El Deportivo 0-0 Teruel fue un nuevo ejercicio de empuje infructuoso por parte del equipo herculino. El Dépor sigue sin saber lo que es ganar en casa después de dos encuentros en los que, por unas circunstancias o por otras, ha sido incapaz de marcar. Ante el cuadro turolense, esas circunstancias se concretaron en una bajada de las marchas con las que había jugado el equipo en los primeros partidos y una expulsión que condicionó una ofensiva con más corazón que cabeza y físico.
El embudo
Sorprendieron en el inicio los cambios de Idiakez. Más allá de la aparición de Mella por Yeremay a pesar de que el coruñés había estado con la selección sub-19 toda la semana, lo llamativo fue la entrada de Hugo Rama por Iván Barbero. El cambio, que no sentó nada bien al equipo, tenía explicación por la indisposición del punta andaluz. Pero devolver a Lucas Pérez al puesto de ariete fue una de las evidentes circunstancias que generó un embudo en la primera media hora al Deportivo.
El Dépor, que se estructuró en ataque a partir de un 4-3-3, se pareció mucho más al del curso pasado que al de esta temporada. Hugo Rama partiendo como interior izquierdo pero con absoluta libertad para aparecer en cualquier altura y carril no terminó de ser ese elemento que le diese fluidez al equipo.
Básicamente porque al Deportivo no le valía de nada generar superioridades en iniciación con él o con Villares lateralizados. Por un lado, porque el propio Teruel priorizaba controlar a los posibles receptores (José Ángel, Villares o Rama, los extremos y Lucas) antes que ir a robar. Por el otro, porque el cuadro blanquiazul comenzó siendo un equipo bastante menos móvil de lo que nos tenía acostumbrados.

Así, fueron pocos los movimientos de ruptura de los jugadores ofensivos del Deportivo. Tampoco resultaron excesivas las apariciones al apoyo. Y esa falta de movilidad inicial lastró. Porque si no hay movilidad, no hay amenaza. Y si no hay amenaza, los espacios son menores. Y si los espacios son menores, la precisión baja. Es todo una cadena cuyo eslabón a romper es el inicial, con desmarques que obliguen al menos a salir de zona, corriendo hacia atrás o hacia delante, a la última línea del Teruel.
De este modo, el conjunto foráneo pudo tirar la línea defensiva muy arriba por momentos para compactar su bloque en 30 metros. Pese a ello, apenas se sintió sobre el alambre con tanto espacio a su espalda. Porque sin Barbero, el Dépor jugó menos en largo, a pesar de que el punta es más de chocar que de pedirla al hueco. Fue una premisa evidente o una consecuencia de los futbolistas que estaban en el campo. Porque sí dispuso de situaciones con el balón sin presionar y Davo o Mella trazando un desmarque de ruptura. Pocas, pero alguna. Y ni así lo intentó.

De este modo, con Lucas y Hugo Rama recibiendo más al pie, Villares soltándose poco y Yeremay, su factor diferencial capaz de acelerar el ataque, siguiendo el partido desde la grada -Mella aún no está tan capacitado generar ventajas desde la conducción ante un bloque bien posicionado y con ayudas-, el Deportivo se obnubiló. Se metió en su propio embudo.
Fue una cuestión de ritmo y de atrevimiento. Pero también de acierto. Porque el equipo, aunque con una o dos marchas menos, fue capaz de trazar varias jugadas de tercer hombre gracias a esas recepciones al pie que le hicieron progresar hasta encontrar una situación de peligro. Pero no logró atinar en ese último pase que quizá hubiese sido suficiente para empezar a decantar el choque.

Control de daños… sin renunciar a nada
El Dépor no fluía como en sus dos primeros partidos. Le faltaban marchas. Pero pronto le faltaron también caballos. Porque en una incomprensible acción, Lucas Pérez dejó a su equipo con 10 jugadores. Si juegas como punta, debes tener claro que los centrales van a ir a chocarte a la mínima. Y aunque el gesto de Carmona fue poco deportivo, el de Monelos respondió como si no tuviese a sus espaldas décadas de experiencia jugando al balompié.
Un partido en el que el Deportivo no estaba cómodo pero que parecía que iba a terminar cayendo por su propio peso se complicó entonces con la expulsión. Y en un primer momento, el cuadro local realizó un ejercicio de minimización de daños. Davo, extremo derecho, pasó a la punta. Mella, extremo izquierdo, se cambió al carril opuesto. Y Hugo Rama, interior, comenzó a ejecer como falso extremo zurdo. Del 4-3-3 al 4-4-1 con el que dejó de poder atacar con tanta frecuencia, pero que ni mucho menos le hizo echarse atrás en fase defensiva.

