Hay historias que merecen ser contadas desde el principio para que no pierdan ningún matiz. La de Graham Harrison (Jersey, 1957) es una de ellas. Por su originalidad, por su pasión por el Deportivo… Y, sobre todo, por las subtramas que guarda el relato. ¿Cómo un inglés de las islas del canal de la Mancha se hace deportivista? No, no busquen la explicación en los títulos ni en el Súper Dépor. Su relato no va por ahí.
Corría el año 1991 cuando este anglosajón recibió un convite para ir a Galicia. “Un amigo mío, que estaba casado con una mujer de A Pobra do Caramiñal, me pidió si lo acompañaba hasta allí en coche, porque a él no le gustaba demasiado conducir y eran muchas horas. Yo nunca había ido a la península ibérica, solo a Canarias y Baleares”, explica Harrison, que no dudó ni un segundo en aceptar la invitación. “Bajamos por el canal de la Mancha, por el túnel, desde Calais, y tardamos 2 o 3 días en llegar”. Una vez instalados en O Barbanza, Graham se fue integrando como pudo en la pandilla. Iba a pasar solo unos días con ellos, pero cuanto mejor se adaptase, mejor sería aquella experiencia. Así que eso hizo. De entrada no tenía ni idea de español, pero con intérpretes y por gestos fue apañándose.
Intimó con todos, pero con una de las chicas, con Berta, conectó de manera especial. Tanto, que tuvieron una cita. “La invité a comer en un restaurante de A Pobra y nos comunicamos con un pequeño libro que yo tenía y se titulaba ‘Español para viajeros’”. Fue un momento bonito, para el recuerdo, pero después de aquellas vacaciones en Galicia, Graham tuvo que regresar a Jersey, seguir con su vida cotidiana. En el viaje de vuelta, en medio de tantos kilómetros de carretera, rememoró lo vivido y hasta quiso recuperar algunos contactos. “No me había quedado con todos los teléfonos, así que llamé a gente de la pandilla, me consiguieron el número de la madrina de Berta y me puse en contacto con ella”. Él quería ir más allá y pronto supo que el interés era mutuo. 18 meses más tarde, varias llamadas a distancia y algunas visitas después, Graham y Berta contrajeron matrimonio y se fueron a vivir a Londres. Lo que parecía una excursión exprés a A Pobra acabó convirtiéndose en algo mucho mayor.
Un cordero en el Teresa Herrera
“En agosto de 1992 -unos meses antes del enlace-, volví a Galicia”, expone Harrison, “y el padrino de Berta me llevó al Teresa Herrera. Fuimos a la primera ronda y a la final. En la final estuvimos sentados en la grada y, muy cerca de nosotros, en el descanso, aparecieron unos aficionados del Dépor con un cordero asado en una bandeja enorme. Recuerdo que la bandeja era de metal, llevaba papel de aluminio por encima y ellos tenían también botas de vino. Parecían una familia. Nos invitaron y quisimos probar su menú”, explica entre risas. Un inglés comiendo cordero y bebiendo vino en bota mientras presencia un Sāo Paulo-Barcelona en el Estadio de Riazor. Pocos estudios sociológicos pueden definir mejor y más rápido al pueblo gallego y a su capacidad para integrar foráneos.
El propio Graham, lógicamente, no daba crédito con aquella escena que está viviendo: “Alucinaba, flipaba. Aquel día me quedé enamorado del Deportivo y de la amabilidad de su gente: gallega, gallega”, repite intencionadamente, y continúa. “Por aquel entonces, el Dépor aún no era uno de los grandes, pero me recordaba a mi equipo de Inglaterra, el Nottingham Forest, humilde y campechano”. Y resume: “De este modo fue como empezó mi historia con el Deportivo”.
Los partidos televisados
A partir de ese año, Graham -además de convertirse en un habitual del Teresa Herrera-, comenzó a ver los partidos desde Inglaterra. «Los veía por TVE Internacional. Mi hijo mayor (Jethro Xoxé) siempre ha tenido el español como idioma principal gracias a eso. El mayor éxito del Deportivo que hemos visto por televisión fue el Centenariazo. Nos dieron una alegría… ¡Jolín! No te puedes imaginar cómo estuvimos en casa mis niños y yo, felices, felices, felices. El mayor tenía 8 años y el pequeño (Liam Yago) 2, y yo me volví loco con esa hazaña”.
