La historia, caprichosa y selectiva, solo entiende de vencedores y vencidos. España quiere escribir la historia del que logró lo que nadie consiguió. Italia, la del que ha llegado más lejos que ningún otro. O uno u otro se quedará en el camino.
Una epopeya es un subgénero de la épica caracterizado por tres puntos. La primera, la fundamental, es la relevancia de lo narrado. Una epopeya se escribe siempre en torno a acciones trascendentales en la historia de un pueblo. La segunda, también imprescindible, es la longitud. Toda epopeya requiere un relato muy detallado de los acontecimientos. Y la tercera, condición sine qua non, es la heroicidad, lo sobrenatural, lo maravilloso. Cualquier epopeya es recordada inexorablemente unida a la figura de un personaje legendario.
Compartiendo estos tres nexos, llegan España e Italia a Kiev. El Estadio Olímpico medirá las fuerzas de ambas para coronar a uno de los dos. Al igual que ocurría en los relatos de Homero. Porque la historia, caprichosa y selectiva, solo entiende de vencedores y vencidos.
La epopeya española sitúa sus primeras letras hace cuatro años. En Innsbruck, Austria. Y quiere cerrarse en la capital de Ucrania. Cuenta la historia de un pueblo que tenía que presumir de alguna batalla vencida, porque había perdido todas las guerras. De mil formas diferentes. Cuenta la historia de ese pueblo que un día empezó a ganar, hasta lograr lo que nunca nadie ha logrado. Lo que nunca soñó que lograría. Para ello, tiene que salir vencedor de una última lucha. Alcanzar el trono de Europa en este 2012 supone fijar un hito para la posteridad: ninguna selección dominó el fútbol mundial como la selección española en estos años.
La epopeya italiana es solo el último libro de una de las sagas más prestifiosas, cuyo comienzo data de 1934, la conquista al primer trono mundial. Desde entonces, el mismo autor ha escrito otros cuatro: tres reinados mundiales más, y uno europeo. Todos guardan una característica en común: lo inesperado. Son cinco historias de debilidades transformadas en fortalezas, de guerras ganadas cuando todo parecía perdido. Escribir la sexta, en Kiev, supone igualar lo que ha hecho Alemania. Lo que solo ha hecho Alemania.
España.
Pocas veces un finalista ha generado tanto debate entre sus propios aficionados. Los éxitos recientes y el nivel de una generación histórica de jugadores han situado un nivel de exigencia elevadísimo, en el que no basta con pasar rondas. Se reclama arrollar al rival, y cualquier atisbo de resistencia es interpretado como un síntoma de debilidad. Ha perdido profundidad respecto a versiones anteriores, pero los niveles de competitividad alcanzan un máximo histórico. Le cuesta llegar a posiciones de gol, pero su capacidad para dominar partidos y anular el potencial ofensivo de los rivales no tiene precedentes.
Sistema defensivo. Sin balón, no te pueden hacer gol.
Con un gol recibido en cinco partidos, la clave del buen desempeño de la selección es su capacidad para dominar los encuentros, que ha desembocado en un rendimiento defensivo espectacular. El doble pivote Busquets – Xabi Alonso sostiene constantemente la línea de presión rápida que lleva a ahogar las posibilidades ofensivas del rival. Sergio Ramos, en su versión más imponente, lidera una zaga que ha anulado a atacantes del nivel de Cristiano Ronaldo o Benzema. Así, Casillas, bajo palos, no tiene mucho trabajo, pero aparece siempre que es preciso.
Sistema creativo. Toque, toque, toque.
Que el balón va a ser de España es algo que ya asumen los rivales al preparar el partido. Algunos incluso, ya de mano renuncian a intentar quitárselo, y otros, que lo intentan, solo logran tenerlo en fases puntuales del juego. Se juntan numerosos futbolistas con una extraordinaria habilidad para dominar el balón y el sistema nunca deja de elaborar juego, aunque sí que tiende a atascarse, con Xavi lejos de su nivel óptimo de forma. Iniesta y Silva son los encargados de darle verticalidad a un juego a veces demasiado horizontal.
Sistema anotador. La alargada sombra de Villa.
España no termina de encontrar el camino del gol. Ni con nueve, ni si nueve, ni con nueve falso. El cociente ocasiones de gol – posesión de balón alcanza valores preocupantes, aunque ello no haya sido un obstáculo en el progreso del equipo entrenado por Del Bosque. Solo la genialidad de Iniesta, y la rapidez de dos extremos como Jesús Navas y Pedro, han creado peligro con cierta constancia a los porteros contrarios. Comparado con el juego de anteriores versiones, echa de menos un Villa que afronte el partido con la portería siempre en la cabeza.
Once previsto: Casillas; Arbeloa, Piqué, Sergio Ramos, Jordi Alba; Busquets, Xabi Alonso, Xavi; Iniesta, Silva y Pedro.
Italia.
