Mauro Silva tiene un objetivo: quiere modernizar el fútbol brasileño para equipararlo a La Liga o la Premier. El fútbol cambió su vida y ahora él quiere cambiar la vida de millones de jóvenes que pueden encontrar en su amado deporte una vida mejor. “Éste es mi proyecto. No puedo dejarlo para ir al Dépor. ¿En el futuro? El tiempo dirá”
Antonio Mosquera | São Paulo
Es viernes, 24 de marzo. Son las 7.14 de la mañana. Acabo de llegar a la estación de autobuses de Tietê, la más grande de São Paulo. Apenas está amaneciendo y aquello ya es caótico. La huelga de operarios del metro hace casi imposible conseguir un taxi o un Uber. Saco el móvil y reviso el último mail recibido la tarde anterior.
Boa tarde, Antônio.
Mauro pode atendê-lo nesta sexta-feira, às 11h da manhã, na sede da Federação Paulista de Futebol.
Atentamente,
Lucas Reis, responsável de comunicação da FPF.
La Federação Paulista se encuentra en Barra Funda, un barrio que antes se dedicaba a la actividad industrial pero que ahora convirtió sus fábricas en oficinas. “É aqui”, dice el conductor de Uber. Delante de la puerta veo un letrero que pone: “A casa do futebol”.
Me hacen esperar. Unos minutos más tarde aparece un chico, Luiz. Me dice que trabaja en comunicación. “Mauro irá recebê-lo na sala de conferências”. Me pregunta por Lucas Pérez: “É verdade que deixou La Liga para ir jogar na Série C?”. La hazaña de Lucas ha llegado hasta São Paulo.
De repente aparece Mauro. Elegante. Con una sonrisa enorme. Ve la camiseta de Feiraco con su nombre que he colocado encima de la mesa. La coge entre las manos y se queda mirándola unos segundos. “Qué buenos recuerdos”, dice.
Mauro, ¿cómo es posible que con 55 años estés así? Es como si te retiraras ayer. ¿Qué haces para estar tan en forma?
Ya me gustaría. Hace casi 20 años. La verdad es que entreno todos los días de 6 a 8 de la mañana. Son las horas en las que el teléfono no suena. Después hay mucho que hacer.
¿Qué sentimiento te produce ver al Deportivo en la tercera categoría del fútbol español?
Me da mucha tristeza. Nosotros durante muchos años competimos con el Madrid, con el Barça, con el Milán, con la Juventus, con el París… jugando la Champions. Fueron momentos increíbles. Pero también te digo que en los momentos más difíciles de mi vida es cuando más he aprendido y más he crecido como persona. La vida no es solo disfrutar. Ya nos gustaría.
¿Qué se puede hacer?
Hay que intentar reestructurar el club para volver a estar en lo más alto. A nadie le gusta ver al Dépor donde está, pero antes de que llegáramos nosotros también estuvo 19 años en Segunda División y pasó momentos muy duros. Hay que aprender del sufrimiento y las adversidades.
¿Hay futuro?
Seguro. Con la afición que tenemos no me cabe duda. Estar en Primera RFEF y con 25.000 personas en el estadio es algo increíble. Es una ciudad enamorada del fútbol. Yo nunca he disfrutado tanto en mi vida como allí. Pero hay que ir poco a poco.
¿Tú qué harías?
Reestructurar el club y confiar en la cantera. Hay que formar a los nuevos Fran y José Ramón. El sitio del Dépor es la Primera División. Quizás no podamos aspirar a ganar la Liga o la Champions porque el fútbol ha cambiado. Ahora se necesita mucho dinero. Pero también hay que preparar al equipo y organizar el club para que pueda tener la mejor inversión. Es importante tener una cierta situación jurídica para protegerlo y que siempre pertenezca a sus aficionados.
Este mes de marzo se cumplieron 21 años del Centenariazo. ¿Cómo recuerdas ese partido?
Con una satisfacción muy grande. No se gana al Madrid en el Bernabéu el día de su centenario todos los días. Fue algo histórico e inolvidable. Aquel Madrid era un equipo muy bueno. Con Raúl, Roberto Carlos, Figo, Zidane…
¿Es verdad que fuisteis a cenar al restaurante que tenía reservado el Real Madrid?
Es lo que dicen. Yo no sé (risas). Parece ser que el Madrid tenía reservados todos los restaurantes de la ciudad. Ellos tenían todo preparado para la fiesta y nosotros nos aprovechamos. Siempre me acuerdo del follón que armó Scaloni al principio del partido. Fue una gran victoria.
