El caos. El San Fernando 2-2 Deportivo demostró que el equipo blanquiazul sobresale en el orden y se vulgariza en el desorden. Por eso es tan poderoso en Riazor y le cuesta tanto mantener esa competitividad fuera, en un contexto mucho más incontrolable. El cuadro herculino dejó escapar una victoria de oro en la última jugada del partido, pero accedió a ese 1-2 que parecía definitivo desde las acciones puntuales, no desde su juego. Porque nunca dominó el partido ante un rival que convirtió el choque en áspero y desnaturalizó al conjunto deportivista.
La profundidad es Antoñito
El Dépor se presentó en el Iberoamericano con novedades en el once. Óscar Cano dejó atrás la estructura de tres centrales y regresó al 4-3-3. Ya con un lateral izquierdo natural de nuevo en el plantel, el granadino dio entrada a Lebedenko y desplazó a Pablo Martínez, de nuevo, al eje de la zaga. Por delante, el preparador volvió a darle las llaves del equipo a Rubén Díez, de nuevo en el interior derecho de un centro del campo completado por Olabe y Villares.
Arriba, el técnico ya olía qué tipo de partido podía ser el de San Fernando y apostó por incluir junto a Lucas y a Quiles a Kike Saverio. El extremo, que debutaba, iba a ser el encargado de dar profundidad a ese costado izquierdo. Pero el único que acabó permitiendo al Deportivo girar a la defensa rival fue Antoñito.
Porque el Dépor tan solo encontró situaciones de verdadero peligro cuando pudo juntarse por dentro y soltar el balón fuera, hacia las incorporaciones de su lateral derecho. No fue casualidad que ese carril resultase el más prolífico en ese primer tiempo, ya que el andaluz vivió casi de manera constante a una altura superior a la de Lebedenko, encargado de engrosar la estructura del equipo por detrás del balón para no sufrir en caso de pérdida.
Con Cano, no suele ser habitual que dos jugadores pisen de manera a la vez el carril exterior. Y si en la izquierda ya estaba Saverio, un hombre de banda más natural que Quiles, tenía sentido que en la derecha quien diese la amplitud y rompiese al espacio fuese el ‘2’ deportivista. Fue en esas rupturas donde el Deportivo encontró su única fórmula para generar algo de incertidumbre a la defensa de un San Fernando que partió con un 4-2-3-1 que en defensa se convertía en 4-4-2.
En su caso, el equipo de Pablo Alfaro quiso empezar siendo muy poco activo en su primera línea de presión, pues Bicho y Aquino no incomodaban a los dos centrales deportivistas, a los que se les unía Olabe para generar una superioridad que no era necesaria ante la escasa oposición del rival. El San Fernando priorizaba tapar espacios interiores y controlaba tanto con sus dos puntas como con sus dos mediocentros las recepciones de Rubén Díez y Villares, que empezaron jugando muy juntos por dentro y, poco a poco, fueron lateralizando cada vez más su posición para intervenir.
Porque con esa intención inicial, el Deportivo buscaba liberar pasillos hacia las conexiones al apoyo de Lucas, Quiles y Saverio. Pero realmente, solo el de Monelos logró darle continuidad al juego del equipo en las escasas ocasiones en las que recibió, ya que el San Fernando cambiaba totalmente su actitud en cuanto el Dépor intentaba progresar hacia delante. Los laterales perseguían a los extremos deportivistas, Lucas era vigilado y Biabiany y Gabri Martínez eran los encargados de las marcas de Antoñito y Lebedenko.
Así, al equipo herculino le fue altamente complicado circular y crecer en torno al balón. Le costó ganar metros desde la posesión y solo lo consiguió en las pocas ocasiones en las que se asentó en campo contrario o a base de unos envíos más verticales que, poco a poco, fueron yendo a más.