De este modo, el último cuarto hora del primer tiempo el Dépor no renunció. Porque aún solo con Davo en esa primera línea de presión, siguió yendo a ensuciar cada inicio del Teruel. Bien para tratar de robar, bien para obligarle a golpear en largo envíos en los que los defensas blanquiazules tienen todas las de ganar por su capacidad para imponerse en duelos con el balón de cara.
Así, cuando el conjunto aragonés se asociaba para salir hacia un lado, el Deportivo basculaba mucho para hacerse muy estrecho y dificultar que le saliesen de esa presión con pases cortos. Clave en esto era el trabajo del extremo contrario para compensar esa inferioridad numérica a costa de dejar totalmente libre el carril opuesto.
Pero, sobre todo, fue inconmensurable la labor de los dos mediocentros, encargados de ‘saltar’ muy arriba para evitar recepciones dentro mientras el otro se quedaba equilibrando. El escenario favorito de Villares, que con el paso de los minutos se fue haciendo más gigante. Por eso es, junto a Barbero, el único perfil específico sin recambio en la plantilla del Dépor.

Por lo tanto, con esta agresividad mantenida a la hora de defender, el Dépor siguió sin sufrir. No concedió lo más mínimo la escuadra blanquiazul, a la que sí le costó mucho más atacar en bloque. Porque el Deportivo apenas fue capaz de hilar jugadas desde atrás. Tan solo alguna recepción al apoyo de Mella, Davo o Rama le permitió al equipo ganar algo de oxígeno. Aún así, el Teruel aprovechaba su mayor número de efectivos y ante esas acciones, no se desprotegía. Hacer daño era poco más que una quimera.
Un maná en el carril derecho
El equipo coruñés debía cambiar cosas al descanso. Y aunque en el posicionamiento y en lo relativo a las sustituciones Idiakez no tocó nada, sí hubo modificaciones tanto a nivel defensivo como ofensivo. Sin pelota, el Deportivo apostó por hacer descender un poco sus líneas con dos claros objetivos. El primero, hacer menos kilómetros y protegerse algo más del inevitable desgaste. El segundo, provocar que el Teruel saliese un poco más de la cueva para poder atacarle con algún espacio más.

¿Lo logró? A medias, pero sí. Porque aunque el Teruel no apostó por atacar demasiado, al menos el Deportivo logró encontrar más espacios a la hora de proponer con pelota. Aunque fuese más bien por sus propios méritos a la hora de construir desde atrás. En este sentido, el Dépor encontró en el carril derecho un auténtico maná desde el que generar con un extraordinario Pablo Vázquez, Ximo Navarro, Villares y los extremos y puntas de turno.
Una y otra vez, con más frecuencia conforme transcurría la segunda mitad, el equipo de Riazor se volcó en progresar por ese carril. De este modo, el Deportivo atraía al Teruel, que no era agresivo y permitía a los blanquiazules progresar o filtrar el pase.

El equipo de Víctor Bravo no entendió que el Dépor renunciaba a la izquierda, donde no tenía elementos desequilibrantes pues Hugo Rama aparecía por dentro y Balenziaga es poco autosuficiente en el caso de poder llegar a recibir estando tan alejado. Y en los dos para dos constantes que le generaba por el carril derecho, salía ganador.

Pero tener un maná en la banda derecha no equivalió a encontrar el gol. Faltó alguna idea más, oxígeno en las piernas y sobre todo acierto en las pocas pero suficientes ocasiones que generó para romper el Deportivo 0-0 Teruel y seguir acompañando con puntos sus buenas sensaciones. Le faltaron marchas al principio, pero también caballos al final.