Un grito al cielo del Bernabéu
En 2006, Graham, Berta y sus dos hijos se mudaron a Madrid por motivos laborales de Graham; que comenzó a trabajar como enlace en España de la Embajada Británica. A lo largo de estos últimos 14 años en la capital, la familia Harrison Lojo ha visitado el Santiago Bernabéu en numerosas ocasiones. Muchas de ellas, para animar el Dépor. Otras, para ver partidos de LaLiga en general. Pero siempre siguiendo un protocolo, una forma de actuar. La describe el propio protagonista. “Mis hijos son testigos de ello: (antes de la pandemia) cada vez que entrábamos al Bernabéu, yo siempre gritaba ‘¡Aúpa Dépor!’. En cualquier partido, daba igual quien fuera el rival del Madrid. Y mis niños me decían: ‘¡Papá, por favor, cállate!’”. Mientras lo explica, se parte de risa, pero luego, cambia el tono y reflexiona sobre el panorama futbolístico español.
“Cuando la gente del Madrid me pregunta con sorna: ‘¿Qué, cómo le va al Dépor?’ Yo les digo que me da igual la categoría en la que esté, que soy del Dépor de corazón, hasta la muerte. Y, si me dicen que son andaluces, o de otra comunidad cualquiera, les contesto: ‘¿Pero por qué no elegís un equipo de allí?’ Me enfado con muchísimos gallegos que son de Real Madrid y Barcelona, ¿acaso no hay equipos en Galicia?”. Y recalca el ejemplo de su casa. “Mis hijos aquí son del Dépor, y no tienen otro equipo. Hay muchísima gente que tiene dos equipos y te dice: ‘Soy del Madrid, pero mi otro equipo es…’ No, no, lo siento, tienes que tener un equipo y ya está, quédate con él. Through, thick and thin” (expresión inglesa que significa que vas a estar con alguien en las buenas y en las malas).

La broma de José Mourinho
Graham dispone de mil anécdotas, pero hoy vamos a contar solo una más. Conocido de José Mourinho, en 2012 recibió una sorpresa del técnico portugués. “Estábamos en Canillas, apareció con una bolsa, me la tiró y me dijo entre risas: ‘Toma, esto es para ti, una camiseta del Oporto’. Yo le di las gracias y no abrí el regalo hasta que llegué al coche. Cuando lo desempaqueté, me encontré con que era una camiseta de Valerón, ¡de Valerón!”. Aquel vacile tenía una explicación, un contexto previo. “Yo llevaba un tiempo suplicándole a José que por favor me consiguiese una camiseta del Flaco, que era nuestro héroe. José me dijo que sin problema y nos invitó entonces a toda la familia al Bernabéu, a un Real Madrid-Deportivo (2012). La idea era que conociésemos a Valerón, pero ese día -el día que iba a cumplir 300 partidos de blanquiazul- no jugó, y nos quedamos sin cumplir el deseo”. Por eso, algunas semanas más tarde, Mourinho -con Carlos Lalín como aliado- quiso saldar aquella deuda que tenía pendiente.
A día de hoy, Graham conserva la camiseta como si fuese un tesoro, y matiza: “Cuando toda esta situación se calme, espero que Valerón me la pueda firmar. ¿Porque ahora está entrenando al Fabril, no? Algún día nos acercaremos a Abegondo, a ver si hay suerte. No solo era un gran futbolista, es una gran persona”. Antes de despedir la llamada, aún tiene tiempo para hablarme de Álex Bergantiños, “el corazón del Deportivo”, de Fran, su vecino en los veranos de Cabío, de la falta de gol del equipo o de la Segunda B. Dice que cada fin de semana utiliza una aplicación en el móvil para enterarse del minuto a minuto de los partidos de su Dépor. Lo tiene todo controlado. Porque cuando se trata de amor, Graham no entiende de distancias, siempre busca la manera.