Un juego directo improductivo
El Deportivo había encontrado su mejor arma en el ataque posicional cada vez que logró tener paciencia y proyectar a Antoñito. Pero el San Fernando varió su plan tras el descanso. El equipo gaditano entendió que su presión agresiva no debía quedarse en exclusiva para evitar que las líneas más ofensivas del Dépor recibiesen con comodidad y varió. Los dos puntas elevaron su belicosidad y empezaron a inquietar también al equipo de Cano en los primeros pases.
¿Qué provocó eso? Que el Deportivo no arriesgase con balón. Cano atribuyó parte de esas dificultades a las condiciones del terreno de juego. Lo que está claro es que fuese por el campo o por la presión del rival, el equipo de A Coruña empezó a jugar mucho más directo en el segundo tiempo. Claro, el San Fernando le concedía espacios a la espalda de su zaga. Pero para aprovecharlos, hay que encontrar esos desmarques verticales que Lucas trazó y que su equipo sí fue capaz de interpretar alguna que otra vez.
Más allá de esos movimientos al espacio, el juego del Dépor cayó más bien en una rutina de disputas de las que el equipo de Cano, ante cuatro defensores centrales de naturaleza, no ganaron. Porque José Carlos, Ayala, Páez y Farrando ganaron casi todos los duelos aéreos a los atacantes deportivistas. El choque se ‘embarulló’, entró en un ida y vuelta descontrolado. En un caos.
Así, el equipo coruñés se quedó muy corto a la hora de atacar la meta rival. Y solo inquietó al rival cuando Lucas pudo estirar al equipo o cuando apareció Mario Soriano como mediapunta para recibir esos envíos lejanos pero más entre líneas, buscando el espacio libre y así no tener que controlar con un defensor pegado al ‘cogote’. De hecho, un envío de Martínez a Soriano que el madrileño convirtió en transición con un control exquisito acabó en el córner que derivó en el 1-2.
El Deportivo se parte
Precisamente ese juego más directo del segundo tiempo provocó que el Deportivo se acabase partiendo en muchos momentos. La intención del equipo coruñés fue presionar siempre muy alto. Pero si uno no está junto, las distancias se amplían. Y lo lógico es que ese press sea mucho más individual que colectivo. Y, por lo tanto, menos eficaz.
Así sucedió en la segunda mitad, después de un primer tiempo en el que el Dépor sí incomodó el inicio de juego del San Fernando y penalizó algún balón que los de Alfaro metieron dentro gracias, una vez más, a la habilidad de Villares para presionar hacia delante, perseguir y meter la pierna para anticiparse.
En esa primera mitad más pausada, el Deportivo solo sufrió en un par de balones a la espalda ofrecidos por errores grotescos de la última línea. Primero, Antoñito rompió el fuera de juego y permitió que un defensor del San Fernando que se disponía a golpear poco presionado, pusiese a correr en ventaja a Aquino. Luego, un fallo de Jaime al interceptar un balón colocó a Del Campo en posición franca para recibir al espacio. Antoñito y Martínez, poco ‘pesimistas’ no contaban con el error de su compañero y no bascularon más hacia dentro por si acaso.
Pero más allá de esas acciones, el cuadro coruñés controló relativamente bien a su rival en materia defensiva. Algo parecido sucedió en el segundo tiempo, en el que el San Fernando solo chutó 3 veces: una de Gabri al principio y dos de los centrales José Carlos y Páez en unos minutos finales en los que el cuadro gaditano se volcó con todo.
Sin embargo, fue en ese segundo acto cuando la sensación de caos afloró más, pues el bloque herculino dejó de ser, precisamente, un bloque. Malas presiones que su rival penalizó encontrando fácil al hombre libre, saltos a destiempo que desprotegieron al equipo… el Deportivo perdió solidez, se partió y aunque el contrario no generó peligro, surgió la desorganización.
Y fue el caos puntual el que mató al equipo herculino en un minuto final dantesco en el que permitió que un saque de banda a favor en el córner rival acabase en córner en contra. Un córner en el que Soriano, el hombre de menor envergadura del plantel, marcó a José Carlos, uno de las grandes amenazas. El resultado, un San Fernando 2-2 Deportivo que acentúa las malas sensaciones a domicilio.