El Deportivo arrancó con triunfo su tercera travesía consecutiva en la tercera categoría. El conjunto coruñés sufrió para doblegar a una Balompédica Linense que, al igual que en Valdebebas, fue valiente en Riazor. Por momentos, le encontró las costuras a un Dépor que en la primera mitad no terminó de fluir y, sobre todo, de decidir bien. Porque su rival le dejó espacios por fuera, pero el cuadro coruñés no los supo aprovechar. Y tuvo que tirar de su enorme talento interior para remontar el encuentro a base de generar agujeros por dentro a la vez que tapaba los suyos.
Rival estrecho, protagonismo para las bandas
El Dépor 22-23 apunta a darle, todavía más si cabe, un protagonismo mayor a sus laterales en ataque. El bloque coruñés arrancó la temporada con un 4-2-3-1 teórico que, en la práctica, nunca lo fue. Porque en defensa se transformó en un 4-4-2. Y con balón, buscó generar superioridades numéricas y atraer a la Balona ya desde el inicio de juego.
Borja Jiménez apostó por retrasar a un mediocentro (casi siempre Bergantiños) a la altura de los centrales para solventar la primera línea de presión del 4-4-2 ‘balono’. Por delante de esa línea de tres, se situaba el otro pivote, siempre dispuesto a recibir para mirar rápidamente hacia delante o, simplemente, atraer a alguno de los dos medios visitantes. Mientras, Mario Soriano buscaba siempre el espacio entrelíneas y Alberto Quiles solía interiorizarse para dejar los carriles exteriores a Antoñito y Carnero. Precisamente ‘limpiar’ esas bandas, la conducta más habitual de Narro era situarse a altura de Gorka Santamaría, aunque a la espalda de su lateral y no entre central y lateral, como el punta vasco.
De este modo, el Deportivo conseguía que el Linense fuese un bloque estrecho, con sus extremos ayudando mucho por dentro al doble pivote Romero-Masllorens, como ya sucedió ante el Castilla. Perdía posibilidades por dentro, a priori. Pero las ganaba por fuera. Y lo cierto es que el plan salió. Pero falló saber cómo aprovechar esas ventajas que constantemente encontró en la línea de cal. Porque Antoñito y Raúl Carnero estuvieron casi en cada ataque en disposición de jugarse un uno contra uno, un dos contra uno o un dos contra dos. Pero el cuadro herculino no aprovechó esas situaciones.


No necesitó el Deportivo de una circulación extremadamente fluida. Simplemente era necesario uno de los múltiples pases filtrados de Jaime dentro, un Bergantiños lateralizado para atraer la atención o buscar en dos pases el lado contrario. El Dépor encontraba una y otra vez situaciones exteriores. Pero no las aprovechaba. O cuando decidía bien, no encontraba el gol.

Huecos dentro por pura interpretación
El Deportivo encontró espacios fuera casi constantemente. Pero fue gracias a su buena interpretación de lo que sucedía por dentro. Porque Quiles y, sobre todo, Mario Soriano, fueron capaces de situarse muy bien para condicionar a varios jugadores del conjunto visitante. Y así, generar ventajas para los laterales. Hasta que dieron un paso más. Y pasaron de jugar para el resto a jugar, también, para ellos.

Quiles centró todavía más su posición en el segundo tiempo. Empezó a aparecer en la construcción, a asociarse con Soriano y no solo a ser un ‘fijador’. Y con dos referencias interiores activas, el Linense ya no supo cómo defender. El rival era estrecho, pero daba tiempo al poseedor a encontrar el pase interior que el andaluz o el madrileño siempre ofrecían. Porque situaban en el lugar exacto para provocar que si alguien saltaba a por ellos, el agujero fuese mayor.


El Deportivo mejoraba. Pero la mejora no era todavía lo suficientemente grande. Y Borja Jiménez redobló la apuesta interior retirando a Santamaría y eliminando, con él, cualquier tipo de referencia para la defensa visitante. De este modo, con Rubén Díez en el campo el Dépor pasó a jugar con 4 defensas, 2 mediocentros y 4 atacantes móviles, aunque distribuidos en una estructura más próxima al 3-2-5.

Álex iniciaba con los centrales, Villares era el mediocentro y a su lado siempre aparecía o Soriano o un Carnero que pisó zonas mucho más interiores para sumar una referencia intermedia más, proteger al pivote y alejarse de Narro. El lateral y el extremo se distribuyeron mucho mejor los carriles. Y el Deportivo, con Díez en el césped, terminó de encontrar su mejor fútbol hasta remontar. La conexión con Soriano, en ese doble falso nueve, fue total.
Verticalidad sí; distancia entre líneas, también
El Deportivo trató durante todo el encuentro de imponer un ritmo algo más alto al habitual el pasado curso. Evitó amasar tanto balón y ser más vertical. Y eso fue positivo en determinados momentos, pero provocó desajustes en muchas perdidas. Porque las distancias de relación no eran las adecuadas del todo como para presionar bien tras la pérdida o transitar defensivamente con solvencia.
Por un lado, el Dépor se precipitó en ocasiones. Quiso ser incisivo. Pero esa actitud provocó que, en muchas ocasiones, no tuviese bien asentado el bloque en campo contrario como para presionar agresivamente tras perder el balón. Y el Linense encontraba un par de pases fáciles para luego lanzar a la carrera a sus futbolistas de ataque.

El teórico doble pivote podría haber dado equilibrio al equipo a la hora de estar preparado para defender tras perder la posesión. Pero en realidad, esa pareja de mediocentros casi nunca fue tal. Porque Villares, que hizo un buen partido, jugó muy suelto. Tuvo libertad para romper verticalmente, para caer a banda o para ‘saltar’ a la presión. Es su naturaleza. Pero sin un tercer mediocentro al lado, Álex Bergantiños se quedó demasiado solo.

Fue un mal que pudo costar caro. Pero, a la vez, un peaje que el Deportivo deberá empezar a asumir si quiere jugar partidos a más velocidad. Deberá trabajarlo y estudiar fórmulas para que los rivales no le hagan daño. Porque al igual que generó agujeros, también los concedió. Aunque le dio para ganar.