«Ni éramos el Leverkusen antes, ni ahora somos la última m… que cagó Pilatos”. Esta famosa frase de Manolo Preciado (en la cual he invertido el orden), justo después de ganarnos en Riazor 0-3 hace unos 14 años, podría pronunciarla perfectamente el entrenador deportivista después de estos partidos al frente del equipo.
Si la semana pasada comentábamos, al amparo de un proceso de lógica básica, que el mal funcionamiento del equipo hasta la fecha no dependía sólo y exclusivamente de Borja Jiménez y que, por otra parte, tampoco la victoria al Linares se le podía atribuir de forma única a Óscar Cano, la derrota de esta semana parece que reafirma tal conclusión. Los entrenadores son importantes, pero no tienen la potestad única de decidir qué es lo que sucede; colaboran (o no) y son muy relevantes, como ya comentamos, pero no tienen poder divino.
El Dépor volvió a cometer errores y a fallar en aspectos que ya arrastraba de la etapa del entrenador anterior y que se siguen repitiendo con el recién llegado ¿males asentados por el anterior entrenador que el entrante no ha conseguido modificar aún?, ¿males o defectos intrínsecos de los propios jugadores y nunca corregidos o adaptados?, ¿que el Dépor (y todo lo que le rodea) está abocado a sufrir de manera continua?… no lo sé, pero el hecho es que el partido contra el Castilla tuvo, como le gusta decir a los políticos, brotes verdes, pero hubo otros muchos que siguen estando maduros de más o ni empezaron a florecer, como sucedía pon anterioridad. A todas estas carencias o fallos colectivos hay que añadirle una serie de errores, a nivel individual, que son ciertamente graves, incluso extraños diría yo; que la mayoría de ellos se escapan a la mano del entrenador y que, para más inri, están suponiendo puntos al equipo deportivista.
Entrando ya en materia, Óscar realizó sólo una modificación en relación al once que se enfrentó y venció al Linares; Villares entró por Álex, siendo los otros 10 los mismos. No estuvo bien el equipo, salvo un tramo muy bueno al inicio de la 2ª parte donde el equipo tuvo mucha más personalidad y jugó más en campo contrario, elevó la velocidad de circulación del balón y se juntaron mucho y bien los de dentro. En ese tramo, el equipo mereció marcar, pero no fue capaz. Después, vino la expulsión y el Dépor desapareció; lo intentó, pero la inferioridad numérica se notó mucho, sobre todo a nivel psicológico (aspecto en el que el equipo anda tocado).
La fase ofensiva del Castilla – Deportivo
El técnico granadino mantuvo ese 1-4-3-3 de base, con Villares descendiendo una altura y colocándose en la línea de los centrales, en la fase de inicio, para buscar librar la presión de los 2 puntas del Castilla. Olabe y Rubén, al igual que la jornada anterior, tenían la misión de ocupar los restantes en la base. Svensson seguía en la punta de ataque, al igual que Mario Soriano y Quiles lo hacían en los extremos para, a partir de ahí, buscar casi siempre esos espacios interiores y muchas menos veces los exteriores. Los laterales, en inicio descendían para recibir con más tiempo y espacio que con Borja y conseguir alargar más los saltos del equipo madridista.
Sobre el papel, todo muy parecido a lo visto en Riazor el domingo pasado, pero, en cambio, no funcionó igual de bien. Y esto, en parte, fue por el planteamiento defensivo que le planteó el equipo de Raúl González Blanco y porque el Castilla consiguió adelantarse en el marcador. El entrenador de filial madridista, sabedor de que los equipos de Óscar Cano van a querer sacar el balón en corto desde el portero (no usó la opción en largo con Quiles o Svensson en esta ocasión el equipo de Óscar) le apretó arriba y, ahí, al Depor le cuesta y mucho. Los equipos que adquieren un posicionamiento avanzado con el objetivo de robar con celeridad el balón y marcando las direcciones de la presión hacia el balón y portería deportivista se le atragantan al equipo herculino. Salvando las distancias, el inicio del partido de este domingo me recordó al del partido contra el Celta B; jugadores jóvenes, dinámicos, rápidos, agresivos en la presión, difíciles de superar… llevando el partido casi que a duelos individuales en los cuales salían casi siempre victoriosos. En esos contextos, el Dépor, este año, ha demostrado que le está costando; por momentos, parece que el equipo rival tiene una marcha más, que gana todos los duelos individuales, que vuelan… Ambos filiales salieron súper “enchufados” y con un ritmo altísimo, en todos los momentos del juego, y el Dépor no supo (o no pudo) contrarrestarlo o adaptarse a lo que demandaba el partido.
