El Deportivo apostó por incorporar en su último movimiento de mercado a Rubén Díez, un mediapunta nato que confirma que Borja Jiménez quiere apostar por esa figura este curso. El fichaje del maño parecía indicar que Mario Soriano tendría una competencia directa en el puesto de enganche. Sin embargo, desde la llegada a préstamo del futbolista del Tenerife, nada ha cambiado para el madrileño. Ante el Castilla, Díez debutó ‘acostado’ a la izquierda para convivir con Soriano. Y en el Teresa Herrera, Jiménez redobló esa apuesta. Así, Rubén Díez empieza a adquirir el rol de complemento de lujo para el nuevo ’10’ deportivista.
Y es que en un partido que sirvió como ensayo general para el debut liguero, Mario y Rubén compartieron once titular y se repartieron espacios en la segunda línea. Soriano, que el pasado curso jugó la gran mayoría de sus minutos en la izquierda en el 4-3-3 deportivista, ha partido durante toda la pretemporada como mediapunta nato. Con libertad para moverse entre líneas, como el pasado sábado.
Esa merecida adquisición de galones de Mario ha provocado que él sea el centro del sistema y el resto, satélites que orbitan a su alrededor. Aunque alguno de ellos apunten a tener también una importancia capital en el engranaje deportivista. Uno de esos ejemplos es el de Rubén Díez, que ante el Metalist volvió a verse recluido a la banda izquierda –como en Tenerife-. Aunque ahora, dentro de un modelo que le beneficia y le potencia.
Borja Jiménez no quiere desubicar a Soriano del nuevo lugar que le ha otorgado. Pero pretende que Rubén Díez se acople y pueda aportar su talento diferencial. Y por ello, desde el minuto uno, ha iniciado una operación para que ambos mediapuntas convivan. Y lo cierto es que, en el primer test de 90 minutos comunes, el resultado fue casi inmejorable. Porque en el Teresa Herrera, Soriano y Díez fueron los dos elementos que más fluidez otorgaron a un Deportivo brillante en ataque y que encontró en ese sector a Víctor Narro como el tercer elemento desequilibrante para remontar.
Soriano y Rubén Díez, una buena convivencia
El Deportivo formó el sábado con un once muy aproximado al que, probablemente, emplearía Borja Jiménez de empezar hoy mismo la competición. Con Quiles en la derecha, Soriano de mediapunta y Díez en la izquierda para servir de balones a Gorka Santamaría, Bergantiños e Isi Gómez completaron el doble pivote. Atrás, Antoñito y Retuerta eran los laterales encargados de dar profundidad por bandas, pero el madrileño fue sustituido al minuto 30 por un Narro que mejoró sus prestaciones en ataque y no repitió sus lagunas en defensa.
El conjunto herculino estuvo muy suelto con pelota y encontró con facilidad a su segunda línea ofensiva, que se complementó muy bien. Con el peso del ataque más tendiente al carril izquierdo y Quiles más pendiente de aparecer puntual al remate, Soriano y Díez se complementaron muy bien. El zaragozano y el madrileño supieron repartirse espacios y alturas. Rubén actuó muy por dentro para liberar la banda al lateral. Y casi siempre recibió de cara, casi más como un tercer interior que como un extremo. Sin embargo, cuando Mario era quien acudía al apoyo, era capaz de interpretar el espacio libre que dejaba y acudir a ocuparlo.
La combinación entre ambos fue una de las más repetidas en el choque contra el Metalist. Y, además, acabó siendo desequilibrante. Porque Soriano ejecutó el primer chut del Dépor tras un buen entendimiento con Díez, que repitió asistencia en el origen del primer gol de Alberto Quiles: Díez filtró a un Soriano que atacó el espacio entre líneas y firmó un control orientado exquisito con el que se colocó de cara y cedió para el andaluz, que no perdonó.
Rubén Díez, el finalizador
Pero es que a partir de entonces, Díez fue gestor y también ejecutor. El futbolista cedido por el Tenerife demostró por qué hace dos años fue uno de los centrocampistas más goleadores de la Segunda División. Remató cinco veces, más que nadie: en tres manos a manos se topó con el portero, otro remate llegando desde atrás se fue lamiendo el palo y en su segundo chut provocó el penalti del 3-2. En todas estas apariciones en la finalización demostró que sabe chutar desde lejos, aparecer al remate ante centros laterales y disparar tras desmarcarse en profundidad.
De este modo, Rubén Díez fue creciendo con el paso de los minutos y demostrando que más que venir a competirle el puesto a Soriano, puede convivir con él en el once. Y, así, potenciarse mutuamente como complementos para dinamizar el juego de un Deportivo que apunta a ser muy dominador en el aspecto ofensivo.