El Deportivo 1-1 Pontevedra rompe el pleno de triunfos blanquiazules y, además, acrecienta las dudas. El Dépor empató y gracias. Porque debió ir mandando al descanso, pero no supo aprovechar las concesiones granates en los carriles exteriores. Y tras el intermedio fue incapaz de encontrarle el pulso al partido. El conjunto pontevedrés empezó a tener más personalidad con balón y en un córner, consecuencia de su mayor capacidad para llegar a las inmediaciones de Mackay, hizo el 0-1. Ahí, el cuadro herculino colapsó. Y tan solo el acierto de Bergantiños a campo abierto, la positiva sobrecarga de la banda derecha y el empuje de Riazor le llevaron a igualar el marcador.
Carriles sin destino, ocasiones que no son
Borja Jiménez apostó por dos cambios en el once tras lo de Mérida. Rubén Díez hizo de Quiles en el sector derecho de la mediapunta. Y Quiles hizo de punta, con la clara intención de sacar de zona a los centrales granates. Algo que ya intentó el Deportivo en Mérida con Kuki y que no salió bien. Mientras, por la izquierda, Ibai adquiría el rol de extremo en detrimento de un Narro zurdo y con más dificultades para desenvolverse en espacios interiores desde ese perfil.
Lo cierto es que las modificaciones eran coherentes al plan de juego que buscó el Deportivo y al escenario que le propuso el Pontevedra. Porque el equipo dirigido por Antonio Fernández se plantó en Riazor defendiendo con su habitual 4-4-2, con la particularidad de ser muy estrecho para evitar el juego interior del equipo local. Una idea similar a la de Balona hace dos jornadas.
Debía pagar un peaje el equipo pontevedrés. Y ese era dejar los carriles exteriores sin densidad. Unos carriles que el Deportivo sí ocupaba con sus laterales. Antoñito y Raúl Carnero nunca participaron en el inicio de juego. Se situaban anchos y altos y estaban dispuestos a correr en cuanto hubiese opción para ello. Y vaya si las hubo. Porque en parte por la intención del PCF y en parte por el plan deportivista, Carnero y sobre todo Antoñito estuvieron una y otra vez en disposición de profundizar.
El Deportivo iniciaba con uno de los dos pivotes -casi siempre Álex- siempre a altura de centrales para generar superioridad numérica contra Charles y Abelenda. Mientras, Villares se situaba por delante, sin demasiada intención de participar salvo para descargar al primer toque con tercer hombre. Su mero posicionamiento obligaba a Yelko, uno de los dos medios granates, a separarse de Miguel Román y los extremos visitantes para saltar. Pero el Pontevedra no terminaba de ser agresivo. Seguramente para evitar ser superado y exponerse demasiado. Y eso facilitaba la salida del Dépor, que encontraba fácilmente a sus laterales. Ahí resultaban claves las fijaciones de Rubén Díez e Ibai Gómez. Situados ambos entre el central, el lateral, el extremo y el mediocentro de su lado correspondiente, permitían que Antoñito y Carnero estuviesen siempre liberados.
Así, bien fuese por un pase directo desde la primera línea o por un envío filtrado por Ibai o Rubén -las pocas veces que pudieron participar ‘directamente’ en la jugada- los laterales fueron las grandes amenazas en el primer tiempo del derbi. El Dépor tenía abierta la autopista y hacía correr hacia atrás a su rival en defensa posicional, algo que no es nada fácil. Generaba no solo en situaciones de uno para uno, sino muchas veces incluso con tiempo y espacio para colocar centros sin oposición. Pero, un día más, los envíos desde las bandas volvieron a ser terroríficos. Porque sí, el Deportivo no tenía en el campo a Santamaría, su rematador nato. Pero Quiles es definitorio llegando desde atrás si se le encuentra. Y la segunda línea rellenó en muchas ocasiones, relativamente bien el área.
Falló la precisión en el tercio final. Y el cuadro deportivista, que encontró una vía rápida para dañar al rival una vez más, se quedó simplemente en ‘preocasiones’, situaciones de peligro muy claras que no acabaron en remate por las malas tomas de decisiones o ejecuciones.
Presionar a medias, gol y caos
El partido cambió en el segundo tiempo. En gran parte, porque el Pontevedra se atrevió algo más con balón. El conjunto granate decidió asumir un punto más de riesgo a costa de habilitar espacios. Tanto para un equipo, como para otro. Los granates empezaron a sacar el balón jugado y a separarse. Sus mediocentros se escalonaron. Se alejaron del inicio para aparecer al apoyo y mover a un Deportivo que prácticamente persiguió al hombre y terminó de abrirse.
