“Llegué al Dépor en 2016 porque se estaba formando el equipo y, desde entonces, ya no me he ido de A Coruña”. Así empieza Cris Martínez su vídeo de renovación con el Deportivo Abanca hasta 2026. Un video de apenas minuto y medio, con la voz rasgada por la celebración del ascenso e imágenes que nos transportan a algunos de nuestros momentos más felices. Un anuncio que empieza con una declaración de intenciones y termina convirtiéndose en una declaración de amor al club de su corazón.
Se ha escrito mucho sobre la figura de la 22 y lo que representa para el deportivismo: el fichaje casual en 2016, su reconversión a lateral, su apuesta tras el descenso, sus valores, su liderazgo, su carisma, sus -recientes- 200 partidos defendiendo esta camiseta… Nos sabemos su historia de memoria.
Por eso, esta renovación sabe tan bien y ha sido tan celebrada por la afición: porque un Dépor Abanca sin Cris es inconcebible. Ella nos quiere y nosotras la queremos, no entendemos la vida deportivista si no es a su lado.
Hemos crecido con Cris. Sin darnos cuenta, partido a partido y temporada a temporada, nos hemos hecho mayores viéndola subir la banda de Abegondo. Aquella chica que llegó tímidamente desde Astorga, hoy luce con orgullo su bandera en Riazor, ante más de 14 mil aficionados, después de liderar al equipo en su regreso a la élite. Aquella Crispi que aceptó a regañadientes probar de defensa en su primer entrenamiento con Manu Sánchez, hoy se ha convertido en Cristina Martínez, primera capitana y leyenda del club.
A su vera, hemos pasado de ser adolescentes a la edad adulta; de ser las novatas ilusionadas que se iban a comer el mundo a una etapa más madura, más responsable, más sensata. Con Cris a la cabeza, aprendimos que la vida a veces nos golpea fuerte, pero que siempre hay que levantarse. Que se sufren reveses y rachas malísimas, pero que cada golpe esconde un aprendizaje. Y que, cuando al final el destino te recompensa, todo sabe infinitamente mejor.
Con Cris hemos aprendido a decir adiós. Hemos comprobado que hay despedidas que parten el alma y dejan un vacío inmenso. A su lado, vimos marchar a ídolas que creímos eternas en la grada y a compañeras que eran amigas sobre el césped. Y nos dolieron, todos y cada uno de los casos, pero siempre nos quedó la tranquilidad de seguir teniéndola a ella. Nos recompusimos, juntas, y seguimos adelante.
De la mano de la capitana, también hemos aprendido a recuperar la ilusión. A dar la bienvenida a la gente que apuesta por nosotras, a hacerles la vida más sencilla, a enseñarles lo que significa vestir la camiseta del Deportivo de La Coruña. A crear nuevos referentes y dejarlas volar, enfundadas en blanco y azul, recorriendo un camino de nuevos sueños y objetivos comunes.
Una vez escribí aquí mismo que todo cambia, pero Cris permanece. Y así sigue siendo. Ocho años después de su llegada, Martínez es nuestra pieza más valiosa, nuestra zona de confort, nuestro espacio más seguro. Un ejemplo de lealtad y compromiso a la altura de muy pocos futbolistas en la actualidad.
Cuando vienen mal dadas, miramos a su banda y nos abrazamos a ella, esperando que nos saque adelante. Que levante la cabeza, nos mire a los ojos y nos diga que todo irá bien sin necesidad de palabras. Apretamos juntas los puños, desde el campo y la grada, con la confianza de saber que nadie peleará con más ganas para revertir la situación. Ella es la prolongación del deportivismo en el césped, es una más de nosotras jugando, sufriendo, disfrutando y sintiendo el escudo en la piel. Sus cicatrices futbolísticas son las mismas que las nuestras, por eso respiramos aliviadas sabiendo que siempre está. Alejada de los focos, pero más implicada que nadie. Cris nos entiende y nosotras nos aferramos a eso para seguir manteniendo la fe.
Por eso, cuando el viento sopla a favor y celebramos en blanquiazul, los ojos también se nos van al lateral derecho. La buscamos para celebrar juntas y transmitirle nuestro cariño, admiración y agradecimiento. Y su sonrisa, dibujada entre la felicidad y el orgullo, es capaz de contagiar a miles de personas que se sienten casi más contentos por ella que por sí mismas. Porque esa gente, su gente, sabe que nadie se lo ha currado, nadie se ha esforzado y nadie se merece más todo lo bueno que le pase al Deportivo Abanca que Cristina Martínez Gutiérrez.
Tenía que ser ella la primera en firmar post ascenso -Paula Gutiérrez renovó a mediados de curso hasta 2026 y Ainhoa Marín tiene contrato hasta 2025-. Y tiene que ser ella quien guíe de nuevo al equipo en la élite, entre los más grandes de nuestro país y de Europa. Quien cuente la historia de aquella 2019-20 grabada a fuego en la memoria colectiva, pero también quien explique que esto es una nueva etapa, un nuevo sueño, una aventura diferente.
Dice en el vídeo que se vincula hasta 2026 porque, después de los tres años en segunda y de devolver al Deportivo a lo más alto, quiere darse la oportunidad a sí misma de jugar en el fútbol profesional con el club de su vida. Y esas palabras nunca han sonado mejor.
Cuando termine su nuevo contrato, habrá cumplido una década de blanquiazul. Y su leyenda será todavía más grande, lejos de cualquier otra que intente alcanzarla a corto plazo. En un fútbol donde lo efímero está de moda y la afición vive con el miedo permanente de despedir a sus jugadores insignia, la renovación de Cris Martínez sabe a casa para el deportivismo. Cris es pasado, presente y futuro. Es Historia, nuestra Historia. Cris es hogar. Cris es el Dépor.