Incertidumbre, nervios, desasosiego, inquietud y tensión, mucha tensión la vivida hace hoy tres años en A Coruña. En juego estaba nada más y nada menos que la supervivencia de una entidad centenaria como el Deportivo, un club acostumbrado a vivir al filo de la navaja en muchas ocasiones a lo largo de su existencia, pero que esta vez veía como se jugaba su futuro en un “partido” en el que no había un balón de por medio, no se disputaba sobre el césped y no habría tiempo añadido. En lugar de un silbato las campanadas de medianoche eran quienes decretarían el final de un “partido” que, esta vez si, era a vida o muerte.
El duelo por hechos ocurridos apenas dos meses atrás y tan trascendentes como un nuevo descenso a Segunda o la marcha de todo un icono como Valerón había dado paso a una situación mucho más dramática. La grave tesitura económica e institucional por la que atravesaba la entidad en los últimos años y que supuso su entrada en concurso de acreedores, acabó derivando en la amenaza de un descenso administrativo por deudas con los jugadores, algo que en caso de haberse consumado habría acabado con el equipo en Segunda División B y enfilando el camino hacia la desaparición.
Después de años acostumbrados a vivir bajo las amenazas de sanciones de diversa índole llegadas desde organismos tanto nacionales como internacionales, aquel miércoles 31 de julio de 2013 se convirtió en un punto de no retorno, un auténtico “match ball”. Las denuncias por impago presentadas meses atrás por la plantilla tenían como fecha límite para ser solventadas ese día y, como bien se habían encargado de advertir desde los máximos organismos del fútbol español, en caso de no ser así el club sería castigado con el descenso administrativo a Segunda División B.
Los días previos, lejos de servir para acercar posturas que alimentasen las esperanzas de una solución inminente, trajeron consigo un aumento progresivo de la incertidumbre en todos los estamentos del club, especialmente entre la afición. La negativa de los jugadores a viajar a tierras portuguesas para disputar un amistoso programado ante el Arouca, la llegada a la ciudad de los máximos responsables del sindicato de futbolistas ante el mal cariz que estaban tomando los acontecimientos y la evidente falta de sintonía entre Lendoiro y los administradores concursales, hicieron saltar todas las alarmas.
Según fueron transcurriendo las horas de aquel miércoles se iban sucediendo las reuniones entre los distintos actores implicados —Lendoiro, Administración Concursal, representantes de los jugadores, LFP, Hacienda y entidades financieras— cuyo centro de operaciones era el despacho de un conocido bufete de abogados situado en Los Cantones. Las versiones que trascendían de lo que estaba sucediendo allí dentro eran múltiples pero todas coincidían en algo, seguía sin haber acuerdo.
Como no podía ser de otra manera estando de por medio la figura de Augusto César Lendoiro, el anuncio del ansiado acuerdo que garantizaba la supervivencia de la entidad no llegó hasta minutos antes de la medianoche, y lo hizo en dos entregas. En la primera de ellas, y a falta de una hora para que expirase el plazo, LFP, AFE, RC. Deportivo de La Coruña y los futbolistas de la primera plantilla hacían público un comunicado conjunto en el que se decía “haber alcanzado una solución satisfactoria para los intereses del deportivismo”, quedando ésta a expensas de que se efectuase el correspondiente abono de las cantidades adeudadas a los jugadores desde el momento de la entrada del club en concurso de acreedores. La confirmación definitiva de que se había procedido al pago de esas cantidades no llegó hasta unos minutos más tarde, y con ella el punto final a la agonía vivida por los aficionados, de los cuales varios cientos esperaban el desenlace de los acontecimientos a las puertas del propio despacho de abogados.
Pese al satisfactorio desenlace de las negociaciones y el acuerdo alcanzado, a la salida los protagonistas de las negociaciones fueron objeto de gritos y abucheos por parte de los aficionados allí presentes, situación que obligó a la policía a actuar escoltando a alguno de ellos para evitar que los incidentes fuesen a más. Antes de abandonar el edificio, Lendoiro atendió a la prensa para resumir lo ocurrido a lo largo del día. “Han sido negociaciones durísimas, en algún momento parecía que esto era un golpe de Estado. Finalmente hemos llegado a un acuerdo y tenemos que dar muchas gracias a Rubiales, AFE, Tebas y jugadores. Esto nos permite mirar el futuro con tranquilidad y negociar un buen convenio para el Deportivo”, afirmó el entonces presidente.
Tres años más tarde han sido numerosos los cambios experimentados por el Deportivo tanto en lo deportivo como en lo institucional, empezando por la elección de un nuevo Consejo de Administración encabezado por Tino Fernández, cuyos esfuerzos se centraron desde el primer día en garantizar el futuro del club, y los hechos demuestran que van por el buen camino. Hoy, 31 de julio de 2016, el equipo lucha por consolidar su proyecto en Primera División, tiene la plantilla de la próxima temporada prácticamente cerrada un mes antes del cierre de mercado, está cumpliendo escrupulosamente con el calendario de pagos estipulado en el convenio de acreedores y la masa social crece día a día. Aquel muerto está muy vivo.