El equipo deportivista, que presionaba en 4-4-2, no era capaz de robar ni de dificultar lo suficiente los primeros pases del rival. Ahí ganó peso Miguel Román. Fabuloso sin pelota, el mediocentro de Gondomar asumió también peso con balón. Puso en el césped su ‘veteranía’ de 19 años y encontró la pausa para conectar con un Abelenda difícil de marcar entre líneas y un Rubio que caía desde la derecha por dentro para recibir a las espaldas del doble pivote local. Porque si los hombres locales más adelantados perseguían a su par, atrás la premisa cambiaba: no cabía desestructurarse.
El Deportivo corría detrás de la pelota. Quería presionar, pero no robaba. El Pontevedra llegaba y amenazaba, sobre todo por la derecha. Pero, a cambio, el cuadro coruñés tenía también espacios para hacer daño. El partido se abría. Y aunque el rival ajustó algo mejor por fuera, el Dépor era capaz de conectar con Soriano y Díez entre los medios y los centrales del Pontevedra. Faltó, una vez más, precisión en esos metros finales para aprovechar alguna de las más que decentes jugadas.
Hasta que llegó el 0-1, fruto de un mal despeje y de un duelo perdido en la frontal tras un córner. El Deportivo, que defendía en zona -salvo un par de jugadores- perdió referencias. Y la pelota fue a caer a la altura del último hombre, pero demasiado lejos de él como para que Bergantiños llegase al corte. Abelenda estuvo hábil y rompió la igualada.
Entonces, un Deportivo ya tendiente a atacar en ocasiones demasiado rápido, pasó a revolucionarse. El equipo coruñés quiso que su segundo pase fuese el definitivo. Y empezó a buscar directamente a sus hombres más avanzados, con Santamaría ya de punta, Quiles en la derecha y una banda izquierda totalmente nueva con Díez y Narro de improvisado lateral.
Las distancias se ampliaron, porque en vez de juntarse y progresar desde la asociación corta, las prisas hicieron que el Deportivo fuese cada vez más directo. Cada vez más caótico. Álex y Villares seguían como mediocentros sostén, pero había que cambiar más cosas. Y Borja Jiménez acabó haciéndolo tarde, pero dando con la tecla. Aunque fuese más por el empuje de Riazor y por la nula aportación de Oier Calvillo para matar el partido con espacios.
Bergantiños de bombero y el ‘factor Riazor’
Entonces, a falta de 15 minutos para el final, el Deportivo pasó a jugar 4-4-2 con Álex de central, Trilli de lateral, Olabe de mediocentro, Quiles y Soriano de extremos falsos y Kuki como segunda punta. El conjunto herculino zozobra. Y tan solo la poca pausa del Pontevedra en determinados momentos y un negado Calvillo le mantuvieron con vida. Aunque si el extremo granate estuvo muy desafortunado fue, en gran parte, por Álex Bergantiños. El capitán estuvo muy mal con balón como mediocentro, pero sostuvo a los suyos en el partido como central en cuatro o cinco jugadas a campo abierto en las que tenía todas las de perder, pero que ganó por pura inteligencia táctica.
Al filo de la navaja aguantó el cuadro local, que empezó a encontrar ventajas por el sector derecho de su ataque, ya con el Pontevedra cerrando en 4-1-4-1. Trilli ganó en reiteradas ocasiones la espalda de Guèye para profundizar igual que Antoñito, pero con más temple. Aunque el factor diferencial fue la complementariedad de Kuki y Quiles. Zalazar cayó muchas veces a recibir entrelíneas acostado en la derecha. Y en el 1-1, su fijación a Araújo y Churre fue clave para que Quiles, apareciendo desde atrás, ganase la ventaja decisiva y colocase el balón al lado contrario, donde Mario remató, puntual.
Una vez más, el Deportivo creció cuando logró juntar sus piezas. Trilli, Quiles, Kuki y un Villares que apoyaba por detrás y lanzaba fueron claves para doblegar la resistencia del Pontevedra. Con más corazón que cabeza, alentado por un Riazor que empujó, el Dépor amagó con la remontada. Pero la gesta no se culminó, en gran parte, porque el equipo coruñés dista mucho de estar como pez en el agua en el caos.