen funcionamiento, y no al revés.
La salida del ostracismo de Juan Domínguez invita a reflexionar sobre lo acertado de semejante postulado. Tras observar las evoluciones de Paulo Assunção, André Santos o Jesús Vázquez en el mismo puesto, se entiende mal que hayamos tenido al canterano cuatro meses sin pisar la titularidad, como si de sus piernas derivase la complicada situación clasificatoria de los nuestros.
¿Se trata de decantarse por la práctica de un fútbol ofensivo? ¿No teníamos a José Luis Oltra para eso? Más bien consiste en simplificar las cosas. En dejar de lado los inventos y las ideas geniales, en pensar que la línea recta es el camino más corto entre dos puntos. En que la respuesta más sencilla suele ser la correcta. Está claro que Valerón o Abel Aguilar mejoran si tienen en sus inmediaciones compañeros con los que combinar, y que Riki podrá gozar de más oportunidades si hay futbolistas que las generen.
No es cuestión de establecer comparaciones impertinentes, pero me viene a la memoria el bajón del Barcelona de Frank Rijkaard, hace algunos años. Entonces muchos pontificaron sobre el fin de una era, dando por acabados, sobre todo, a los jugadores más creativos, dado su nulo poder para la contención y su escasa aportación en el juego defensivo (verbigracia, busquen en internet el artículo de Marcos López sobre Xavi Hernández). ¿Qué hubiera sido de la historia del fútbol si los técnicos blaugranas hubieran apostado entonces por el músculo?
Se trata, simplemente, de poner a los buenos sobre el terreno de juego, para intentar construir en torno a ellos la esperanza del futuro.