De mirar el retrovisor a buscar sin descanso los puestos de privilegio de la clasificación. De sufrir en los últimos tercios de partido a crear una infinidad de ocasiones ante el rival. Así fue el Fabril de 2014, una reedición de Dr. Jekyll y Mr. Hyde que encontró su camino tras la conclusión de un irregular curso 2013/2014.
El filial deportivista, que terminó la pasada temporada en la novena posición con 54 puntos, logró mejorar sus prestaciones en una segunda vuelta donde afloró el orgullo de un equipo muy maltratado por las necesidades de la primera plantilla. Condenado a vagar por zona de nadie y ya muy lejos del Pontevedra -inquilino de la última plaza para el play-off-, el Fabril pareció sacudirse la presión en los últimos meses por medio de varios futbolistas que emergieron desde un segundo plano.
El retorno de Álvaro Lemos, la irrupción de Álvaro Queijeiro o Marcos Remeseiro y la incorporación de Miguel Cardoso dieron un plus de hambre a un equipo al que le faltó suerte en la enfermería, estabilidad al comienzo del curso y confianza en los momentos clave. Fue un proceso de cambio en el que la exigencia hacia las categorías inferiores llegó de golpe y con la mirada de un amplio público hacia una generación de futbolistas a los que, en poco menos de un año, se les quiso ver como la tabla de salvación de la entidad.
Formación de jugadores y las plazas de play-off, los objetivos prioritarios
La llegada de Manuel Mosquera -extécnico del Laracha-, dio paso a una particular transformación del filial. El entrenador coruñés cerró las puertas del vestuario y, con el primer equipo de vuelta en la Liga BBVA, trabajó la mente de un grupo que apostó por Adrián Martínez y Queijeiro -todavía inédito desde su lesión en pretemporada- como líderes de la plantilla, Cardoso como referente ofensivo y, en concreto, por la creación de un grupo con un objetivo común: pelear partido a partido en pos de las cotas más altas.
Sin jugadores como Manuel Romay, Álvaro Lemos, Aarón o Uxío, el Fabril afrontó el curso 2014/2015 con una media de edad de 20,2 años y tres señas de identidad: optimización de sus numerosas ocasiones ante el marco contrario, velocidad en el movimiento de balón y la premisa de mantener la portería a cero. Y hasta la fecha, la fórmula ha tenido éxito. El conjunto entrenado por Mosquera se sobrepuso a un comienzo dubitativo para llegar al ecuador de la temporada en la tercera plaza y con 33 puntos y nueve encuentros consecutivos sin perder, una buena racha de resultados y juego en la que futbolistas como Róber, Iago López, Remeseiro o el propio Cardoso -máximo goleador del equipo- han tenido mucho que decir.
PABLO VARELA