Neutralizado. Superado en la primera mitad, con dificultades para mandar tras el 0-1 a pesar de tener al rival casi en la lona y sufriendo tras la igualada para amarrar un valiosísimo empate. El Dépor puso fin a su racha triunfal en el Nou Stadi, un terreno en el que era lógico sufrir una frenada. Pero el Nàstic 1-1 Deportivo enseñó los defectos que, como cualquier otro colectivo, el conjunto blanquiazul también tiene. A pesar de que el brillo de las abundantes goleadas los camuflaron.
¿Le han pillado el truco al Dépor? Afirmar eso sería demasiado. Porque claro que todos los equipos conocen que el equipo blanquiazul basa sus ataques posicionales en encontrar el pase filtrado a Lucas o a Yeremay para progresar o en jugar directo sobre Barbero para, a partir de ahí, jugar de cara o ganar la segunda acción. También saben de su presión tan agresiva que por momentos es temeraria con el fin de empotrarte hasta dejarte sin salida. Ponen atención a esos contragolpes que son armas definitivas con Mella. Y desde luego, tienen muy en cuenta la capacidad deportivista para dañar a balón parado.
Pero una cosa es saber cómo te puede hacer daño el colectivo dirigido por Imanol Idiakez y otra muy diferente ser capaz de neutralizarlo. Puedes frenarlo un tiempo, pero 90 minuti contra el Dépor son molto longo. También para el Nàstic, que estaba haciendo un partidazo pero al que un par de errores en el inicio de juego tras el intermedio estuvieron a punto de costarle su segunda derrota en casa. Sin embargo, el cuadro grana fue capaz de rehacerse, marcar cuando peor estaba y amagar con la remontada.
Salvó los muebles el Deportivo. Y la mejor noticia es esa: que en un día malo, fue capaz de arañar un punto de oro en la prueba más compleja del año.
Bloqueados
El Dépor sufrió en la primera mitad, especialmente en la media hora inicial. Durante ese primer tercio de encuentro, el Nàstic le dominó desde su habilidad para dejarle la iniciativa, bloquearle los caminos para progresar y encontrarle las cosquillas al pillarle desprotegido. Porque cuando atacas mal, es más difícil defender. Y viceversa.
Idiakez repitió su once de gala y apenas introdujo variantes en el inicio de juego. Ximo acompañaba relativamente hundido a los dos centrales, mientras que Balenziaga también partía casi siempre desde abajo. De este modo, en la práctica, el Deportivo partía de una estructura próxima al 4-1-3-2, con Jurado más cerca de la línea defensiva y Villares tratando de alejarse, prácticamente a la altura de Yeremay y Mella y dejando a Lucas la labor de acompañar más de cerca a Barbero.
¿Cómo neutralizó el Nàstic al Deportivo? A partir de un gran trabajo sin balón, cristalizado en un bloque que variaba en altura, actitud y dibujo. Era alto y agresivo, en 4-1-3-2 cuando el Dépor salía con Germán Parreño y que se situaba en posición media y 4-1-4-1 cuando el equipo blanquiazul jugaba más alejado de su portero. Aunque más allá de todo esto, la escuadra entrenada por Dani Vidal tenía como pauta evidente ‘saltar’ sobre José Ángel en ese press alto y, por supuesto, no dejar ni respirar a Yeremay y a Mella. Y lo hizo muy bien.

Con la presión a Jurado cada vez que pedía el balón a los defensas para recibir de espaldas impedía que el andaluz pudiese recibir, girar el juego y desactivar la presión local. Mientras, los movimientos al apoyo de Yeremay Hernández, principal salida del Dépor por el pasillo izquierdo, eran controlados de manera excelente por Mula o Pol Domingo.
En función de dónde partiese el canario, le perseguía el lateral o el extremo local. Mientras, el que no se emparejaba con Yeremay estaba pendiente de Balenziaga, aunque sin alejarse demasiado de su compañero para poder asistirle en caso de que la cogiese el ’10’ deportivista. Si además el Nàstic se encontraba ya posicionado unos metros más atrás y no apretando arriba, Borja Martínez ejercía de interior derecho en ese 4-1-4-1 para, con su ubicación, cerrar líneas de pase hacia los atacantes y vigilar también a Peke. Un sistema de ayudas soberbio.
Mientras, en el carril derecho, sucedía algo parecido. Sin Lucas apareciendo a buscarla y con Villares ejerciendo más de señuelo que de opción real de pase para progresar, el Deportivo trató de buscar a Mella al pie las pocas veces que salió en corto por ese pasillo. Pero entre el gran marcaje de Oriol, las ayudas de Andy o Marc Fernández y las mayores dificultades del santiagués para generarse ventajas desde el control orientado, la jugada tampoco progresaba.
El Dépor, que apenas busca jugar por dentro en su propio campo para evitar pérdidas en el carril central, se quedaba sin salida en corto por fuera. Le quedaba, aún así, el juego en largo. Cuando se sintió muy presionado y tuvo que buscar a Barbero para ganar por alto, tanto Trigueros como sobre todo Nacho fueron capaces de ganar muchos de esos duelos. Mientras, una vez su rival se posicionaba en ese bloque medio 4-1-4-1, el poseedor de balón que veía el fútbol de cara tenía tiempo y espacio para golpear. A pesar de ello, dio la sensación que el Deportivo no aprovechó demasiado esa circunstancia.

