Ocho victorias seguidas. Cada vez que despliego el calendario del Dépor, una sonrisa inunda mi rostro. Veinticuatro puntos seguidos y un ritmo vertiginoso rumbo a la máxima categoría. El recorrido es largo, y eso no debe olvidarse, pero no es menos cierto que las sensaciones son magníficas.
Ganar ocho partidos seguidos no resulta sencillo en ninguna categoría. El Rico Pérez se convirtió en el escenario elegido por el Dépor para mandar un aviso al resto de equipos: la solidez de este grupo no tiene freno a estas alturas de la temporada. A lo largo de estos últimos años, he visto a distintos equipos perder ventajas suculentas en Segunda División, pero este Dépor posee y debe acreditar la consistencia y experiencia necesaria para que esto no suceda.
Estos resultados me llevan a una reflexión acerca del descenso. Durante las últimas temporadas, el rumbo del Dépor era incierto. Varios años en Primera División, en zona de nadie y con un estadio de Riazor que perdía afluencia de aficionados a un ritmo preocupante. El miedo al descenso atenazaba a un club, acostumbrado en sus dos últimas décadas a luchar por objetivos más importantes. Tanto afición como equipo no digirieron ese cambio y, tal vez, el descenso se ha convertido en la solución ideal para recuperar sensaciones pasadas. A Coruña debe identificarse al 100% con su equipo y pasear con orgullo los colores de su club. Siempre he mantenido que el mayor patrimonio de un club es su afición.
Las dudas lógicas que planteaba el descenso se han esfumado con unos resultados al alcance de muy pocos equipos. De los 72 puntos disputados hasta la fecha el Dépor se ha quedado con 51. Con 41 goles es el equipo más goleador junto al Celta de Vigo.
Quedan 18 jornadas para finalizar la temporada. Son muchos puntos en juego y seguro que llegarán momentos duros para los que el equipo debe estar preparado. Mientras tanto toca disfrutar, un verbo que en el mundo del fútbol no siempre es fácil de conjugar durante tantas semanas consecutivas.