Verano de 2015, el Espanyol femenino, uno de los clubes históricos del fútbol español atraviesa una de sus crisis más delicadas. 45 años después de su creación, y algunos meses más tarde de conseguir una nueva permanencia en la máxima categoría, la directiva informa a las jugadoras de que no hay dinero para salarios. Quien quiera jugar en el RCDE, lo hará gratis, el presupuesto es nulo, solo hay dinero para cubrir las necesidades básicas: buenos hoteles, buenas condiciones para los viajes y servicios médicos -un tanto escasos-. El panorama no invita a la esperanza, sin embargo, un grupo de jugadoras, comprometidas con la causa, decide que si el Espanyol padece, ellas van a ayudarlo. Por el escudo, por la força d’un sentiment, asumiendo todas las consecuencias. Sin ninguna recompensa económica.
“Nos vimos en la tesitura de (tener que) decidir con el corazón, más que con la cabeza”. Era un todo u nada. Marcharse, dejar el vestuario vacío, podía suponer el mazazo definitivo, podía llevarse por delante al Espanyol. Y no lo iban a permitir. Ni Estíbaliz Torralbo, quien pone voz a estas declaraciones, ni algunas de sus mejores amigas dentro de aquella plantilla. La malagueña compartía piso con Inés Juan en aquel momento. Y ahí empezó el entramado, la maniobra por salvar el femenino. “Lo comentábamos. (Yo) dependía de lo que haría Inés, Lombi, por ejemplo, que en aquel momento hicimos muy buena relación, Paloma, (Andrea) Pereira…”. En esas cabezas, en esas conversaciones, se jugaba el futuro el equipo perico. “No fue algo premeditado o consensuado, pero sí que nos influenciamos las unas a la otras para tomar la decisión final”.
Y salió cara. Por muchos motivos, pero en parte, porque aquel grupo de futbolistas era consecuente con sus actos. “Pensamos en las generaciones que venían detrás, pensamos en que (en un futuro) pudieran disfrutar del crecimiento que, considerábamos, iba a tener el fútbol femenino”. En resumen: sabían el juguete que tenían entre manos. “Nuestro pensamiento era que, si todas nos íbamos, sin presupuesto, el club tendría que tirar de jugadoras de aquí de Catalunya; no digo mejores ni peores, sino con menos experiencia en la categoría. Y, seguramente, a lo mejor, terminasen la temporada en descenso”, un paso atrás que el club ya no podría remontar.
Ahora, 4 años más tarde de aquel heroico episodio, el Espanyol es profesional. En todos lo sentidos. “Se han mejorado los sueldos”. En concreto, han subido un 30%. Pero no solo eso, desde esta temporada, “se pueden dedicar 100% a ser futbolistas”. Y eso es un lujo que antes ni imaginaban, ni siquiera en cuanto a horarios de entrenamiento: “Ahora ya no tenemos la queja de entrenar a las 10 de la noche, no descansar porque llegábamos tarde, cenábamos tarde, y al día siguiente teníamos que madrugar para ir a trabajar”. Desde este mismo verano, las futbolistas de Salvador Jaspe se ejercitan por las mañanas, al igual que sus homónimos del masculino, y tienen el resto del día libre.
Algunas, como la propia Estibi, ya no disfrutan de las nuevas condiciones: “He tenido que elegir entre mi carrera profesional como desarrolladora software o mi carrera como futbolista. La realidad es que sí, que esto está creciendo, pero a mí el fútbol no me da una garantía para el día de mañana”. No obstante, sus esfuerzos quedarán en el recuerdo de todos los espanyolistas. Son los frutos, la recompensa de una lucha silenciosa y sin ánimo de lucro. Lo hicieron por el club, por las que venían detrás, porque les salía de dentro, y para “el día de mañana poder encender la televisión y ver al Espanyol en la máxima categoría”. Palabra de Estibi, palabra de perica.
*El domingo arranca la Primera Iberdrola para el Dépor ABANCA. Las coruñesas reciben al Espanyol en Abegondo (12h). Esta serie de textos sobre sus rivales pretenden poner en contexto, explicar de dónde viene y hacia dónde va el fútbol femenino español.