Sumido en una enmarañada posición concursal, el Deportivo encara ahora la fase final de una parte del proceso que será soga o salvación.
Demandas, autos, sentencias, convenio, quita, acreedores, liquidación… El deportivismo lleva casi un año realizando un máster en Derecho Concursal; obligatorio, acelerado y doloroso en todo caso. Así funciona el fútbol hoy en día –la pelota debe estar ya manchada, Diego-, así lo sufren los seguidores de un club anegado por las deudas y cuya única salida es un proceso judicial complejo y con resultados no siempre esperanzadores. Una salida que quizás signifique la puerta de atrás, quizás un atajo para corregir años de renglones torcidos que los profesores han tenido a bien permitir. ‘Sálgase usted de la línea, toque dónde y cómo quiera, ya lo solucionaremos después’. Y el después cada vez era más después, y cada vez más mierda bajo la alfombra y ‘sigue escondiendo que aquí no pasa nada’. Y no pasaba nada. Y no pasaba nada hasta que sí y ahora, ¿qué? Es ahí cuando los problemas, crecientes sin oposición durante años, bola de nieve dineraria, se vienen todos de golpe contra una sociedad no preparada para un desembarco de tal magnitud. Una sociedad, entendiéndose ésta como sus socios, que sueña con vivir al día y dejar de pagar el pasado. De aquellos éxitos vienen estos lodos, pero no tratamos ahora el debate de si mereció o no la pena.
23 de septiembre y el juez da por cerrada la fase común. No hubo convenio anticipado, solución que ofrece y prefiere la Ley, siempre tendente a procedimientos ágiles, rápidos y sencillos, casi siempre sin éxito en dichas directrices. Visto el que parece el porqué del no, mes y medio después de aquel 31 de Julio que cuesta recordar, parece un acierto no haber firmado una declaración que sostenía un cuchillo sobre el cuello del responsable, con ciertos flecos sin atar. Guerra de guerrillas en los juzgados y todos van de camuflaje, difícil distinguir. De esta forma, resta la opción subsidiaria, la fase de convenio ordinario, la última bala de un revólver que por veces apunta directamente al corazón del deportivismo. Convenio o muerte; esto es, acuerdo o liquidación.
En este punto de la travesía, se convocará en menos de 10 días la junta que decidirá el futuro del club y que tendrá lugar, como mínimo, una vez bien entrado diciembre. Primero, se definirá la lista de créditos, el activo y el pasivo, por parte de la Administración atendiendo a las directrices y soluciones que ha venido ofreciendo el juez. Después, llegarán las propuestas de Convenio, que deberán estar listas 40 días antes de la fecha fijada para la celebración de dicha junta, por lo que las líneas maestras deben estar ya perfectamente definidas. No se entiende de otra manera, dada la vasta extensión de acreedores y deuda, dada la compleja ingeniería financiera que requiere un convenio como el del Deportivo, más aún cuando lo que se busca es una viabilidad efectiva de la entidad.
Sin esgrimir todos los detalles, podemos resumir en unas líneas y a grandes rasgos lo que viene a partir de este momento. Las propuestas podrá proceder tanto de la concursada –el propio Dépor-, como de acreedores que representen una parte significativa del pasivo –una quinta parte, tanto sea individual o colectivamente-, y deberán presentarse por escrito para que el juez las admita o no a trámite y ser votadas en la –en unos días famosa y en boca de todos- junta de acreedores. Deberán contener, si procede, quita y plazos de espera, así como las diferentes posibilidades para conmutar deuda, sin olvidar el plan de pagos o las condiciones de viabilidad. También cabe la posibilidad de que se tramite antes de manera escrita y los acreedores, pequeños, grandes o medianos, podrán adherirse anticipadamente a la propuesta que consideren y sacar así adelante el convenio; eso sí, de manera pura y simple, sin condiciones. Además, la Administración Concursal emitirá también un escrito de evaluación sobre las propuestas admitidas por el juez. No obstante, por aquello de apurar plazos y extender la partida, cabe destacar que no presentadas propuestas en plazo o no admitidas éstas, se procederá a la liquidación. Es lo que tienen los juegos sobre el precipicio, que siempre resultan peligrosos.
Queda tras esto una batalla que se disputa en la previa, con las partes jugando sus bazas y apurando sus condiciones. Pero las cartas están marcadas; no hace falta abrir el melón para conocer lo que esconde, su estado y sus posibilidades. Por si fuera poco, los contrincantes –que deberían ser aliados- se conocen de estar en la misma mesa durante nueve meses. Si hablaron mucho, no lo sabemos. Tampoco si se llevan medianamente bien, que no lo parece; pero tampoco asemeja que se peguen con trozos de vidrio recubriendo sus puños como Van Damme en Kickboxer. Quizás hasta comían a su hora y llegaban a casa para acostar a los niños y cenar con su mujer. Algo de tiempo está claro que sí quedó para hacer una plantilla a base de imaginación, estrecheces y una colección de canteranos. Y en esas estamos, intentando evadirnos en el verde.
Volviendo a lo oscuro: en caso de junta, se irán presentando las propuestas –primero la de la concursada y luego el resto, en orden de mayor a menor volumen de créditos aglutinados- bajo la presidencia del juez, con la asistencia de, al menos –se supone-, la concursada, la Administración Concursal y los principales acreedores. En ese mismo orden de aparición de opciones, se debatirían y votarían. Una vez aceptada una, se descartarían las restantes. ¿Para qué seguir?, se dijo el Señor Derecho, pragmático él. Para la aprobación de un convenio se requiere el voto a favor de al menos la mitad del pasivo ordinario, computando como tal también a los acreedores privilegiados si éstos votan a favor. Aún con todo, podría dar muchos más coletazos el proceso. Pero vayamos por partes, y poco a poco. Aún quedan unos meses de elocubraciones, pactos e intereses. Solo unos días para el Hércules-Dépor. 1-4 hace dos años. No descartamos Cuatro Caminos de repetirse. ¡Forza Dépor!, siempre.