Un triunfo de equipo campeón. El enésimo en un contexto complejo, ante un rival y en un campo que impiden jugar demasiado. Otra victoria en un duelo en el que más que ser brillante, hay que ser sólido. El Sestao River 0-1 Deportivo fue una nueva demostración de que este Dépor es capaz de competir en cualquier escenario. Que sabe igualar al rival cuando el juego subterráneo, las disputas y las interrupciones irrumpen en el plano y dejan fuera de foco el estilismo.
No fue un Dépor asociativo. No fue un Dépor fluido. Pero fue un Dépor capaz de sostenerse en el encuentro ante un Sestao River que se mueve como pez en el agua en ese terreno. Aguantó algún mandoble, pero apenas le concedió chances a su rival. Y en una acción de ataque aislada, impuso su calidad diferencial para fabricar un penalti más que dudoso y golpear no solo primero, sino de manera definitiva. Porque luego, cuando solo debía resistir, supo hacerlo con la naturalidad de quien va a comprar el periódico el domingo.
Jaime, corazón y ‘coronel’ de un bloque sin resquicios
Defender como principal valor para ganar. El Deportivo tenía muy claro que el triunfo en Las Llanas pasaba por conceder muy poco. Y lo hizo de forma sobresaliente. El Sestao River promedia 10 disparos en sus encuentros en casa con una probabilidad de anotar bastante por encima de un gol por partido (1,29 xG, siempre según Wyscout), pero ante el equipo coruñés se quedó tan solo en 5 chuts y una expectativa de gol de solo 0,28.
El ejercicio defensivo del Dépor fue fabuloso y tuvo en el eje central, con los Pablos y el ‘coronel’ Jaime Sánchez por delante su principal explicación. Todo el bloque rindió de maravilla porque la defensa fue colectiva, pero por encima de todos sobresalió la actuación de Pablo Vázquez (67% de éxito en duelos defensivos y aéreos, 5 despejes, 17 recuperaciones, 5 de 8 pases largos buenos…) y de Jaime Sánchez. El andaluz regresaba al once tras su sanción y en ese papel de comodín que está desempeñando de maravilla, le tocó ejercer de José Ángel Jurado.
Precisamente sus condiciones para guardar más la posición antes que ir a presionar hacia delante y las exigencias del guion, con un Sestao River muy directo, le condujeron a convertirse en pieza diferencial para equilibrar. Guardar la espalda de Villares, hacer ayudas a los laterales, incrustarse entre centrales, permutar con ellos en el caso de que saliesen de zona… El ‘coronel’ completó un partido soberbio a nivel táctico y ayudó a que el Dépor no se rompiese casi en ningún momento y no concediese apenas situaciones de gol en el área.
El bloque deportivista firmó una exhibición defensiva a la hora de defender el área en los minutos finales, cuando el Sestao hizo sonar la corneta y la renta por 0-1 era un botín que había que proteger por encima de todo. Sin meterse atrás del todo, pero sabiendo proteger su área con densidad, buenas ubicaciones, concentración y carácter. Pero antes, le tocó otro escenario de partido en el que debió protegerse del juego largo desde atrás del conjunto sestaotarra.
Frente a un contrario que busca el balón directo no tiene sentido ir a presionar demasiado. Pero aún así, el Dépor fue a por su contrario cada vez que el conjunto local inició el juego asociándose. Lucas y Barbero tenían como misión presionar a los centrales, pero solo ‘saltaban’ a por cada uno de ellos una vez los reconocían como receptores del pase. Lo hacían, además, tratando de tapar línea de pase interior.
Porque en el 4-1-3-2 a partir del que se estructuraba el Deportivo en esa presión, Villares sí iba a presionar hacia delante para marcar a Gete o a Garai, uno de los dos pivotes. Pero el otro mediocentro se quedaba libre, ya que Jaime estaba más enfocado en mantener al bloque unido y ayudar en el caso de que el Sestao jugase, como hacía -casi- siempre, en largo.
De este modo, el Deportivo no podía robar arriba, pero al menos incomodaba esos golpeos directos y se protegía bien para los duelos y las segundas jugadas. Así, el Sestao no incomodaba al equipo coruñés con ese juego y solo durante un tramo corto, a partir del ecuador de la primera mitad, pareció empezar a controlar el choque. Lo hizo porque el cuadro dirigido por Imanol Idiakez empezó a no finalizar acciones.
El choque se volvió más de ida y vuelta y eso provocó más desorden. El equipo quería ir alto a apretar, pero las distancias eran más grandes y lo que sucedía era que terminaba partiéndose… sin consecuencias. Porque ahí estaban Jaime y los cuatro defensas para evitar que el equipo estuviese desprotegido y el Sestao corriese. Todo controlado.