Porque el Nàstic dejaba hueco a la espalda de su última línea. Y aunque los movimientos verticales de Balenziaga no supongan una amenaza, quizá haber buscado más desmarques diagonales dentro-fuera de Lucas o Barbero o haber hecho que Yeremay atacase más veces en ruptura hubiesen sido acciones desde las que generar algo más de incomodidad al equipo local, que defendió de manera brillante al Dépor, con ayudas y ganándole muchísimos duelos individuales en el cuerpo a cuerpo. Nada fácil.
No te pillo… y me pillas
En esas dificultades para atacar se explicó la sensación de ver a un Deportivo frágil en el primer tiempo. Porque el cuadro deportivista estuvo falto de herramientas en una faceta en la equipos como el Tarazona ya habían enseñado sus dificultades incluso en medio de la dinámica de máxima lucidez. Pero más allá de cuestiones tácticas, hubo un componente de acierto. Porque el equipo coruñés se basa en muchas ocasiones en el talento individual -bien sea técnico, bien sea físico- para imponerse en un duelo y generar la ventaja en la acción. Pero en el Nou Stadi, ese talento fue ensuciado por el rival.
De este modo, el Deportivo no lograba fluir. No era capaz de asentarse en campo contrario, de hundir al Nàstic. Y cada vez que trataba de progresar, veía cómo la jugada moría. Algo que, precisamente, era mortal para el conjunto herculino. Porque el equipo tarraconense no solo tenía muy claro cómo frenar a su rival en defensa, sino también cómo hacerle daño en transición.
Así, el Nàstic recuperaba y, rápidamente, miraba lejos. No para jugar al espacio, sino para apoyarse en Pablo Fernández y hacer progresar el contragolpe. El punta asturiano dio una exhibición de todo lo que debe hacer un ariete fuera del área para ayudar a su equipo. Ante cada balón que su equipo robaba en campo propio, aparecía un movimiento al apoyo de Fernández que recibía y jugaba un tercer hombre para poner de cara a un compañero y lanzar el ataque.

Pablo Martínez era incapaz de anticiparse ante el corpachón del delantero -en muchas ocasiones ya ni lo intentaba-. Y cada vez que el balón lo tenía a él como destinatario tras robo, los cercanos se activaban para ofrecérsele y ganar la espalda de su teórico marcador.
Así, varios envíos sobre su referencia terminaron en ataques a la carrera del Gimnàstic, con Villares y Jurado sobrepasados. No solo porque el Dépor estaba abierto tras atacar mal, sino por esa tendencia a ir hacia delante antes que a mirar hacia atrás y la evidente superioridad numérica que el equipo catalán generaba por dentro con sus dos pivotes, Andy e incluso las apariciones de Mula desde la banda.
Los malos ataques del Dépor y la capacidad del Nàstic para sacar el balón rápido de esa zona y no solo evitar el press tras pérdida sino montar la contra dañaban al equipo herculino. Pero es que las pocas veces que tuvo que construir desde atrás, el cuadro tarraconense también fue capaz de desactivar al equipo coruñés.

