Regresan las columnas de Dani Cancela, ex del Dépor y futbolista coruñés, enrolado en las filas del Kitchee de Hong Kong desde hace una década. En su serial titulado ‘Desde la (semi) burbuja’, nos cuenta las sensaciones que le dejó la dura derrota contra el Badajoz.
Contra las cuerdas
El palo llegó en el peor momento. Hasta el sábado lo intuíamos, pero siempre buscamos una excusa para mitigar el golpe. Primero el aplazamiento, luego las ocasiones falladas, luego los árbitros… pero siempre cuesta abajo, hasta dar con los huesos en el suelo del Nuevo Vivero. Y cómo sonó el golpe…
Estrenaba el Deportivo, tras la victoria del Racing entre semana, su condición de perseguidor tras haber estado líder desde el inicio. Y no se le pudo atragantar más. Los cinco primeros minutos fueron bochornosos, como lo fue la jugada del gol local. Ni una acción individual acertada, ni un movimiento colectivo correcto. Ni Juergen, que sale a una presión tarde y sin sentido, ni Aguirre que se le olvida demasiadas veces que un lateral lo primero que tiene que hacer es defender, ni los centrales, a los que Santamaría desnudó sin piedad… nadie hizo nada de lo que debería. El resultado: cinco minutos y el primer directo a la mandíbula.
Quedaba todo el partido, pero en la cara de los jugadores se veía que estaban más cerca del KO técnico que de la reacción. El Badajoz ganaba cada duelo. Más intenso, más agresivo, más rápido en la circulación, como si fuese a ellos, que están en zona de nadie a los que les iba la vida en el partido, y no al Deportivo. No se trataba de falta de coraje, sino de absoluta impotencia. Nadie llegaba a la presión, y cada vez que se llegaba era para hacer falta. La tarjeta que se llevó Calavera contra el Racing de Ferrol se quedó compensada por la que le perdonaron el sábado, después de acabar la primera parte con cinco o seis faltas hechas por no ser capaz de llegar a tiempo a ninguna acción. No tuvo más opciones tras el descanso, tampoco las merecía.
La reacción fue inexistente. Solo un par de acciones entre Trilli y Noel por banda derecha hicieron saber al portero visitante que había un equipo enfrente. Una ocasión, un tiro al palo. Eso fue todo lo que el Deportivo fue capaz de hacer en la peor primera parte del equipo en todo el año. Ofuscado con balón, blando sin él, daba la sensación de que el partido iba al ritmo que el Badajoz quería. Sin juego por dentro, sin desborde por bandas, las opciones en ataque pasaban por mandar a Miku balones en largo para tratar de ganar en carrera a los puntas. Desde luego, no el mejor escenario posible.
Lo mejor del partido al descanso era el resultado. Tocaba reaccionar y Borja, poco dado a revoluciones, lo debió de ver tan mal que hizo tres cambios antes de la reanudación. Calavera dio paso a Willian, Granero entró para darle al equipo mas sangre y mayor opciones en estrategia, y Miku tuvo el descanso que llevaba a gritos pidiendo. Pero a Willian ni se le vio, a Granero se le vieron las costuras en la primera vez que tuvo que salir a apretar, y Quiles está igual o peor que el venezolano, y la realidad es que sin él, nadie del Deportivo visita el área contraria. Los centrales se sienten cómodos porque no hay amenazas, adelantan las lineas y dificultan la circulación en el medio. El resultado: cada vez somos más inofensivos. 0 goles en tres partidos, un regalo y una estrategia contra el Calahorra, y otra vez marcador a 0 contra el Racing de Santander. Un bagaje paupérrimo para un equipo que pretende ganar la liga. Aunque a estas alturas parezca una quimera lograr ese objetivo.
Sin tiempo para saber si los cambios habían sentado bien o mal, el Badajoz volvió a golpear. Otro error en posición de Aguirre, y un simple movimiento para hacer salir a los centrales y aprovechar su espalda. 2-0. La sensación era que el equipo local atacaba cómo y cuándo quería. Santamaría era un dolor de cabeza constante para la zaga herculina, todo lo contrario que el ataque deportista, que no hizo ni cosquillas. Dos goles abajo en uno de los momentos mas importantes de la temporada y ni un atisbo de reacción. Cero disparos entre los tres palos en todo el choque, prácticamente cero llegadas al área y una sensación de descomposición que no había aparecido en ninguna de las derrotas anteriores.
Y eso es lo preocupante. Hasta ahora, todo podía ser explicable, mas allá de la opinión de uno o de otro. Pero ahora mismo el equipo está noqueado. No se trata de nombres tampoco. Esta vez la alineación fue mas o menos diferente, entraron jugadores que la mayoría pedíamos, como Noel o el propio Aguirre, y al descanso se hicieron tres cambios. Pero no funcionó nada porque ahora mismo el problema va mas allá. Incluso los activos mas fiables de la plantilla hasta la fecha, Juergen y Lapeña, hicieron un partido para olvidar, y los dos pagaron su frustración con entradas a destiempo y tarjetas que no solo son inútiles sino que pueden condicionar situaciones futuras, y eso es algo imperdonable. Como también lo es la decisión de Borja de, con 3-0, sacar a De Vicente o a Doncel para que quedasen retratados en la foto de la goleada cuando lleva meses sin darles el mas mínimo protagonismo. Lo único que hizo bien fue mantener alejado a Alex de todo eso. Bastante le llegaría al capitán con sentir el bochorno desde el banquillo.
¿Y ahora qué? Eso es lo único importante. Ni egos, ni personas, ni pasado. Solo futuro. La victoria sobre la bocina del Racing de Santander hace que el objetivo del ascenso directo parezca inverosímil, pero la temporada del Deportivo no termina ahí. Urge prepararse para todo, porque de seguir en esta dinámica pronto peligrará el playoff también. Hay que tomar decisiones. Yo nunca soy partidario de un cese de entrenador, porque creo que el que mejor conoce la plantilla y puede sacarle mayor rendimiento es aquel que lleva trabajando meses con ella, pero también como futbolista sé que cuando dejas de creer en lo que te propone un entrenador, tan pronto como las cosas se tuercen la situación se vuelve insostenible. No hay tiempo y hay mucho que arreglar y ojalá se haga todos juntos. El sábado se tiene que ver la reacción. A veces un buen golpe es necesario para ser consciente de todo y acabar con las excusas o las justificaciones. Y para Borja es ahora o nunca.