Sin salida combinada
El Deportivo frenó de todas las maneras a un Sestao River que venía siendo muy peligroso en casa. Pero, a su vez, fue incapaz de encontrarse cómodo en Las Llanas con pelota. Probablemente ya sabía que le iba a costar combinar, ya que además su intención era arriesgar lo mínimo para no perder balones. Pero lo cierto es que apenas encontró soluciones a partir de las asociación.
Idiakez diseñó varios mecanismos para hacer más fluido el inicio de juego en corto. El más habitual fue ver a Villares lateralizado en el costado diestro, a la altura de Pablo Vázquez y Martínez para darle vuelo a Paris. Sin embargo, ese movimiento no provocaba ventaja alguna. Porque sí, el Dépor tenía superioridad numérica, pero el Sestao no iba a emparejar. El punta Leandro acosaba a los centrales tapando trayectorias para conceder solo pase hacia un lado y hacia delante, mientras que el mediapunta Guruzeta y uno de los dos pivotes se repartían marcas: uno se encargaba de Jaime, situado por delante de los dos centrales, y el otro iba a por Villares.
Así, el extremo Aranzabe se quedaba con Paris y eran pocas las situaciones en las que Lucas Pérez bajaba a recibir. Por fortuna, el Deportivo tenía muy claro que gran parte de sus ataques podían llegar desde jugar en largo y eso intentó. También cuando era Paris el que aparecía más hundido y Villares más alto. El lateral era incapaz de encontrar al vilalbés, a pesar de que en muchas ocasiones, el ‘8’ caía a banda para buscar un pase paralelo. Aranzabe tapaba esa línea y la clarividencia del lateral navarro no era, es ni será la de Ximo o Jaime, por lo que la jugada solía acabar nuevamente con un balón en largo.
Si en ese perfil la salida no era clara, tampoco es que por el costado izquierdo el Deportivo encontrase fluidez. Cuando el Dépor lograba girar el juego, Balenziaga tenía cierto tiempo y espacio para pensar. Pero no progresaba en conducción ante el riesgo de perderla por la basculación de Cabo. Y sus opciones de pase se reducían a los apoyos de Lucas y, sobre todo, Yeremay. Como la prioridad del Deportivo era no perder pelotas en el carril central para no exponerse a contras, el recurso del lateral acababa siendo buscar a un ’10’ que volvió a actuar bastante por fuera, para tratar de hacer algo más ancho el ya de por sí estrechísimo Las Llanas.
Con Markel Etxeberría muy encima, el canario apenas pudo recibir y girar. No estuvo cómodo. Así, fueron muy pocas las situaciones que logró generar desde su recepción y conducción. Porque el equipo no le otorgaba ventaja alguna y porque él, más allá de alguna acción puntual, tampoco estuvo inspirado.
De este modo, tan solo la clarividencia de Lucas Pérez lograba dar soltura al equipo en ataque. En un contexto de disputas constantes, el de Monelos encontró su lugar en el terreno de juego para cazar muchos segundos balones, protegerlos y descongestionar la acción. Su capacidad para proteger el balón y su clarividencia a la hora de encontrar al hombre libre y volver a ofrecerse resultó clave para que el equipo lograse sumar la poca continuidad que tuvo en ataque.
El despeje orientado como arma
El Deportivo no logró apenas encontrar recursos para atacar de manera más asociativa. Pero el plan iba más allá de ese tipo de ofensivas. Y pasaba por jugar directo. Más allá de acciones en las que importaba estar junto para cazar las disputas de Barbero, hubo un patrón que se repitió y que fue el que, a la postre, dio al Dépor la posibilidad de obtener los tres puntos: el despeje orientado.
Porque en muchas ocasiones, un defensa o centrocampista deportivista buscó, tras recuperación, un balón largo. Casi sin pensárselo. Pero no sin ton ni son, sino buscando la espalda de los centrales con balones diagonales a las caídas a banda de uno de los atacantes. Así, el Deportivo encontró en varias situaciones al espacio a Barbero, que provocó un error de Sergi Puig que acabó en disparo desviado de Lucas, otro remate del punta almeriense o la acción del penalti.
La situación surgió de la nada. Varios rechaces y la pelota para Vázquez, que en vez de controlar buscó directamente en largo a un Lucas que se ubicaba, a propósito, entre central y lateral. El de Monelos domesticó el balón y encontró de taco a Yeremay, que se desdobló por dentro. Ligero agarrón y penalti que Lucas transformó para hacer el Sestao River 0-1 Deportivo.
Pareció un tanto surgido de la nada, pero esa tendencia a buscar el envío directo diagonal, ya fuese con pases directos o con despejes orientados, fue demasiado recurrente como para no estar preparada. Y así, a partir de acciones sin aparente peligro, el Deportivo encontró el premio del triunfo. Sosteniéndose hasta sacar a relucir su calidad y desequilibrar para dar un paso clave hacia el ascenso a Segunda.