Una semana más, Tomás Magaña regresa con ‘El mediapunta defensivo’ para esta vez hablar sobre el rol de Lux en el Deportivo.
Llegado mayo resulta que en la plantilla del Deportivo, aquella que tantas dudas y recelo suscitaba en agosto, ha surgido una columna vertebral, un puñado de pilares que casi todo el mundo querría retener si el equipo juega en Primera División la próxima campaña. Tomando el concepto de ‘pasillo de seguridad’ acuñado por Luis Aragonés, Fernando Vázquez ha encontrado un interesante delantero en Toché, un enganche con tobillo de artista en Sissoko, un centrocampista referencial en Juan Domínguez y un inmenso zaguero en Insua. En el arco ha encontrado mucho más que un portero. Ha encontrado a Germán Lux.
Con permiso del armero Xabi Irureta, el de Carcarañá será salvo súbita debacle el guardameta menos batido del año en la categoría de plata. Pero la estadística no alcanza para explicar lo que Lux ha aportado al Dépor, ni siquiera contabilizando la gran cantidad de puntos que han agarrado sus manoplas. La relevancia de su figura va más allá de los domingos y los terrenos de juego. Germán se ha convertido en un auténtico líder en el vestuario blanquiazul. Sin buscarlo, sin hacer nada más que ser él mismo. Sin declaraciones estridentes, apenas con silencio o pensamientos sencillos expresados con voluntad firme, con rectitud inquebrantable. No es poco.
Lux fue un rompeolas de acero en un verano tormentoso. En la incertidumbre dio un paso al frente antes que nadie, sin temor a que el suelo que pisaba se derrumbase bajo sus pies. Su mano tenía una carta blanca y otra azul y tiró el all-in, convencido de que había llegado su momento en A Coruña, sin pararse a masticar los dos años que había visto pasar aparcado en el banquillo de Riazor. Internacional argentino, 31 años y con propuestas de Primera División sobre la mesa. Germán no contabilizó ceros y priorizó satisfacer su propia ambición, afrontar sus retos pendientes. La puerta de atrás no es una opción para quien es humilde y grande al mismo tiempo.
El ‘Poroto’ conoce lo suficiente de la vida como para que el fútbol nunca deje de ocupar en ella un lugar razonable. La vida le golpeó duro en 2006, en lo personal y también en lo deportivo. Aquel verano, a última hora, contra la lógica más elemental y de forma cuanto menos sospechosa, se quedó fuera de la convocatoria de la selección albiceleste para la Copa del Mundo. El cancerbero que ocupó su puesto confesó que Lux merecía aquella plaza más que él. El hoy deportivista se sentó ante cámaras y micrófonos y dejó a los injustos a solas con su injusticia. “No quiero caer sobre nadie. No quiero estar triste y angustiado por gente que no lo merece”, señaló, lejos del barro donde se perpetró la decisión de marginarle. Ocho años más tarde, si uno se detiene a observar los porteros que Argentina llevará a Brasil…
Germán Lux es futbolista, portero, líder y hombre. Ha demostrado valía para jugar donde quiera, se ha ganado a pulso el derecho a hacer una elección sobre su futuro sin que nadie se atreva a cuestionarla. Tan sólo cabe el respeto y el aplauso, abrir la puerta más grande de Riazor si es que opta por un nuevo desafío lejos de Galicia. Suceda lo que suceda, merece toda la estima que el deportivismo pueda brindarle. Ojalá que por su mente pase la idea de continuar superándose en el Dépor. Los equipos de verdad se construyen sobre hombros y principios robustos como los suyos.