¿A qué hora te fuiste a la cama aquel día?
Muy tarde. Dormí muy pocas horas. Recuerdo que Sergio, que era de los jugadores más jóvenes, tenía una vida nocturna más animada. Cuando me desperté me encontré con él en el ascensor. Me dijo: “¿Qué tal, Mauro?”. Yo le respondí: “Estoy muy cansado”. Él me contestó: “Yo también, pero estoy acostumbrado” (risas). Creo que solo dormí dos horas.
¿Mantienes el contacto con algún compañero?
¡Con muchos! Tengo mucho contacto con Bebeto, con Donato… Estuve recientemente con Luque en Barcelona. También con Capdevila. Hablé hace poco con Fran. José Ramón me hizo una visita aquí en São Paulo. Hablo mucho con Barritos Botana, el delegado. Estuve con Naybet en Catar. También con Jorge Andrade en Portugal… Son muchos.
¿A quién echas más de menos?
A todos. Es verdad que yo he tenido una relación muy cercana con Bebeto. Nosotros fuimos juntos al Deportivo y los inicios siempre marcan mucho. Siempre tuvimos una relación muy especial. Pero también con Rivaldo. Hablamos mucho por teléfono. Él ahora está en Orlando. Djalminha también. Vive en Río de Janeiro, pero me visita mucho en São Paulo. Lo bueno de estar metido en el mundo del fútbol es que estás en contacto con todos.
¿Y Lendoiro?
A Lendoiro lo vi en Doha, en el Mundial. Un día, estando allí, me llama Roberto Carlos y me dice: “Mauro, estoy aquí con tu presidente. ¿Dónde estás?”. Yo estaba volviendo de ver el Bélgica – Croacia y Lendoiro iba a ver el partido de España. Nos vimos y hablamos un poquito.
¿Cómo acabó tu relación con él?
Bien. De Lendoiro se puede cuestionar el tema financiero, pero deportivamente se ganó mucho. No se le pueden quitar los méritos de todas las conquistas. Él y yo hemos tenido momentos muy buenos y también momentos de decirnos las cosas. Yo le decía: “Presidente, yo veo esto de esta forma”. Siempre de buenas maneras. Él siempre me trató muy bien. Siempre le estaré agradecido por lo que hizo. Hubo un momento en el que el médico del Barcelona me dijo que a lo mejor no podía volver a jugar al fútbol. Nada más llegar a A Coruña Lendoiro me ofreció la renovación por cuatro años más, conociendo el riesgo que tenía mi lesión. Entonces, cuando tuve la oferta del Real Madrid, uno de los aspectos determinantes para decidir quedarme en el Dépor fue el trato que había tenido Lendoiro conmigo. Y no solo Lendoiro. También la afición. Siempre sentí el cariño. Cuando iba por la calle las señoras me decían “Mauriño” como si fuera su hijo.
Hay una sección del deportivismo muy crítica con Lendoiro. ¿Lo entiendes?
Claro que lo entiendo. Fue una gestión que tuvo mucho éxito deportivo. Eso es incuestionable. Ganamos seis títulos. Jugamos cinco Champions. Pero la gestión económica se quedó… (piensa qué decir pero prefiere callar). Este equilibrio es lo difícil en el fútbol. Lendoiro apostó muy fuerte, vivimos 13 años de éxitos y el club se quedó con una deuda muy grande. Entiendo perfectamente que se le cuestione.
Acabas de comentar una oferta del Real Madrid. ¿De qué equipos recibiste ofertas?
Desde que llegué al Dépor el equipo comenzó a destacarse mucho. Al principio me llegaron muchas ofertas de Italia, después de Inglaterra. En España me llegó la del Madrid.
¿Por qué no te fuiste?
Porque yo estaba muy contento en el Deportivo. No tenía motivos para marcharme. Estaba en un equipo que ganaba títulos, que jugaba la Champions, en una ciudad donde la gente me quería mucho. Ya me dirás por qué iba a marcharme. Cuando analizo un proyecto no lo miro solo desde la perspectiva financiera, que es una perspectiva importante. También está la familia, los amigos, el proyecto deportivo… Hay muchas otras cosas. No me arrepiento en absoluto.
¿Cómo de cerca has estado de ser presidente del Deportivo?
