Edición especial del Mediapunta defensivo de Tomás Magaña. Tal vez el título no os diga mucho, así que lo mejor será que entréis en la noticia.
6 de marzo de 2002
17:00 – Flávio Conceição ha creado el grupo ‘Fiesta Centenario Real Madrid’.
17:01 – Roberto Carlos se ha unido al grupo.
17: 01 – Savio Bortolini se ha unido al grupo.
17:02 ~ Flávio Conceição: podemos convidar o Djalma também!!
17:03 ~ Savio Bortolini: sim!
17:03 ~ Roberto Carlos: ele vem para a festa, certeza
17: 05 – Djalminha se ha unido al grupo.
17:05 ~ Flávio Conceição: oi Djalma, voçê está convidado a festinha…
17:06 ~ Djalminha: Ok. Falamos após o jogo
22:57 – Flávio Conceição ha dejado el grupo
23:00 – Savio Bortolini ha dejado el grupo
23:00 – Roberto Carlos ha dejado el grupo
Parece anteayer, pero fue hace ya doce años. Si hubiese ocurrido hoy, lo anterior podría ser la recreación de los acontecimientos de aquella inolvidable tarde del 6 de marzo. Porque no sólo la noche y la madrugada fueron inolvidables. Lo fue también aquella tarde en que el deportivismo, en un acto de irreverencia espontánea, se dedicó a disfrutar, a saborear y exprimir aquello que nadie podía arrebatarle antes del minuto 90 más descuento, por insignificante que pareciese. La posibilidad de ganar. La mínima opción de figurar en la historia como el equipo que chafó una fiesta más grande que la de Flávio, organizada no sólo por el Real Madrid. Lendoiro verbalizó un sentimiento en la previa: “le deseo al Madrid un buen día y a nosotros, una buena noche”.
En la era digital es deliciosamente posible volver a ver aquel partido todas las veces que se quiera. El gol de Sergio y el de Diego Tristán, el de Raúl para recortar distancias, Irureta amarrando al cambiar a Valerón y Fran por Duscher y Capdevila. Pero nadie ha grabado en .avi cada uno de los miles de gritos y abrazos que parecían no poder ser más fuertes en el minuto 6, ni la pruebas de que sí podían serlo 32’ más tarde. Nadie ha capturado en .mp3 los latidos herculinos en la última media hora, el sonido de agonía e ilusión intercambiando directos en un solo ring. Nadie conserva en .jpg todos los rostros a la mañana siguiente, emborronados en pintura blanca y azul, mezclada con cerveza y legañas, todavía tratando de creer después de ver, todavía apretando los dientes al cruzarse con el vecino merengón. ¡Quién pudiera hacer hoy retweets a mansalva, desde un bando y el otro, con orgullo, con saña, con…!
Ni WhatsApp ni redes sociales. Es historia. Agua pasada, aunque fresca; nunca anecdótica, pues no pueden serlo los hitos imborrables. De la misma manera que Florentino tuvo que echarse a un lado cuando Augusto acudió a recoger la Copa, quién sabe si intercambiando una mirada de circunstancias con Villar, Flávio tuvo que cancelar su fiesta o entregar a Djalma las llaves del garito. Como el madridismo cedió sus calles y sus bares a un puñado de deportivistas enloquecidos. Y ahí reside el eterno orgullo del modesto: en una fecha con que recordar para siempre al poderoso que, cuando se emborracha de prepotencia, también son grandes sus miserias.