El Deportivo 3-2 Talavera fue zumo de naranja para el equipo blanquiazul. Porque más allá de los puntos, la actuación deportivista fue revitalizante. El cuadro herculino encontró con el ‘regreso al centrocampismo’ una forma de ser más natural. Porque con la nueva estructura, logró optimizar a la gran mayoría de sus piezas.
El Dépor firmó, de largo, su mejor encuentro del curso. Controló el choque y encontró la fórmula para llegar con un constante goteo. Pero perdonó y en dos acciones con errores más puntuales que consecuencia del guion, permitió meterse a su rival en el encuentro. Y, por lo tanto, quedándose con un mal sabor de boca. Fue un partido como el zumo de naranja sin azúcar: vitamínico y necesario, pero ácido y hasta desagradable al gusto al final.
Tres más dos igual a seis
Ante el Talavera, Borja Jiménez apostó por los centrocampistas. Porque el Deportivo partió en el once con cinco jugadores del mediocampo cuya naturaleza es jugar en el carril central. Álex Bergantiños, Villares, Olabe, Rubén Díez y Mario Soriano se juntaron en la alineación blanquiazul. La capacidad para tener el balón parecía garantizada. Pero estaba por ver si tanto la estructura como el nivel individual era el adecuado para darle dinamismo a esa posesión. Así fue.
Con balón, el Dépor inició con tres centrales. A Lapeña y Pablo Martínez se les unió Álex. Su función era clara: generar superioridad en salida de balón y, posteriormente, ser una pieza más en el centro del campo en zona de creación y finalización. Así, el Deportivo contaba con un central que, a la vez, era mediocentro. Y añadía a un doble pivote en el que siempre estaba Olabe y el otro centrocampista a un tercero para agilizar la circulación. Tres piezas en inicio y tres en creación. Cinco hombres que, en realidad, eran seis.
De este modo, el papel híbrido que desempeñó durante buen parte del choque Álex (pero también Villares durante un tramo del primer tiempo) fue clave para que el Dépor encontrase una y otra vez ventajas en los dos primeros tercios del campo. Porque con tres hombres en salida para atraer al 4-4-2 del Talavera surgía el primer cortocircuito en el rival. El equipo dirigido por Rubén Gala no sabía cómo presionar a las cinco piezas que se implicaban en la zona de iniciación (los tres centrales y los dos pivotes). Porque entre líneas, demasiado lejos de la zaga y a la espalda de los centrocampistas rivales, aparecían Mario Soriano y Rubén Díez. Los dos teóricos extremos ejercieron como mediapuntas al uso, pero cada uno enfocado en un carril.
Así, el Deportivo siempre encontraba al hombre libre. Los seis futbolistas visitantes (cuatro centrocampistas más dos puntas) no podían con los siete deportivistas (tres centrales, dos pivotes y dos mediapuntas). Pura matemática.
La solución podía ser añadir a un hombre más a la presión. Pero es que los cuatro defensas estaban bien fijados por Quiles y los dos carrileros. Con la altura de Trilli y Narro por fuera, los laterales rivales estaban completamente incapacitados para ‘saltar’ a Soriano o Díez. La superioridad era manifiesta en el inicio de juego. También cuando el equipo se asentaba en campo rival, gracias a que Álex se sumaba.
Pero más allá de las ventajas, estaba la interpretación colectiva. El Dépor tocaba y se movía. Sus futbolistas permutaban, ocupando siempre espacios racionales. Eran agresivos. Y gracias a eso, más allá de cuatro errores no forzados en el pase en el primer cuarto de hora, el Deportivo pudo fluir y tener vértigo.
La amenaza
Aunque este magnífico juego interior que el cuadro herculino mostró durante todo el partido -sí, incluso en el tramo final conducido por un excelso Rubén Díez- fue punzante gracias a la amenaza exterior. Porque la escuadra coruñesa ya encontró en otros partidos fórmulas para atacar por fuera con ventaja. Pero hasta el encuentro contra el Talavera no logró, de verdad, aprovecharlas.
