Nueva edición de la columna de Eduardo Caridad, en esta ocasión dedicada al entrenador del R.C.Deportivo, que probablemente se jugará su futuro contra el Elche.
Bajan las acciones de Víctor Fernández en el Deportivo. De hecho, creo que nunca tuvo demasiado caché entre la afición blanquiazul. No conozco a nadie que le ilusionase su llegada el pasado verano. A lo mejor usted sí, pero yo, la verdad, es que no cuento con esa opinión entre mis allegados. Pese a todo, y a que la salida de Fernando Vázquez no me pareció nada adecuada, siempre hay que darle un voto de confianza al que viene a sentarse en el banquillo de Riazor. Ahora parece que ha perdido todo el crédito.
Con el equipo en la zona baja y con irregulares sensaciones, la parroquia empieza a impacientarse y a pedir cambios. Pero yo me pregunto si la solución reside en traer a otro entrenador. Se busca un revulsivo, algo que agite a un equipo que no parece encontrar un estilo definido y que coquetea con una mala pareja que se llama descenso.
Seamos sinceros. Echar a Víctor Fernández es lo más fácil. Purgar el banquillo siempre es lo más fácil. Apuntar al entrenador es lo más fácil. Pero que salga bien es lo más difícil.
Si algo he aprendido al estar dentro del Real Club Deportivo de La Coruña, es que las decisiones en caliente son las más perjudiciales. Cuando todo el mundo saca las antorchas, es bueno saber que quizá no es el momento de encender la pira. Aunque sea lo más sencillo.
Porque quizá traer a otro entrenador sea un golpe de efecto, pero no olvidemos que el que venga tendrá que empezar desde cero y que VF ya lleva tiempo tratando de encontrar la manera de que este equipo funcione. Cierto que no lo ha conseguido del todo, pero, personalmente, mi opinión es que se debe comer el turrón en el Depor.
Piensen un momento en quién vendría. ¿Un Domingos Paciencia o un Fernando Vázquez? ¿Saldría bien o mal? Esto es como abrir un sobre sorpresa. Siempre se tiende a pensar que el cambio lo arregla todo, pero la realidad es que muchas veces se consigue un efecto gaseosa. Mucha espuma al principio, pero luego…
Y no, no estoy ciego. Veo la realidad de un equipo que no encuentra la tecla, pero también veo una plantilla dispuesta a sacar las cosas adelante y que está con su entrenador. ¿Es suficiente? Al menos, de momento, para mí sí.