Parece clara la intención táctica del Depor en el apartado ofensivo, pero le está costando desarrollarlo en muchos partidos y eso tiene que ver con lo que los rivales también lo saben y vienen con la lección aprendida. Los rivales saben de la exigencia del Depor que, por historia y presupuesto, tiene que tener un discurso futbolístico muy claro y repetido como un mantra una y otra vez. El Depor tiene que “dominar” con el balón, llevar el peso del partido, someter al rival… y podríamos seguir y seguir. El asunto, es que ese discurso también lo sabe el rival, usa todas las armas posibles para que no pueda desarrollarlo y en muchas ocasiones lo está consiguiendo. Los equipos no le dejan iniciar y aprietan hacia adelante en cuanto el balón empieza a rodar; en otros partidos o situaciones de juego juntan líneas y esperan a que el Deportivo se exponga mucho, se abra en ansias del gol y cometa errores en la construcción para correr y hacer daño… Lo que personalmente percibo es que cuando no se juega al ritmo que quiere o quiere proponer el Dépor, éste, sufre.
Cuando estos contextos comentados anteriormente se dan, veo que el Depor se atasca ofensivamente y vuelven fantasmas del pasado: mucho jugador por delante del balón en estático; jugadores compartiendo/solapándose en el mismo espacio; ausencia de desmarques de ruptura para movilizar al rival, no sólo de los de fuera y el delantero sino también de los interiores; distancias muy grandes entre los interiores y los 3 de arriba, esas famosas “distancias de relación” tan amplias dificultaban la circulación y facilitaban la presión madridista (siempre hacia adelante) y obligaban a los jugadores por delante del balón a recibir casi siempre de espaldas a portería rival y sin posibilidad de 3º hombre. El Castilla tenía la lección aprendida contra el Dépor y defendió muy bien el domingo, sobre todo la primera parte.
Por otra parte, el equipo herculino ocupa el carril exterior, la mayoría del tiempo, sólo con los laterales, aspecto que no le está dando casi nada de rédito hasta el momento. Además, los laterales no andan muy finos con el balón y en la toma decisiones y no están del todo acertados con los centros; en mi opinión no son laterales “de estar” sino más “de llegar/aparecer”, sobre todo Raúl Carnero. En este sentido, el juego exterior del Depor (amplitud de juego) parece cojo sólo con la ocupación y desarrollo por esas zonas de los laterales, se echa en falta la ocupación de esos sectores exteriores por más jugadores estando o yendo hacia fuera y, sobre todo, creo yo de jugadores especialistas en estas lides, de los que tienen capacidad de desborde, de asociación vertical, de los que hacen daño… Tengo la impresión que muchas veces al Depor le dejan circular el balón, nunca filtrar pases interiores, hasta que llega el balón afuera y ahí le aprietan o le defienden en superioridad. Parece que muchas veces llega el balón a los sectores exteriores y ahí muere. Tiene alternativas el Depor en plantilla, como Yeremay o Trilli, e incluso en los propios canteranos si echamos la mirada al Fabril. Bajo mi punto de vista, el Depor necesita más jugadores por fuera, que estén o que lleguen (amplitud de juego real); tal y como asegura el viejo dicho “si a la portería quieres llegar, por las bandas has de pasar”.
Creo conveniente añadir que Óscar acaba de llegar y está aterrizando en el equipo y para con los jugadores como quien dice y esa versatilidad, de la que ha hablado tantas veces, refiriéndose a los jugadores quiero pensar que la utilizará a nivel colectivo cuando se vuelva a encontrar este tipo de contextos. No es cuestión de “testiculina” (no quiero decir que no haya que “apretar”, se me entienda), estoy 100% seguro que los jugadores lo hacen lo mejor que pueden y se ve que se están vaciando en los partidos, es cuestión de adaptabilidad y evolución.