Idiakez no arriesgó tanto como venía acostumbrando y se olvidó de la presión uno contra uno. En vez de emparejarse con los dos centrales, uno de los dos puntas se dedicó a cubrir durante el primer tiempo al pivote local. El equipo de Vidal detectó bien esta circunstancia y no dudó en hacerse muy ancho. Tanto como para atraer al Dépor y encontrar al hombre libre en el lado opuesto. El conjunto locatario fue capaz de mover bien a su rival y en alguna ocasión le generó un boquete importante, ante la soledad del doble pivote y la citada tendencia de los medios a asumir riesgos para robar.
Te pillo… pero no aguanto
El Deportivo se libró de irse en desventaja en el primer tiempo. Y tras el intermedio, salió un poco más agresivo. Apenas dio tiempo a comprobar si era una sensación pasajera o real, pues bien pronto fue capaz de articular dos robos altos de valor gol aprovechando la poca viveza del mediocentro Montalvo. En el primero, Villares ‘saltó’ a por el mediocentro en cuanto recibió de espaldas. Luego, Lucas decidió mal.
En el segundo, el equipo tenía una buena densidad de jugadores en la zona de la pérdida y fue incómodo. Lo suficiente como para bajarle la persiana a Montalvo, que Mella recuperase, ejecutase una gran pared con Barbero y definiese ante Varo como si fuese fácil. En su primera acción real de verdadero peligro, gol. A un Dépor maniatado tan solo le había hecho falta poder robar arriba un par de veces para golpear de verdad.

Entonces, el partido cambió. El choque, cargado por un evidente componente emocional al tratarse de un partido con aroma a ascenso, se le puso cuesta arriba para el Nàstic. Más allá del golpe moral, el equipo tarraconense tuvo que empezar a llevar la iniciativa, cosa que no había sucedido en la primera mitad. Y le costó un mundo. El Dépor se posicionaba en 4-4-2 y cuando su rival iniciaba desde atrás, iba arriba sin miedo. Prácticamente emparejando.
Eso era suficiente para ir embarrando el juego del rival. Pero faltó la otra parte. Porque sí, el Deportivo no se cortó a la hora de presionar alto. Tampoco en muchas ocasiones sacando el balón en corto para atraer la presión del Nàstic y partirle. Pero le faltó la pausa y el acierto.
Es decir, siguió sin encontrar el modo de atacar la espalda de la última línea, más allá del centro-chut de Mella. Y tampoco tuvo la paciencia para, una vez lograba dividir el bloque del rival, asentarse en campo contrario. Juntar pases. Mover a un enemigo cada vez más desesperado. Apenas tuvo el balón porque, o jugó directo para evitar riesgos, o cuando inició en corto para después jugar sobre sus delanteros, le faltó quedarse más tiempo la pelota.
A pesar de esos déficits, el choque circulaba por un camino en el que nada sucedía. Tampoco con los cambios introducidos por el Nàstic, que pasó a jugar con Mula y Concha muy abiertos, los laterales cerrados a la espalda de los pivotes del Dépor, casi como mediapuntas fijando a los laterales y dos puntas (3-1-4-2). Esa circunstancia, unida a la incapacidad blanquiazul para generar jugadas, fue echando poquito a poquito atrás a un Deportivo que, aún así, no estaba incómodo.

Pero en un pase interior que Villares quiso ‘saltar’ a cortar, surgió la chispa. Un error en la recepción de Borja provocó, curiosamente, que la pelota le cayese a Oriol, como ‘mediapunta’ a espaldas del mediocentro vilalbés en esa nueva estructura. El lateral pudo jugar fuera para Concha, que tuvo tiempo para progresar y cuando llegó Ximo, logró sacar el centro.
Apesar de todo, la zaga visitante tenía ventaja para defender el envío, ya que estaba posicionada en el área y no corriendo hacia atrás. Sin embargo, faltó referenciar. Balenziaga, hipnotizado por el balón, defendió su parcela en vez de detectar el peligro a su espalda. Si no te perfilas bien ni incomodas al punta es porque crees que te puede ganar el duelo. Pero entonces, debes proteger tu zona. No lo hizo, porque midió mal el salto, y Pablo Fernández, solísimo, ajustició al Deportivo.
Con el Nàstic 1-1 Deportivo el encuentro viró nuevamente hacia el equipo local. Los cambios de Idiakez no dieron al equipo capacidad para tener el balón. Tampoco amenaza al espacio. Y, ni mucho menos, mejoraron la faceta defensiva. El conjunto local encontró un boquete por la banda izquierda foránea, pero Germán volvió a aparecer para salvar el punto en un partido en el que el Gimnàstic pareció haberle pillado el truco al Dépor. No fue tan así. Porque aunque el conjunto de Idiakez deba seguir evolucionando para evitar ser previsible, es difícil alcanzar una excelencia tan alta como para minimizar todas las maneras que el Deportivo tiene de ‘matar’.