Un equipo impetuoso y visceral que fue capaz de contenerse. De tener paciencia. De entender los momentos de partido y de saber cómo madurarlo. El Burgos 0-1 Deportivo que dio una trascendental victoria al cuadro herculino no se entendería sin la dosis de fortuna en forma de error de Ander Cantero para favorecer el tanto de Mario Soriano. Pero tampoco sin el paso adelante de un Dépor que, en El Plantío, logró meterse en la cabeza que solo a partir de no precipitarse y de esperar su momento iba a tener opciones de poder resquebrajar la roca.
Porque ante un equipo que lo basa todo en su solvencia defensiva y que con Luis Miguel Ramis había logrado recuperar sus cimientos, el bloque herculino fue capaz de sacar tres puntos que valen oro, ya que le dan un importante impulso en la clasificación y, sobre todo, le alejan de la zona caliente justo antes de cerrar el mes de enero con un calendario sobrecargado.
Atacar con una mano en la espalda
El Dépor tenía ante sí en Burgos un partido tremendamente complejo. Enfrente no solo estaba un rival encantado con cederle la iniciativa y colocar a sus 11 futbolistas por detrás del balón, sin apenas intención de presionar para no desestructurarse. A esa evidente reducción de espacios provocada por el rival se le unía otra añadida por voluntad propia: evitar jugar por el carril izquierdo del ataque deportivista.
La razón no era otra que el mal estado del césped en esa zona de sombra, congelado ante las gélidas temperaturas que había vivido la capital burgalesa. Con las complicaciones para hacer pie sin perder la estabilidad, parecía poco prudente derivar los ataques hacia ese costado. Así, a riesgo de evitarse pérdidas innecesarias, el Deportivo prefirió estrechar el campo y jugar en poco más de 50 metros de ancho.
Era, por lo tanto, el más difícil todavía. Un rival que no te da espacios y un terreno de juego que, por sus condiciones, te invita a restártelos a ti mismo. El resultado fue que el cuadro deportivista atacó con una mano en la espalda, sin posibilidad de usar el carril en el que mezcla la creatividad de Yeremay y Soriano con la amenaza de Obrador. Y obligó al canario a moverse por otras zonas más interiores, en las que acabó haciendo más evidente el atasco.
De este modo, durante la primera mitad, el Deportivo apenas fue capaz de progresar ante la tupida maraña del Burgos. Más allá del press alto en cada reinicio, el plan del conjunto burgalés se basaba en juntar mucho sus líneas en 4-4-2 tan corto como estrecho que impedía al Dépor jugar por dentro. Para vencer a esa primera línea de (no) presión, Gilsanz pautó la inclusión de uno de los dos mediocentros a la altura de los centrales para conformar un trío que le permitiese obtener la primera superioridad.
Esa labor la realizó casi siempre un José Ángel Jurado que volvió a estar de notable en el apartado defensivo y excelso en la dirección de juego. El andaluz fue el elemento fundamental del sistema nervioso central del equipo. El encargado no solo de iniciar, sino de dirigir cada ataque. Pero en esa primera mitad, fue incapaz de encontrar resquicios entre la maraña del Burgos.
Básicamente, porque no había espacios. Mfulu y Mario Soriano se solían colocar a espaldas de la doble punta conformada por Curro y Espiau. Pero ni siquiera cuando un centrocampista deportivista recibía sin estar enfocado hacia portería rival el Burgos ‘saltaba’. El patrón de la línea de cuatro conformada por los dos extremos y los dos medios locales era ‘flotar’, mantener la posición y evitar pases interiores hacia las posibles apariciones de Mella o, sobre todo, Yeremay. Y lo cierto es que el cuadro de Ramis lo consiguió. Ni siquiera la hipermovilidad -quizá excesiva- del ’10’ deportivista alteró a su rival. ¿Que vas a buscar el balón muy abajo? Me da igual, ahí no me haces daño.
