Comprar una elástica del equipo de tus amores a una tienda online china y que a última hora te digan que te la cambian por una camiseta blanquiazul de un equipo diferente. Y vaya equipo eligieron los asiáticos… Para tirarse de los pelos.
Los colmos. Esas frases tan españolas -que se están perdiendo, por cierto- y que reflejan el grado más alto de lo absurdo. Incoherencia y disparate en el sentido más amplio de la palabra. Quién no habrá dicho alguna vez eso de «el colmo del calvo es que le regalen un peine», o quién no se habrá extendido un poco más para decir «el colmo del ciego es llamarse Casemiro, vivir en la urbanización Buenavista y en el piso 9.º-B» e incluso quién no habrá argumentado que el más logrado es ese famoso «el colmo de los colmos es perder un imperdible».
Saco esto a relucir porque hace poco conocí a una persona que sufrió en sus carnes el colmo de un deportivista. O uno de los colmos, porque seguro que hay unos cuantos. El protagonista de esta historia, que es un deportivista más, como tú o como yo, prefiere permanecer en el anonimato. Quiere que al menos su nombre no se conozca. Que no se sepa a las cuatro leguas cómo se llama porque francamente no está orgulloso de que esta historia le haya pasado. Por llamarle de alguna forma, llamémosle… «Mr. Blue».
«Mr. Blue» tiene labia. Mucha labia. Se le da bien eso de contar historias. Pone énfasis en las partes más importantes, contextualiza al dedillo cada momento y mantiene la intriga del relato. Es el típico chico al que si te paras a escucharlo te deja embobado siguiendo el hilo de sus palabras como si de un cuentacuentos se tratara. Por el bien del relato y por respetar esa intriga que el bueno del protagonista le puso cuando la narró, intentaré mantenerla yo también en el texto.
El amigo «Mr. Blue» es un amante de las camisetas. De todos los equipos: de selecciones, de clubes, las de entrenamiento… Tiene una colección formidable. La del Borussia Dortmund del 96, la del Barcelona del 92, la de España, la de Italia, esa de Camerún que se recuerda como la más tullida de la historia… Cuenta con grandes reliquias de valor incalculable para un coleccionista como él. Obviamente, no son todas originales, que de ser así se dejaría un dineral en vestimentas. Así que una de las tiendas que más visita es una de estas típicas online de China que ofrecen camisetas a un precio reducido, muy por debajo del de las tiendas oficiales.
Cada cierto tiempo se mete en la página web para ver si hay alguna novedad que le llame la atención. Como acostumbra, las primeras palabras que pone en el buscador son las de ‘deportivo coruna’ (no, no funcionan las eñes). Eso de poner en el buscador el nombre del equipo gallego le sale casi de forma inconsciente. Es automático e instintivo. «Por si acaso», debe pensar, «no vaya a ser que haya una nueva que no tenga».
Hace unos meses su sorpresa fue que había una camiseta blanquiazul de la campaña 2003-2004, esa zamarra que tiene el privilegio de ser con la que más lejos ha llegado el Deportivo en competiciones europeas. Así que la metió en el carro virtual junto a las que utilizaron Inglaterra y Alemania en el último Mundial, pagó y recibió el justificante, también virtual, de haber hecho el abono. Ahora tendría que esperar entre siete y diez días para que le llegase a su domicilio.
Acudió a su armario y revisó entre las seis o siete camisetas que tiene del Deportivo. Le sonaba que no tenía la de ese año. Las puso todas sobre la cama y, en efecto, por allí no estaba la Joma blanquiazul con la marca de Fadesa en el pecho. Alardeó frente a sus amigos y dio la tabarra en Twitter como si fuese un feliz quinceañero.
Pasados seis días le sorprendió un mensaje en su email. Se trataba de un cambio en una de sus camisetas. Con un mensaje corto en un inglés telegráfico, la página web china le anunciaba que no tenía la camiseta del Deportivo y que se la cambiaba por una de otro equipo. No le dejaban capacidad de decisión en caso de preferir que le devolviesen el dinero o que el cambio fuese por una de otro club. En el mail había dos símbolos (✓ ✓) al lado de las banderas inglesa y alemana, pero junto a la bandera del club gallego no aparecía este símbolo y sí el siguiente mensaje:
Change to Porto home jersey (Cambio por camiseta del Porto)
«¡Serán cabrones los chinos!». Su tono de voz subió cuando llegó a este punto del relato.
Estaba convencido de que lo habían hecho a propósito. Que la elección había estado madurada por los encargados de dicha web. Como si los chinos supiesen quién era Jorge Andrade y qué había pasado en la ida con Deco. Como si los chinos recordasen la amarilla que recibió Mauro Silva en el minuto 29 en O Dragao y que le impediría jugar el decisivo partido de vuelta. Como si los chinos conociesen, incluso, el famoso «estáis muy creciditos» de Mourinho en sala de prensa, el fallo de Valerón dentro del área pequeña o el penalti de César a Deco que transformó Derlei. «No han tenido ni un poquito de sensibilidad. Por lo menos que revisen si hay algo en común».
Días después la camiseta ya aparecía en eBay. Al final «Mr. Blue» acabó ganando dinero, pero nada le evitaría sufrir el colmo de un deportivista.