El Córdoba 1-1 Deportivo fue un claro ejemplo de la poca continuidad que el Dépor ha tenido a lo largo del curso en sus partidos a domicilio. Porque el cuadro blanquiazul tuvo buenos momentos con balón, pero no encontró la dinámica para controlar el choque cuando se adelantó. Sufrió sin pelota y cuando el rival empató, sus acciones ofensivas no fueron suficientes como para volver a girar el partido hacia su lado. Tanto que acabó desorganizado, presionando mal, agotado y casi dando por bueno un empate que le aleja de manera prácticamente definitiva del ascenso directo.
A espaldas de presión
Óscar Cano sorprendió dando entrada no solo a Kuki Zalazar, sino a Arturo Rodríguez. Ante uno de sus exequipos, el punta estrenaba su primera titularidad en el Deportivo. Mientras, el hispano-uruguayo actuaba como mediapunta a costa de perder un centrocampista y jugar únicamente con un doble pivote conformado por Villares e Isi Gómez.
El retorno al 4-2-3-1, con una referencia como Arturo en punta, permitía al Dépor tener variantes a la hora de atacar. Porque con Arturo, ganaba un futbolista preparado para disputar los envíos directos. Asimismo, la entrada de Zalazar acompañando a Soriano y a Quiles en la línea de mediapuntas, daba a la escuadra herculina la opción de obtener una referencia ofensiva más por delante de balón en el carril central.
Y esas dos posibilidades fueron las que quiso y logró aprovechar el Dépor. Ante un Córdoba estructurado en 4-4-2 2, muy presionante y sin la figura referencial de Diarra en el centro del campo, el conjunto dirigido por Cano encontró el modo de hacer daño. Así, con los cuatro defensas implicados en el inicio de juego, Villares muy próximo por dentro e Isi Gómez a una altura algo superior y desentendido de recibir, el Deportivo logró atraer al Córdoba, que no dudó en ir a buscar arriba a su rival para robarle.
Eso era lo que quería el Deportivo, que tenía claro que todo pasaba por encontrar los movimientos de apoyo de Quiles, Kuki y sobre todo Mario Soriano a espaldas del centro del campo rival. Un centro del campo más pendiente del balón y de acosar a Villares e Isi para evitar que recibiesen que de referenciar lo que tenían por detrás.
De este modo, bien fuese encontrando pases a sus tres mediapuntas, bien fuese jugando más en largo sobre Arturo para que se la quedase o ganar la segunda jugada, el Dépor fue capaz de progresar. Estuvo cómodo ante un rival en bloque alto y le hizo mucho daño. Sobre todo porque una vez se instalaba en campo contrario, Soriano incidía en ese carril central.
El madrileño, teórico extremo izquierdo, apareció una y otra vez por dentro juntándose con Quiles y Kuki. Siempre indetectable, demasiado lejos de la última línea pero en zonas ciegas para el doble pivote, Soriano dio continuidad al juego. El ’10’ permitió al Deportivo generar superioridades numéricas y, al mismo tiempo, otorgar el tiempo suficiente a Antoñito para elevar su altura y poder atacar una y otra vez la profundidad con rupturas.
De este modo, las recepciones de Soriano y las penetraciones de Antoñito fueron dos armas suficientemente afiladas como para hacer daño al Córdoba, ponerse por delante en el marcador y disponer de varias situaciones en las que faltó precisión en la asociación o en las acciones finales.
De basculaciones solidarias a perder altura
El Deportivo estuvo relativamente cómodo con balón en el primer tiempo gracias a su capacidad para sortear la presión del Córdoba y, por momentos, asentarse en campo rival a pesar de la agresividad del rival. Pero su más que buen primer tiempo no solo se explica desde el momento con balón, sino también a partir de la solidaridad sin pelota.
No se puede decir que en el Arcángel el Dépor saliese, ni mucho menos, a presionar arriba. Y tiene sentido que no lo hiciese. Porque Manuel Mosquera volvió a apostar por juntar a dos delanteros centro referencia con los que trató de ser un equipo directo. El Deportivo manejó bien esos envíos largos. De hecho, no sufrió en ese tipo de acciones, sino cuando el Córdoba empezó a construir más por abajo.
