Víctor Fernández se ha propuesto dar galones de mando al centrocampista de Pontedeume, que en esta ocasión ha visto cómo su protagonismo crece desde una posición más atrasada.
“La próxima temporada jugarán Juan Domínguez y diez más”. Así se expresaba Miguel Ángel Lotina poco antes de que concluyese la temporada 2009-2010. Al Deportivo le costaba crear juego, y la irrupción de Domínguez se veía como una oportunidad para dar aire a una parcela del campo donde sólo Sergio González y –cuando el físico se lo facilitaba- Juan Carlos Valerón, ejercían de brújulas para orientar al equipo.
Desde entonces, la evolución del futbolista criado en Narón se ha sometido a un cambio constante en la que han tenido mucho que ver los perfiles de los diferentes técnicos que han dirigido al Deportivo en los últimos años. Desde la marcha de Lotina, José Luis Oltra, Fernando Vázquez y Víctor Fernández han mostrado su confianza en el talento de uno de los jugadores diferenciales de la plantilla, pero interpretando sus características de forma muy diferente.
Sin embargo, fue Fernández quien quiso ser más concreto a la hora de definir a su pupilo: “No lo veo para jugar en los últimos 30 metros. No tiene juego de espaldas, no tiene último pase ni disparo al borde del área, pero en la fase anterior lo veo que puede ser muy importante en el fútbol español mejorando lo que tiene que mejorar”. El pensamiento del técnico aragonés se acerca, y mucho, a una idea muy extendida entre la parroquia blanquiazul: la de que Juan Domínguez debe ser el director de orquesta y, como tal, mover al equipo desde atrás.
Con todo, el patrón de juego que busca implementar el entrenador maño orbita precisamente en torno a la figura de un jugador que no tiene un repuesto natural en la plantilla. Haris Medunjanin y José Rodríguez son futbolistas que podrían ejercer de faro del equipo desde la posición de pivote –en particular, el internacional bosnio-, pero el balcánico acostumbró a lo largo de su carrera a moverse más cerca del área y Rodríguez es un todoterreno que gana metros con avidez, y por eso, a menudo, es más útil para presionar al rival en campo contrario, otro de los puntos subrayados en rojo en el librillo de Víctor Fernández.
Un breve vistazo a las temporada disputadas por Juan Domínguez desde su debut en el año 2009 confirman la idea de que al joven futbolista crecido en Abegondo le gusta ser el motor del equipo, y eso pese a las idas y venidas posicionales que ha experimentado constantemente. Con Lotina se le llegó a ver ejerciendo de falso interior en un 4-3-3 con Guardado y Rubén Pérez, e incluso partiendo desde el costado diestro durante un encuentro ante el Sevilla. Por otro lado, Oltra le dio el timón del mediocampo junto a Álex Bergantiños tras una lesión de Jesús Vázquez, y desde entonces sólo se movió de ahí para dar oxígeno a Juan Carlos Valerón en la media punta cuando el canario perdía fuelle, una situación que volvió a repetirse en el tramo final de la temporada 2012-2013 con Fernando Vázquez.
El técnico de Castrofeito, obligado al año siguiente a asumir un goteo incesante de llegadas y salidas, también pensó en Juan Domínguez como inquilino de la antigua posición ocupada por Valerón por sus buenas condiciones técnicas. Sin embargo, los constantes cambios de sistema y, entre otras cosas, la aparición final de Sissoko para ocupar un puesto que también vio pasar ese mismo año a Culio y Juan Carlos, volvieron a poner en evidencia que Juan Domínguez podía ser imprescindible si realmente se le daba protagonismo en su posición natural y dándole una panorámica para orientar a sus compañeros. Ahora, casi cinco años después de haber llegado a la primera plantilla, y con dos ascensos y dos descensos de categoría a sus espaldas, Juan Domínguez se asoma como el jugador franquicia.