Ignacio Rivera (Estrella Galicia) habló conmigo porque quería que presentase la candidatura para ser presidente, pero yo estoy involucrado en este proyecto de São Paulo, que es muy importante. A mí el fútbol me ha dado todo lo que tengo y ahora puedo ayudar a mejorar el fútbol brasileño. Esto es lo que más me motiva en este momento. Durante 13 años estuve en un proyecto en Galicia y lo di todo. Cuando me dijeron: “Mauro, queremos que tú seas el presidente del Dépor” yo pensé: “Estoy involucrado en otro proyecto. ¿Qué hago? ¿Dejo la Federación Paulista siendo un vicepresidente?”. Me encantaría ser presidente del Dépor, pero no puedo. De la misma manera que cuando estaba en el Dépor y me salía una propuesta de otro equipo yo me quedaba en A Coruña porque tenía un compromiso. Ahora ocurre lo mismo en São Paulo. Tengo una deuda con el fútbol brasileño. Tengo la sensación de que el fútbol puede cambiar la vida de muchos chicos igual que cambió la mía.
¿Y en el futuro? ¿Podrías llegar a ser presidente del Dépor o es algo totalmente descartado?
No se puede decir “esto no va a pasar nunca”. El tiempo dirá.
¿Recuerdas tu gol?
Por supuesto. No hice muchos, así que me tengo que acordar (risas). Fue contra el Valencia, un equipo con el que tenemos mucha rivalidad.
¿Sabes que en A Coruña hay camisetas con la frase: “Yo vi el gol de Mauro de Silva”?
(Risas). Fue histórico. Mi labor no era meter goles. Nunca busqué protagonismo. Teníamos gente muy buena arriba: Valerón, Fran, Makaay, Tristán, Luque… Yo cumplía mi labor.
¿Por qué nunca le pediste a Donato tirar un penalti?
(Risas). Cada uno tiene que hacer lo que hace mejor y Donato era un especialista en los penaltis.
¿Qué ha supuesto para ti Arsenio Iglesias?
Es un padre. Una de las claves cuando llegas a un equipo nuevo, a un país nuevo, es encontrar un entrenador que te acoja con cariño. Y fue lo que pasó con Arsenio. Le tengo un gran aprecio. Sé que está algo malito. Es una persona entrañable, una gran persona y un gran entrenador. Recuerdo caminar con él por las ciudades de España. Me cogía del brazo y me iba enseñando todo, comentando los puntos turísticos. Siempre lo tendré en mi corazón.
Casemiro, el ex del Madrid, dijo en varias ocasiones que tú eras su ídolo. ¿Quién ha sido tu ídolo?
Zico, Pelé… Recuerdo ver partidos de Pelé con mi padre cuando era niño. De mi posición, Falcão, que jugó en la Roma. Tengo un recuerdo muy bueno. Fue él quien me llamó para ir a la selección brasileña por primera vez. Yo lo admiraba y fue mi entrenador. Me fijaba mucho en su manera de jugar.
¿Quién es el compañero de equipo que más te ha sorprendido?
Muchos. Date cuenta que yo estuve en la selección con Ronaldo, con Ronaldinho, con Bebeto… Bebeto técnicamente era un jugador espectacular. Tenía una calidad técnica y una capacidad de finalizar fuera de lo común.
¿Y rival? ¿Qué rival te puso las cosas difíciles?
Maradona. Tenía un repertorio técnico muy amplio. Me impuso mucho respeto. Lo marqué contra el Sevilla en A Coruña y también en un Argentina – Brasil en el Estadio Monumental de Buenos Aires. Me tocó marcarlo y me dio mucho trabajo, aunque no hizo gol ni dio ninguna asistencia. Salí con la sensación de haber cumplido.
¿Cuál es tu objetivo trabajando en la Federação Paulista?
Modernizar el fútbol brasileño. Que el fútbol brasileño se convierta en una industria tan fuerte como La Liga o la Premier League. Tenemos posibilidades para eso por la cantidad de futbolistas que formamos, por el tamaño del país… Tenemos que avanzar mucho en la gestión, pero el potencial del fútbol brasileño es inmenso. Los valores del deporte son importantes para el desarrollo de los jóvenes. Estamos en un momento donde se habla mucho de la salud mental, de depresiones… y el deporte ayuda. Un niño que practica deporte aprende a perder, a lidiar con las frustraciones, a caer, limpiarse y levantarse otra vez. El fútbol es maravilloso como herramienta de inclusión y desarrollo humano. Por eso no puedo marcharme.