Así, en el primer tiempo, el conjunto de Cano estuvo relativamente cómodo. También cuando su rival recuperaba el balón y, rápidamente, miraba hacia el otro lado para generar una situación de mano a mano en banda. El Córdoba lo hizo una y otra vez. De hecho, basó su juego en encontrar al lateral o al extremo del carril opuesto, aprovechando precisamente que el Deportivo apenas ocupa en ataque la amplitud del campo.
La propuesta local tenía sentido. Sobre todo porque en su banda derecha esperaban el lateral José Ruiz y el extremo Carracedo para atacar a Raúl Carnero. Pero el Deportivo estaba preparado. Y gracias al buen nivel del coruñés, que no fue superado ni una sola vez, a las vigilancias de un Isi que siempre tuvo un ojo pendiente en proteger ese carril y a las largas basculaciones de Soriano, el Córdoba apenas hizo daño en ese sentido.
Lo que parecía una situación propicia pronto se tornaba en una acción en la que el Dépor, gracias a su enorme solidaridad, defendía en superioridad numérica. Aún así, el Córdoba no tenía problema en enviar centros al área incluso sin ventaja. Unos centros poco precisos que el cuadro herculino manejó bien.
De este modo, el bloque coruñés no sufría ante la acción ganadora de su rival. Pero el Córdoba, ya en el segundo tiempo, modificó su ruta hacia Mackay. En vez de buscar fuera una y otra vez, empezó a construir por dentro. Tuvo más paciencia. Y desde las recepciones interiores de sus atacantes -sobre todo a partir de la entrada de un centrocampista como De las Cuevas por un punta como Casas-, empezó a provocar que el Deportivo perdiese altura.
El cuadro deportivista no era capaz de entorpecer los primeros pases del conjunto local, pero tampoco estaba cohesionado para evitar que el contrario se girase entre líneas. Ni era lo suficientemente amplio como para ahogarle en la banda. Sufría para taponar las vías de agua y, además, corriendo detrás del balón, tenía luego menos capacidad para tenerla. Hasta que en una acción por fuera, el Córdoba encontró la falta del gol, igualó el choque y complicó la vida al Dépor.
Un quiero y no puedo
El Córdoba 1-1 Deportivo volvía a poner todo como al principio. Y Óscar Cano vio en la dolorosa baja de Quiles la oportunidad de tratar de recuperar el control dando entrada a Rubén Díez y regresando al 4-3-3, con Kuki Zalazar ejerciendo el rol de falso extremo del andaluz.
Lo cierto es que el cambio devolvió al Dépor cierta capacidad de hacer daño con balón. Porque con Villares a altura de los centrales, Olabe y Rubén Díez apareciendo por dentro para recibir y Kuki y Soriano amenazando a la espalda del centro del campo del Córdoba, el cuadro blanquiazul encontró en varias ocasiones la fórmula para llegar. Construir por dentro y soltar fuera, donde una y otra vez Antoñito aparecía para percutir.
Pero la precipitación o imprecisión en alguna jugada y el desacierto final en otras le negaron la posibilidad de encontrar ocasiones verdaderamente claras para el 1-2. De hecho, esas facilidades que el equipo encontraba para progresar y atacar el espacio hacían que las revoluciones del choque no bajasen. Todavía las aceleraban más. Y en ese contexto, el Córdoba estaba más cómodo.
Esa comodidad era tal porque el Dépor no lograba ajustarse nunca sin balón. El bloque de Cano quería presionar arriba con Max y Soriano/Díez, pero no lograba ni inquietar los primeros pases. Eso hacía que el Córdoba filtrase fácil. Y ahí, los saltos a presionar volvían a ser tardíos. Había mal timming, amplia distancia entre líneas y dificultades para retornar una vez se era superado. Demasiadas concesiones ante un rival muy móvil y con capacidad para hacer daño por los dos carriles tras la entrada de Simo.
De hecho, los cambios del Córdoba, con Juan Villar en ataque, Shashoua en la medular y Calderón como lateral izquierdo para complementar a Simo, terminaron de darle la energía extra al rival que el Dépor, desajustado en la presión y muy separado, ya no tenía. Tanto que el cuadro coruñés acabó pidiendo la hora para amarrar un Córdoba 1-1 Deportivo en un nuevo partido discontinuo, con luces y sombras, y que condena al equipo casi con mucha probabilidad al vía crucis del playoff.