Jugar al fútbol es casi siempre sinónimo de disfrute y felicidad, aunque a veces también implique problemas burocráticos y lesiones. Como en tantos otros casos, la vida de Stefan Deak (Ruma, Serbia, 23 de marzo de 1991) tuvo un poco de las dos partes: primero disfrutó, luego sufrió, y ahora vuelve a recuperar la sonrisa. Pero el proceso, entre medias, no fue nada fácil: por el camino se topó con demasiados baches inesperados que frenaron de lleno su carrera.
Corría el año 2011, y el invierno empezaba a dar sus primeros coletazos, propiedad del Spartak Nalchik, de la Superliga rusa, Deak era el capitán de la Selección Serbia sub 19, cuando el Dépor lo llamó. Querían probarlo, y si cuajaba, incorporarlo de inmediato al filial. Alertado por su representante (Radoslav Bebic), el futbolista balcánico aceptó la propuesta. Con ofertas de Inglaterra, se decidió a probar fortuna en España, superó el test, y acabó firmando por 4 años y medio. Era el último (antes habían llegado el liechtensteiniano Martin Büchel y el portugués Dinis) de tres refuerzos invernales. Con el Fabril en Segunda B, desde el club coruñés querían firmar a varios jugadores para atar la permanencia y, de todos los elegidos, Stefan era el más joven. Un reto ilusionante para un futbolista que aún no había salido del Este de Europa.
Con unos comienzos desafortunados, -un aciago debut y diversos problemas musculares provocaron que jugara solo tres partidos en el año de su estreno-, la aventura acabó complicándose aún más a medida que avanzaban las temporadas. Sin entrar en los planes del primer equipo, el serbio inició un carrusel de cesiones que terminaría con su salida del Deportivo, en agosto del 2014. «Despedido, con el mercado ya cerrado», el futbolista no pudo firmar con ningún otro equipo hasta enero. Cinco meses que se le hicieron eternos. Y eso que no sabía que lo peor aún estaba por llegar.
Agente libre, y por fin con opciones para firmar en nuevos equipos, un problema de salud volvió a frenarle en el mercado invernal de 2015. Sin dolor alguno, su agotamiento constante hizo saltar las alarmas: algo no marchaba bien. Pruebas de aquí, pruebas de allá, hasta que los resultados terminaron por confirmar las sospechas de los médicos. Un virus en la sangre era el culpable. Lo que inicialmente parecía una dolencia leve (y breve en el tiempo), terminaría por apartarle de los terrenos de juego un año más. Toda una perpetuidad.
Iban transcurriendo los días y la mejoría no llegaba. «Era un momento complicado, pero nunca pensé en dejarlo, sabía que iba a volver más fuerte», afirma el ex fabrilista. Hasta que, un año y medio después del inicio del calvario, en el pasado mes de enero, le dieron el alta, y empezó por fin a correr bajo el amparo de un nuevo equipo. Con ofrecimiento del Istra Pula, lo intentó en tierras croatas, pero una lesión de tobillo volvió a impedirle el regreso. Ya en marzo, acabaría firmando por su equipo actual, el MTE 1904 húngaro.
«Ahí comenzó mi nueva vida en el fútbol», suspira. «En junio ganamos la liga y subimos a Segunda División», un hecho que no pasaría desapercibido para el resto de clubes locales. «Por el buen juego que hice, tenía ofertas de Primera, pero, en consonancia con mi familia, decidí quedarme un año más en el MTE». Si algo no importaba ahora, era la categoría. «Jugué todos los partidos y esa era mi intención después de tanto tiempo sin poder hacerlo», reconoce.
Ilusionado en su vuelta al verde, es realista con las metas, a medio plazo, del equipo: «ir poco a poco a por la permanencia» con una plantilla que combina «futbolistas experimentados que jugaron muchos años en Primera y jóvenes talentos que militan en las categorías inferiores de la selección húngara». Una mezcla entre veteranía y juventud que ya le ha dado algún susto a equipos de arriba, como el Kisvarda o la Puskas Academy.
Sextos en la Merkantil Bank Liga, a solo cinco puntos del líder Soroksar, Stefan Deak promete que darán guerra hasta el final. Aunque eso sea lo de menos. «Lo importante es que estoy disfrutando la vida con mi familia y puedo hacer lo más que me gusta». Cuestión de prioridades. Palabra de luchador.