El Dépor apenas lograba encontrar pases que superasen línea. Mientras, las combinaciones en corto por dentro entre Mario y Yere terminaban siendo cortocircuitadas por alguna pierna rival. Es cierto que la densidad de deportivistas por dentro ayudaba al que el equipo pudiese presionar bien tras pérdida, pero no lo es menos que en varias de esas recuperaciones, un Burgos con la lección muy bien aprendida pudo poner a correr a sus jugadores de ataque.
Así, solo quedaba la solución de encontrar los carriles exteriores. Con Obrador inhabilitado ‘marcado por el hielo’, todo quedaba en los pies de un Ximo Navarro que, ante el estrecho bloque del Burgos, sí logró recibir en varias ocasiones con ventaja como hombre libre. Lo hizo aprovechando la tendencia de Iñigo Córdoba a tapar pasillos interiores -decisiva en el gol- y la fijación de Mella, situado también por dentro, sobre el lateral Florian Miguel.
Pero al ’23’ deportivista le sobraban metros para profundizar y carecía de movilidades ventajosas por delante. Su única opción era el centro al área. Y esa circunstancia, entre que el Burgos estaba bien preparado y que Barbero dista bastante ahora mismo de ser una amenaza constante, se quedó corta.
El reparto y la paciencia: bienvenidos a la razón
El Dépor había subsistido a la primera mitad en un Plantío con solo dos tercios de su superficie útiles y un Burgos tan agazapado como deseoso de salir al contragolpe. Lejos de cualquier atisbo de brillantez, con un volumen ofensivo pobre, pero sin descomponerse. Masticando. Y esa paciencia de la primera mitad la trasladó a un segundo acto en el que a su pausa para no precipitarse le añadió un mejor reparto espacial.
Ya atacando hacia el fondo menos helado, el Deportivo pudo recuperar la amplitud total y, sobre todo, tejer sociedades de nuevo por su perfil izquierdo al invertir el sentido de sus ofensivas por el cambio de campo. El equipo deportivista comenzó a usar los 70 metros de ancho del terreno de juego del Plantío y devolvió a Yeremay a una zona de mediapunta más evidente para transformar su centro del campo en un algo cercano a un rombo (Jurado en la base, Soriano interior izquierdo, Mfulu/Villares interior derecho y Yere en el vértice ofensivo). Así, pudo empezar a amenazar de verdad la espalda de la línea de cuatro centrocampistas locales.
De esta manera, aunque la tendencia del partido volvió a ser la misma, el Dépor logró bascular mucho más al Burgos. No logró provocar saltos hacia delante que desestructurasen sus líneas, pero sí encontró mayor ritmo de circulación para acabar generando alguna situación por fuera, gracias a las apariciones de los laterales o a algún desmarque de los puntas. Y así, de hecho, fue cómo logró el Burgos 0-1 Deportivo.
Fue una jugada de 60 segundos, 17 pases y 7 futbolistas implicados, con una circulación tan lenta como segura y racional. Derecha, izquierda, derecha, izquierda. Buscando la ventaja, con cierta movilidad. Hasta encontrar al hombre libre de nuevo en la derecha y acelerar con Ximo Navarro, Mella fijando al lateral para darle tiempo suficiente y la llegada desde segunda línea de Mario Soriano, interior izquierdo de facto. Gol.
El Deportivo que tiende correr, tuvo calma. La razón se impuso al instinto y con 20 minutos por delante para proteger el resultado, el equipo se puso el mono de trabajo. Asentándose más cerca de la portería de Helton que en Málaga y protegiendo mejor el área. De nuevo su amenaza al contragolpe fue demasiado dependiente de las energías de Mella y Yeremay, con un Lucas que pudo jugar sus últimos minutos como deportivista en Burgos peleón, pero corto como solución para el juego directo.
Subsistió el Dépor. El equipo de la velocidad y el caos, el devorador de espacios, el que solo sabía ganar sus partidos en ‘modo arcade’, aprendió a hacerlo en ‘modo simulación’, una opción más realista y acorde con la realidad del día a día de Segunda División. Más sobriedad, más equilibrio. Sonríe Gilsanz.