Clave para sumar peligro fue la elección de los futbolistas. Trilli suma a su gran ‘timming’ en el desmarque y zancada capacidad para conducir y pausa para decidir. El lateral firmó un gran encuentro. No se quedó atrás Víctor Narro. A pie natural y llegando más que estando, el extremo -carrilero en el partido aplazado- fue veneno puro. Porque tuvo metros y situaciones francas para encarar. Las ayudas no llegaban y Mayorga, habitual lateral izquierdo o central en el Adarve el pasado curso, no pudo frenar las acometidas del balear.
Con esta estructura que permitía a los carrileros ser extremos ‘llegadores’ al espacio aprovechando que el Talavera no defendía en bloque bajo, el Deportivo optimizaba a los dos mejores futbolistas de banda que tiene en su plantilla. A la vez, ambos jugadores permitían con su posición que los centrocampistas jugasen más liberados. Y precisamente por estar en una altura elevada, sumaban presencia en el área para acompañar en el remate a un Quiles imprescindible, pero demasiado aislado en ese papel de punta fijador.
La armonía era perfecta. No fue casualidad que el Deportivo brillase especialmente hasta el 2-0 y desde el 3-1 hasta el 3-2. El rival no era el más poderoso de la categoría, pero el cuadro coruñés lo desarboló por completo por interpretación táctica, habilidad en la ejecución y ritmo a la hora de hilar ataques. Solo el desacierto en el área rival evitó una goleada y provocó la histeria final.
¿El descontrol?
Porque en el tramo final, el Deportivo acabó pidiendo la hora. Aunque más por miedo a perder ante la sensación de haber permitido al rival meterse en el partido con muy poco que por el juego en sí.
Previamente al sufrido epílogo, Borja Jiménez recuperó definitivamente el trivote en el descanso. Seguramente, el cuerpo técnico local había detectado demasiadas amenazas entre líneas del Talavera. Así llegó, por ejemplo, el 2-1. Zanelli y Etxaburu le ganaron la espalda al Villares-Olabe. Álex Bergantiños ‘saltó’ a uno, pero el balón le llegó al otro. Y hubo espacio para encarar frontalmente a la defensa. Un despeje poco contundente a un chutazo y una última línea demasiado pasiva a la hora de proteger un posible rechace hicieron el resto.
Ante más posibles situaciones como esa, Bergantiños elevó su altura. Dejó de ser central. Y el Deportivo vivió más cómodo tanto en transición defensiva como a la hora de poder presionar. Aunque precisamente en este encuentro, su pressing fue menos agresivo que de costumbre. Esperando que el Talavera progresase y que se metiese en un callejón sin salida para morder. Precisamente ese escaso acoso no ayudó en nada en el 3-2. Lolo tuvo tiempo para otear y armar la pierna. No era una acción peligrosa como tal. Pero Pablo Martínez, bien perfilado para defender el balón diagonal, se descoordinó ante la trayectoria del esférico y lo atacó mal con su peor pierna. Y Narro, poco concentrado, se dejó comer la espalda. Un error que un lateral nunca puede cometer y que él cometió, precisamente, por no serlo. Y menos en línea de cuatro.
El Deportivo 3-2 Talavera que reflejaba el electrónico hizo daño a los de casa. Sin centrocampistas de refresco por la lesión de Isi y con varios cambios comprometidos por problemas físicos o descansos necesarios, el equipo fue a menos. El cuadrado del centro del campo, con Soriano y Díez acudiendo muchas veces a los vértices inferiores para recibir ya no existía. El Dépor perdió algo el control ante el empuje del Talavera. Pero ni mucho menos fue sometido. Fue más la sensación que el juego real, más allá de la ocasión de Escudero, que llegó por una pérdida de Trilli que pilló al equipo desplegándose, sin vigilancias y sin activación -imperdonable esto último- al interpretar que iba a ser falta.
Pero con Bergantiños de nuevo en el eje de la zaga achicando agua, el Deportivo sumó tres puntos más en un partido que, visto con frialdad, deja muchas más lecturas positivas que negativas. Porque el equipo regaló vidas extras al Talavera, sí. Pero por primera vez este curso, también encontró luz de manera sostenida. Y si la digestión es buena, el zumo de naranja solo puede aportar nutrientes.