Como tantas otras veces, Italia empezaba el torneo con problemas extradeportivos. Como tantas otras veces, pensamos que esta generación distaba mucho de otras. Como tantas otras veces, Italia ha estado contra las cuerdas en la primera fase. Como tantas otras veces, Italia ha ido puliendo su versión durante el transcurso del campeonato. Como tantas otras veces, a Italia no hay quién le haga gol cuando empiezan las eliminatorias. Como tantas otras veces, Italia ha arrollado a Alemania. Como tantas otras veces, y aunque ha empatado más que ganado, Italia está en la final.
Sistema defensivo. La camiseta por encima del nombre.
Lejos quedan Costacurta, Maldini, Baresi y Nesta. Ninguno de los actuales se les aproxima. Pero la defensa, en Italia funciona per se. Cero goles recibidos en los últimos tres partidos, especialmente ante Alemania, donde Prandelli se vio obligado a improvisar una solución de urgencia ante las bajas en el lateral derecho, demuestran que la camiseta está por encima del nombre. Es complicado hacerles gol, aunque la Bella Italia no recuerde mucho a ediciones anteriores. En portería, el eterno Gianluigi Buffon sigue al nivel de los mejores del mundo.
Sistema creativo. Todo gira alrededor de Pirlo.
Nadie como Andrea Pirlo reina en el caos. Tan solo él es capaz de imponer su estilo de juego asociativo en contextos muy diferentes. Achica, cuando hay que achicar, ordena, cuando hay ordenar, asiste, cuando hay que asistir, y si tiene que anotar un penalti a lo Panenka para minar la confianza del portero rival, también lo hace sin darse más importancia del que está haciendo lo que tiene que hacer. Marchisio, Montolivo y De Rossi están interpretando de forma excepcional su papel de secundarios.
Sistema ofensivo. Una de genios.
Antonio Cassano y Mario Balotelli es un duo que pasará a la historia. Son el punto y la i. Uno es bajo, el otro es alto. Uno, blanco; el otro, negro. Uno, endeble; el otro, casi indestructible. Uno se pasa el día sonriendo; el otro no sonríe ni cuando mete goles. Ambos comparten, sin embargo, un carácter inmensamente polémico. Solo podían ser amigos íntimos o enemigos irreconciliables. Decidieron ser lo primero. Y cuando tienen el día, son muy peligrosos. Tienen esa genialidad que les permite crearse una ocasión de la nada.
Once previsto: Buffon; Maggio, Chiellini, Bonucci, Balzaretti; Pirlo, De Rossi, Marchisio, Montolivo; Balotelli y Cassano.
Nexos.
9 de julio de 1994. Mundial USA 94. Cuartos de final. Italia 2 – España 1.
Solo sangró Luis Enrique, pero ese codazo de Tassotti, en el descuento, lo notaron en su cara millones de españoles. Poco antes, Roberto Baggio había fijado la eliminación española. Minutos antes, Julio Salinas había perdonado el gol en un uno contra uno ante el portero de Italia. Justo después de que Caminero hubiese igualado un gol inicial de Dino Baggio. Es la eliminación más recordada en la historia de España en los Mundiales. La más llorada. La más cruel. Se había dejado marchar una oportunidad histórica.
22 de junio de 2008. Eurocopa Austria y Suiza 08. Cuartos de final. España 0 (v.p.p.) – Italia 0.
El partido que cambió la historia, ya nadie lo duda. El partido que fija un antes y un después. El periodista inglés Jonathan Stevenson se preguntaba reciéntemente cuánto del éxito actual de la selección estaba relacionado con la selección de Pirlo, gran estrella italiana, en aquel partido. España dominó, si bien nunca dejó mostrar los otrora habituales nervios de una selección que siempre temió hacer historia. Los penaltis, recordados para siempre por la parada de Casillas a De Rossi y la extrema concentración con que Cesc anotó el último, provocaron que España jugase la siguiente ronda.
16 de junio de 2012. Eurocopa Polonia y Ucrania 12. Primera jornada de la liguilla. Italia 1 – España 1.
España e Italia empezaron la Eurocopa de la misma forma que la van a acabar: enfrentándose. Ese primer duelo, se saldó con tablas, y con la sensación que el equipo transalpino había sabido contener el juega de la selección campeona del mundo. Di Natale, que había salido desde el banquillo, anotó el tanto de Italia, aunque no tardó mucho en empatar Cesc para España. Y al final, un 1-1, que no era malo, pero que casi obligaba a los dos equipos a ganar los dos partidos restantes.
24 de junio de 2012. Eurocopa Polonia y Ucrania 12. Tercera jornada de la liguilla. España 1 – Croacia 0.
Un 2-2 clasificaba a España, como primero, y Croacia, como segundo, a la siguiente ronda de la fase de grupos. Independientemente de lo que hiciese Italia ante la selección irlandesa. E Italia encendió la luz de alarma a través de acusaciones. No se habló de otra cosa que del posible biscotto. No lo hubo. España tuvo en su mano eliminar a la selección campeona de un Mundial en cuatro ocasiones, pero no firmó ese pacto de no agresión con Croacia.