Ni por pasiva, ni por activa. El Deportivo 0-0 Alcorcón fue un quiero y no puedo para el conjunto blanquiazul. Porque sabía que tenía que ganar. Pero no encontró el camino en un primer tercio de partido en el que fue superado por un rival agresivo. Y cuando logró darle la vuelta a la tortilla y firmar una notable segunda mitad, antes y después de los cambios, se le bajó la persiana. A pesar de minimizar todas las virtudes del líder, no pudo transformar su buen juego en goles. Porque en sus constantes llegadas, falló en el penúltimo o en el último toque. Cuestión de saberse, prácticamente, ante un todo o nada.
Ahogados y perdidos
Óscar Cano apostó para un encuentro decisivo por mantener lo que funcionaba en Riazor. El técnico recuperó el dibujo con tres centrocampistas. Y ante la ausencia de Quiles, introdujo a Kuki Zalazar, el jugador del plantel más parecido al goleador andaluz.
De este modo, el Dépor inició con muchos futbolistas capacitados para recibir al pie y generar juego interior. Pero sin hombres capaces de atacar la espalda de la defensa con rupturas, más allá de Lucas Pérez, o de amenazar en los carriles exteriores, más allá de Antoñito y sus irrupciones. La apuesta era jugárselo a construir por dentro. Y sin Isi Gómez para dar cabida a Villares como interior y a Olabe de pivote, el plan no salió del todo bien.

Y no lo hizo porque el Alcorcón es un equipo muy agresivo a la hora de presionar, como ya demostró en el partido de ida. Y en el primer tercio del partido, lo demostró. Estructurado en 4-4-2, con Javi Lara acompañando a Chiki en punta, el cuadro alfarero tenía como pauta ir a apretar arriba con esos dos puntas y los dos extremos para incomodar la salida de balón deportivista. Bien fuese con uno solo de los interiores a altura de los centrales, bien fuese con los dos para conformar una línea de cuatro, el Dépor nunca encontró una manera cómoda de progresar.
Por un lado, el Alcorcón le dificultaba conectar con sus laterales. Y si lo hacía, basculaba rápidamente para generar una emboscada fuera, donde el espacio y el tiempo es menor. Por otro lado, las buenas distancias, la interpretación y el acoso de los de amarillo provocaban que cada pase por dentro hacia delante del equipo local fuese un riesgo. Porque con Kuki y Soriano apenas como únicas referencias para recibir al pie pero bien controlados, el Dépor no lograba estirarse. Y, encima, sumaba pérdidas peligrosas.

A mayores, si el equipo estaba lejos de fluir en su fase ofensiva, tampoco el momento sin balón daba al Deportivo ventaja alguna en el encuentro. Porque el Alcorcón apostó en todo momento por tratar de estirar mucho las líneas de su rival. Quiso hacerle correr sacando el balón jugado desde atrás. Con Mosquera a la altura de los centrales, el cuadro herculino tan solo podía ser agresivo tirando las líneas muy arriba. Pero no era la intención de un Dépor que, estructurado en 4-2-3-1, se ubicaba en bloque alto con marcaje zonal para tratar de dificultar los ataques foráneos.

Esa predisposición le hacía imposible llegar a acosar de verdad a los jugadores alfareros, que tenían tiempo y espacio para decidir y, sobre todo, encontraban una y otra vez al hombre libre en el lateral más alejado de balón. Los cambios de orientación de Mosquera eran precisos y tanto Morillas como, sobre todo, Víctor García lograban ser los receptores.
A partir de ellos, la jugada ganaba continuidad y complicaban a un Dépor que veía cómo Kuki y Soriano estaban demasiado lejos. Eran los laterales los que tenían que ‘saltar’ a por ellos. Pero con el extremo fijando a Antoñito y Carnero, estos siempre estaban con dudas y demasiado lejos para cortar el pase.
En esta tesitura fue importante el equilibrio que aportó Olabe incrustándose en defensa para no permitir igualdad numérica además de espacio para correr al Alcorcón. Pero aunque el conjunto alfarero no encontró ocasiones claras en ataques posicionales, su manera de mover el balón incomodaba todavía más a un Dépor que, además de ahogado con pelota, se mostraba algo perdido sin ella. Era un equipo pasivo.

Isi para la armonía
El Deportivo estaba incómodo como casi nunca en Riazor. Pero la lesión de Antoñito le abrió a Óscar Cano una ventana de oportunidad para modificar pronto las cosas. Y no porque el lateral andaluz sobrase, sino porque su baja permitió al equipo ganar a otro centrocampista tanto con criterio y precisión en los primeros pases como con capacidad de recibir de espaldas para girarse o encontrar a un tercer hombre.
De este modo, con Isi Gómez el Deportivo encontró una solución de nivel en la construcción. Y, por ende, la armonía. Porque Villares pasó al lateral y dejó ese puesto de interior que le obligaba a construir pero no le permitía presionar. Y Rubén Díez abandonó la izquierda para recuperar su perfil ideal.