Sin querer excusar al equipo o al entrenador (no soy nadie ni para acusar ni para defender), es justo añadir que hubo varios momentos dentro del partido clave en los que la moneda le salió cruz. Por ejemplo, si la ocasión al palo de Soriano o la que tiene el mismo protagonista al inicio de la 2ª parte hubiesen entrado (que pudo pasar perfectamente) el devenir del partido, seguramente, hubiera sido otro. Una vez vino la expulsión de Adrián Lapeña, la producción ofensiva del equipo herculino bajó de manera considerable y, a pesar de que el Castilla le quitó el balón, casi al final del partido, Zalazar tuvo una clarísima para poner el empate en el luminoso. Eso sí, antes de esa, el Castilla pudo sentenciar el partido en varias ocasiones que Mackay milagrosamente detuvo y mantuvo al equipo dentro del partido hasta el final.
La fase defensiva del Castilla – Deportivo
Si con balón se vieron ciertos brotes verdes, sin él la cosa fue otro cantar. Los centrales deportivistas sufrieron lo indecible con Álvaro Rodríguez. El Castilla lo tuvo claro en fase de inicio propia, si el Dépor quería apretarlo, esperaban a estirar y separar al equipo deportivista y jugaban sobre un Álvaro Rodríguez que ganó todo. Como decía el otro, si va a haber duelos individuales, que sean en la última línea defensiva de ellos, no en la primera y cerca de nuestra portería…
El “angelito”, de 1´92, trajo por la calle de la amargura a Pablo Rodríguez y a Adrián Lapeña. Resulta evidente que no tenían una tarea fácil los centrales deportivistas para ganarle el juego directo sobre él, pero eché en falta alternativas tácticas predeterminadas para combatirlo. Eché en falta algún comportamiento del estilo a “cortarle” la carrera para que le sobrepasase el balón en los balones aéreos, desequilibrarlo en la fase previa de colocación para la recepción, alguna anticipación o mismamente superioridad numérica situando algún compañero por delante. El delantero madridista ganó todo en los duelos aéreos y, a su vez, a la carrera fue también imparable para la defensa deportivista; no fue el día de la zaga y justo tuvo enfrente a todo un “gigante”.
Desde el punto de vista subjetivo, viendo el partido, me daba la sensación de que a ellos le costaba menos superar líneas y combinar que al Depor y que, muchas veces, los jugadores del Depor llegaban a la zona del balón cuando éste ya estaba abandonándola para encontrar una nueva. No es cuestión de culpar a nadie, simplemente pienso que Óscar tiene trabajo por delante para ir ajustando al equipo en lo relativo al timming de los saltos y las orientaciones de la presión. Ajustar esto, a un entrenador y a su equipo le lleva su tiempo; sin embargo, el problema es que el Depor tampoco anda sobrado de él si no quiere descolgarse más…
Por otra parte, sigue habiendo errores individuales de bulto que si quieres ganar un partido te lo complican mucho. Me resultó verdaderamente extraño, en un central de la categoría y recorrido de Pablo Martínez, ver cómo, siendo hombre de última línea, quiso ir a robar y no decidió temporizar y orientar hacia fuera de línea de portería y pierna no hábil al habilidoso Álvaro Martín. También, aparecieron errores defensivos del tipo de jugadores saltando a apretar a penúltimo hombre y/o dejando “su espalda” descubierta… en definitiva, el Depor debe crecer (y creer) defensivamente. El equipo no encaja mucho (8 goles en contra) pero lleva ya muchos partidos yendo por detrás en el marcador y, este aspecto, está siendo un auténtico lastre tanto para el juego (ir por detrás en el marcador está precipitando todo el juego y, sobre todo, el proceso ofensivo del Deportivo) como para las cabezas de jugadores, que sienten la presión en sus cabezas.
