El Deportivo ha fijado una vez más su punto de mira en tierras portuguesas para reforzar su plantilla, una circunstancia poco novedosa que, sin embargo, guarda mucha historia por detrás.
“Voy a triunfar en el Deportivo”. Esas fueron las primeras palabras a su llegada de Emil Kostadinov, una de las principales incorporaciones de relumbrón del conjunto herculino a principios de los 90. El habilidoso delantero búlgaro -uno de los referentes de aquella selección que terminó en el cuarto puesto del Mundial de Estados Unidos- llegaba a A Coruña en 1994 cedido por un año tras cuatro temporadas en el Oporto. 299 kilómetros al sur de la ciudad gallega, el legendario Sir Bobby Robson se lamentaba de su marcha y pedía explicaciones al presidente Nuno Pinto da Costa.
Podría parecer que la historia de Kostadinov es una de esas que promete emociones y anécdotas, pero lo cierto es que no es así. La estancia del atacante nacido en Sofía apenas se perpetuó hasta el mes de enero de 1995, cuando emprendió una nueva aventura en el Bayern de Múnich, dejando atrás nueve encuentros y dos goles en su cuenta. Estas no son, por lo tanto, las memorias de Kostadinov, que, sin embargo, sí marcó un punto de partida: el de la sempiterna conexión del Deportivo con el mercado de jugadores luso.
Adelantémonos un año y medio en el tiempo, ya con John Benjamin Toshack en el banquillo. En la antesala, la resolución del caso Bosman. Por aquel entonces, el Deportivo buscaba dar el salto definitivo a la élite de la Liga española, y Augusto César Lendoiro centró sus miras en tres mercados con un producto muy atractivo: Brasil, Francia y, por último, Portugal. Desde el otro lado del Atlántico llegó Rivaldo en el año 1996, pero en esa temporada también lo hicieron un clásico como Nourredine Naybet –que dejó atrás el Sporting de Lisboa-, Hélder Cristovão –previo pago de casi 800 millones de pesetas al Benfica en enero de 1997- y un jugador que sentó las bases de la relación entre Lendoiro y Jorge Mendes: el guardameta Nuno Espírito Santo, que llegó libre desde el Vitória Guimarães.
Los tres fueron la rampa de lanzamiento de un nexo que casi nunca llegó a romperse. Apenas un año más tarde, el magrebí Mustapha Hadji desembarcaba en A Coruña también desde el Sporting de Lisboa. Vestido ya de blanquiazul compartió vestuario con el también marroquí Salaheddine Bassir. Eran los años del Deportivo más globalizado de su historia, una auténtica Torre de Babel donde se hablaba castellano, francés, yoruba y árabe, entre otros.
Las dificultades sufridas en la temporada 97-98 –con Carlos Alberto Silva a principios de la misma- dieron un pequeño giro a la planificación deportiva del club, y hubo que esperar hasta el año 2000 para encontrar de nuevo al Deportivo pescando en Portugal. En aquella ocasión fue Aldo Duscher quien cambió el José Alvalade por el Estadio de Riazor. El centrocampista argentino se unió a la amplia lista de la compra de los herculinos por casi 13 millones de euros. Apenas dos años más tarde, fue Jorge Andrade quien emprendió rumbo a Galicia por la misma cifra. A Coruña disfrutaba de la Champions League, y el coste de los fichajes iba en consonancia a las exigencias de la competición.
Sin embargo, el previsible descenso de gastos y la sangría que supusieron la elevada nómina de futbolistas en la plantilla y sus consiguientes sueldos marcaron un stand by entre el mercado portugués y el Deportivo. Tras el verano de 2002 –momento en el que se incorporó a Andrade- hay que remontarse hasta el año 2009 para encontrar a la secretaría técnica del club certificando otra llegada para el primer equipo desde el país vecino. En la recámara permanecieron para siempre los rumores sobre Vitorino Antunes –al que se tanteó en su etapa en el Paços de Ferreira-. El nuevo inquilino del vestuario deportivista era colombiano y llegaba desde Leixões. Brayan Angulo permaneció dos temporadas en A Coruña, pero las lesiones y la falta de continuidad jamás le permitieron demostrar sus capacidades. El lateral cafetero compartió ese último año con otros dos recién llegados de tierras lusas: Yves Desmarets –procedente del Vitória Guimarães- y Jonathan Urretaviscaya –cedido por el Benfica-. El primero venía como hombre de refresco para Andrés Guardado y el charrúa para revolucionar el flanco diestro, pero su protagonismo fue tan efímero como su etapa en la entidad.
Tras el descenso de categoría y con el Deportivo buscando un retorno fulgurante, Lendoiro volvió a rebuscar en su agenda y subrayó en rojo el nombre de Jorge Mendes. El archiconocido empresario portugués facilitó la llegada de Bruno Gama –que dejaba atrás el Río Ave- y Diogo Salomão –cedido por el Sporting de Lisboa-, una jugada que repitió un año más tarde en Primera División con las incorporaciones de Nélson Oliveira y Roderick Miranda –jóvenes promesas del Benfica-, André Santos –también desde el Sporting de Lisboa-, Tiago Pinto –hijo del mítico João y que militaba en el Río Ave- y Evaldo –cedido también por el Sporting-. En total, siete futbolistas dejaron atrás la Liga Zon Sagres para jugar en Riazor.
Ya en otro contexto deportivo y económico diferente, los coruñeses buscaron nuevamente al otro lado del Miño para reclutar a Luisinho y rescatar por tercera vez a Diogo Salomão con un único objetivo: el segundo ascenso a la Liga BBVA en tres años. Ahora, las incorporaciones de Luis Fariña e Iván Cavaleiro –ambos procedentes del Benfica- dan continuidad a una tendencia que, además de ser recurrente en la historia reciente del Deportivo, no tiene visos de detenerse a corto y medio plazo.