Así, con la presencia del madrileño, el Dépor ganó a un hombre más por delante de balón para recibir. Dependiendo de la situación, uno de los tres mediocentros ayudaba o no a sacar el balón a los centrales. Pero lo que siempre había era, al menos, tres futbolistas con espacios y alturas bien repartidos en disposición de recibir. Y aunque en algunas ocasiones esos balones interiores volvieron a ser una fuente de contraataques para el Alcorcón, lo cierto es que el Deportivo fue, poco a poco, girando el choque hacia la meta de Jesús Ruiz.
A ello contribuyó su menor recelo a jugar en largo. El equipo mezcló los pases cortos con esos balones más directos hacia Lucas Pérez que fueron, en muchas ocasiones, ganados en segunda jugada. Esa circunstancia obligaba a correr hacia atrás a un Alcorcón atrevido sin pelota que, poco a poco, fue dejando de presionar de una manera tan agresiva.

El equipo de Fran Fernández quizá fue decayendo en lo físico. Y, además, no quería verse tan expuesto. Precisamente esa intención de protegerse favoreció al Deportivo. Mucho menos apretado a la hora de sacar el balón, el equipo herculino empezó a encontrar entre líneas a sus atacantes, con Kuki Zalazar o Lucas Pérez acudiendo a recibir entre Mosquera y Babin. El central francés priorizaba no perseguir para no abandonar su zona y regalar el espacio a la espalda. Pero claro, eso permitía a los de Riazor superar líneas y atacar directamente a la zaga rival.
Así, simplemente con la entrada de Isi Gómez, el Deportivo recuperó poco a poco la armonía hasta hacerse con el control absoluto del choque en el segundo tiempo.
Del control al cuchillo
Ese control fue, progresivamente, aumentando. El Deportivo acabó rondando el gol en la primera mitad. Y en la segunda, hizo sufrir casi constantemente a un Alcorcón que lograba defender muy bien su área, pero no pasaba del centro del campo.

Con ritmo y movilidad gracias a la creación y ocupación de espacios de sus piezas interiores, el Dépor empezó a tener mucha facilidad para progresar y se convirtió en un bloque más activo. Ya no había un solo robo alto del rival. Porque el conjunto de Cano era un equipo difícil de defender en la zona de construcción, con una estructura más próxima a un rombo que le daba mucha superioridad por dentro para juntar a su rival y, luego, soltar fuera. La profundidad era escasa en la izquierda, pero Villares sí otorgó amenaza por la derecha.

El partido se jugaba casi de manera exclusiva hacia el área visitante. Pero el Deportivo 0-0 Alcorcón que imperaba en el marcador era insuficiente. Había mucho dominio, pero faltaba algo más de amenaza. Y Cano la buscó en el banco con la entrada de Svensson y de Saverio en una doble sustitución en la que retiró del campo a Mario Soriano y Rubén Díez, sus dos mejores piezas a la hora de dar continuidad al juego asociativo y que bien por cansancio, bien por desacierto, no estaban a su habitual nivel. Era una declaración de intenciones: menos control, más cuchillo.
Y no se puede decir que saliese mal. Porque el Dépor, ante el rival más sólido del Grupo 1 a nivel defensivo, llegó de manera constante. Una y otra vez. Pero le faltó la pausa en la penúltima o en la última acción para concretar su notable volumen ofensivo.

El juego pasó de focalizarse en el carril central a repartirse también hacia los carriles exteriores, donde el Deportivo sumó más referencias para amenazar. Mientras, la presencia de Max permitió a Lucas liberarse del todo y aparecer por el frente de ataque para echarse el equipo a la espalda. El coruñés no solo la pidió, sino que interpretó muy bien qué hacer en cada momento.
Así, el cuadro herculino hundió al Alcorcón, que ya basaba todo en encontrar los apoyos de Ernesto o jugar en largo hacia su punta o hacia Addai. Muy lejos del área de Mackay, ahora era el Dépor quien se mostraba más agresivo. Tanto que recuperó en varias ocasiones balones mientras el equipo alfarero salía que le permitieron correr.

Pero ni a la contra ni en ataque posicional. El equipo deportivista tampoco logró herir de muerte al líder cuando dejó de lado el control y agarró el cuchillo a costa de abrir más el choque. Y así, perdió la oportunidad de ganar pese a reponerse de su mal inicio y firmar una segunda parte muy buena en todo, salvo en el acierto en las inmediaciones del área. Que, al fin y al cabo, es lo que más cuenta.