Transición defensiva
La semana pasada hablamos de la correlación entre la fase ofensiva y la transición defensiva. Esta semana el Depor atacó peor y, en consecuencia, realizó peor las transiciones defensivas. El Castilla tuvo momentos en los que robaba y podía correr con verdadero peligro. Hay varias herramientas para prevenir las contras rivales, incluso algunas relacionadas con el/los poseedores del balón, pero quizás las más importante sean las vigilancias ofensivas. Éstas, son llevadas a cabo por los jugadores que no participan, digamos, activamente en el proceso ofensivo y se realizan (esas vigilancias) sobre los espacios que consideramos más vitales de “defender” (es una herejía hablar de defender si estas atacando pero, en realidad, esa es la intención táctica) y sobre los jugadores “descolgados” que deja el rival para que no “conecten” con ellos cuando el equipo rival recupere la posesión.
En la acción de la expulsión de Adrián Lapeña, el Castilla despeja un balón en largo y la situación que se da es de 1 delantero madridista contra 3 deportivistas. Sinceramente, no creo que tenga que ver con que los defensas deportivistas no quisieran “defender” a Álvaro Rodríguez sino con que sólo estaban pensando en atacar, en marcar el empate. Este concepto táctico tiene mucho de mental: un grupo de jugadores tienen que estar pensando en defender cuando el equipo está atacando, comunicación, concentración, interpretación… En el partido anterior, el Depor estuvo impecable en las vigilancias ofensivas; la diferencia es que en Riazor el equipo empezó ganando y en el Alfredo Di Stéfano no; sinceramente pienso que está más que comprobado que el coco de los futbolistas deportivistas funciona distinto en una situación que en otra. Volvemos a un punto importante ya comentado, la importancia de no encajar para que el equipo vaya creciendo en su juego y resultados. Ahora mismo creo que el Depor está en un momento de la temporada en el que un gol en contra es una losa insalvable en las cabezas de los futbolistas; uno de los “micro objetivos” para del Depor en los próximos partidos debería ser mantener la portería a 0, por feo que pueda sonar.
Transición ofensiva
Pocas ocasiones le concedió el Castilla al Depor de poder correr; aun así, sí se vio ese cambio de intención en las transiciones deportivista y se sigue percibiendo que si el equipo consigue espacios para correr es muy peligroso.
Los nombres propios del Castilla – Deportivo
Pablo Martínez
No fue su día. Como comentamos, tuvo un error, impropio de su trayectoria y categoría, que costó un gol y eso empaña todo lo demás. Lleva el Depor errores muy graves en la última línea defensiva en los 2 últimos partidos que le han costado 2 goles y 1 expulsión.
Soriano
Lo intentó constantemente. Se movió y abandonó la banda para participar más del juego por dentro e intentar asociarse; incluso, dispuso de 2 claras ocasiones que entre el portero del Castilla y el poste evitaron que empatase el conjunto herculino. El Depor necesita de su participación constante y su capacidad para desequilibrar en el último tercio.
Isi Gómez
De lo más destacable en el plano ofensivo de los que entraron desde el banquillo. Entró con muchas ganas, dinamismo, participó bastante y bien con el balón, cambió el ritmo de juego por momentos. Además, realizó varias acciones de mucha en el plano ofensivo como la que consiguió dejar solo a Zalazar, siendo una de las ocasiones más claras del partido. Puede ser una opción que le sea muy útil a Óscar, sobre todo, para determinados contextos que se le presenten al equipo.
Lapeña
Como ya comentamos, sufrió muchísimo contra un jugador que le sacaba como poco 10 cms. En muchas ocasiones, optó por pegarse a la torre madridista (lo que le impedía ver el balón) con el objetivo de incomodarlo y que no pudiese controlar el balón pero no lo consiguió y el grave error de la expulsión, al igual que el de Pablo Martínez en el gol madridista, es impropio de él.
Ian Mackay
Nada pudo hacer en el golazo del filial madridista y tampoco pudo hacer mucho en el posible gol fantasma (para mí no fue gol) ya que estaba totalmente en dicho tiro desde la frontal. Tuvo 2 paradas espectaculares que mantuvieron al Deportivo “dentro del partido”, evitando un 2-0 que habría sido definitivo y demoledor.