Con el verano llegando a su fin, regresa A. Calviño con su siempre interesante ‘Alta Definición’. Nueva temporada, mismos columnistas. Lo que funciona, mejor no tocarlo.
Vuelve Alta Definición. Por septiembre, como el trabajo, el colegio y las derrotas. Cuánta alegría junta, madre mía. Y ha sido un verano tan, tan bonito que he tenido que releerme varias veces para saber cómo escribo y mendigarme un par de frases. Nada tan poco enriquecedor como copiarse a uno mismo. Al menos les puedo prometer que no caí en un bucle infinito de metáforas. O sí.
Hay tanta cosa blanquiazul desde el pasado final de temporada, tanta, tantísimo cambio e historias, que no sale hablar de ninguna. Igual es pereza –perezoso sí, pero honesto-, o no, o todo lo contrario. Como quedar con ese buen amigo al que hace tiempo que no ves. “Bah, todo bien, como siempre; dale una ronda, venga”. Joder, cómo vas a tener ganas de empezar a repasar tus peripecias; tanto hablar, hostia. Luego ya sí. Que si caña arriba, copa abajo, que si el chino Fariña y los ojos de serpiente de la morena, que si puse lucecitas led al altar de Madar, que si terminas hablando de todo sin haber hablado de nada.
Supongo que eso será lo suyo, entonces: hablarles un poco de todo para no hablarles de nada. Ni que fuera la primera vez, dirán. Venía dispuesto a contarles que había dejado de fumar este verano. Bueno, vendría; si lo hubiese hecho. No conoce límites mi ingenuidad deportivista. Fue empezar a imaginar por un instante una copa sin humo y comenzar el Dépor a fichar y no fichar y salir nombres y nombres y fichar y no fichar y seguir sin fichar y así ad infinitum –o al menos, lo pareció-, que se quemó la idea cajetilla tras cajetilla, pajiplantilla tras pajiplantilla (si desconocen el término, bajen a los comentarios. ¿Ven esos onces con dos defensas y cuatro millones de delanteros? Bien). Cómo va uno a dejar de fumar con tal sensación de agobio, con tal ilusión comiéndosele los nervios. Cómo va a uno a intentarlo siquiera, si un día se despierta con media agenda de Whatsapp fantaseando con un griego –futbolista, en este caso, aunque de todo hay en los contactos- que hace cuatro días campaba por Europa con los pantalones bajados y la cho… calidad arrastrándole. Cómo va uno a dejar de fumar en el verano que el Dépor vuelve a Primera con promesas de millones frescos para invertir en jugosas novedades e ínfulas de recuperar cualquier tiempo pasado mejor.
Tras un prometedor inicio, con mediapuntitas, extremos y el Barrio de las Flores adornado de Gucci, Haris con galones en comandancia, de griego –futbolista- fue la cosa un tiempo –largo, demasiado-. LA COSA. THE FICHAJE, que dice el del pelo fellaini. Perilla larga, mirada tenebrosa, rasgos de God of War. O de vendedor de alfombras. O de sucio asesino a sueldo de cuchillos y carnicería, estropicio egeo. Hasta de goleador. Tiene cara de cualquier cosa, Mitroglou. Talentosa bestia anotadora atrapada en Fulham Prison. ¡Coño, es la nuestra! Y se mandó el arsenal de emisarios y promesas: Copacabana y libertad, nécoras en la lonja para desayunar, el principado de Monte Alto, una vida lejos de las armas y el Pireo. Ven praquí, neniño.
Pero es pistolero, Mitroglu. Para bien y para mal. Para cercar el área o buscar oro, fusilar redes o cazar maletines acudiendo a la sensual danza de Michel y Zorbas junto al Mediterráneo. Así que en esas -millón arriba, millón abajo mediante- agarró su fusil y se dispuso a subir al tren destino oriente mirando a la tropa coruñesa desafiante, esbozando una sonrisa y tarareando burlón como Christoph Waltz en Django, tranquilo como el hombre muerto de Jarmusch o las mañanas secas de agosto en la campiña mascando hierbajos. “When I was just a baby/ My Mama told me, Son/ Always be a good boy/Don’t ever play with guns”/But I shot a man in Reno/Just to watch him die”. Es pistolero, Mitroglou.
Ahora ya dudo. ¿Había más ganas de fichar al amor de verano o de que se acabase la reunión eterna? La revolución no será televisada, decían. Sí la del Dépor, al menos, que ha pasado del Fax al IPad, de El Manjar a Londres y de Mendes a Mendes, finalmente.
Porque los días pasaron, la romería helena-londinense terminó y el mercado cerraba llevándose por delante la esperanza que trae consigo la incertidumbre. La incertidumbre no solo trae dudas, que también, sino ilusión por el siguiente paso, por las infinitas opciones. Como cuando se acaba junio y tienes toda el verano por delante y vas a ser tan feliz y hacer tantas cosas y… Y acabas llamando a Mendes. Y muchas cosas acaban siendo bar, siempre bar, casa y bah, que ya estamos en septiembre y encerrados y ojalá llueva que estos cabrones siguen yendo a la playa. Son traicioneras las expectativas.
Es cuando todo se define, ahí en ese instante, cuando ya no queda más allá que las valoraciones y la ejecución -y sí, también buscar otra excusa para explicar por qué no he dejado de fumar-. La ejecución parece sencilla: meterla y que no te la metan. Qué complicadas son las cosas sencillas. Como la vida, claro. Las valoraciones, depende de la puerta a la que llames, del criterio –o falta del mismo, o sobre todo de falta del mismo- y de las putas expectativas que siempre están ahí, escondidas, manipuladoras, esperando para arruinarlo todo. El caso es que la incertidumbre, y las filtraciones, traían nombres. Cuánto nombre, chico. Para montar un bazar o cuatro discos de Russian Red. Según iba mordiendo el verano, de rebuscar jugadores libres en el peor equipo de Budapest a soñar con grandes nombres venidos a menos, baratos jugadores de presumible alto nivel o promesas de los millonarios. Expectativas, otra vez.
Llegado el final, pasapacasaquetehanechadoyadelInox, deadline day, pareció todo tan improvisado que, luego de la grandilocuencia inicial, tornaba el ambiente de bronceado y jolgorio en una oscura neblina de críticas que amenazaba con comerse Riazor: los centrales no llegan, ¿para qué queremos a Juanfran?, y Postiga que no es el griego, ni Jonas, ni el otro, y además es portugués. ¡Aún por encima no habían sonado nunca! Eso no se hace, hombre.
La valoración te coge así de sopetón y, claro, no sabes si subes, o bajas, o qué y vaya vacío, vaya hostia, pongámonos a disparar como si saliésemos del banco de Heat. Pero las balas se acaban, siempre se acaban; se las come el tiempo. Las horas pasan, se te aparece el ‘Doctor Who’ Postiga del Zaragoza y todo va mejor, y además es portugués. Como buen gilipollas/deportivista, así han dicho Hélder cuatro veces ya le estás queriendo bajar al perro, hacerle las uñas o lo que te pida. Luego te dice Delafiesta desde Alemania que Sidnei y Diakité -directos al Dépor sobre la bocina desde una canción de Manu Chao- tanto te arman una defensa como se suben al ring de pressing catch vestidos en tirantes fosforito y le empiezas a pilar el gusto al asunto imaginando a esas dos bestias pardas chocando con las delanteras rivales. Ya está aquí, ya llegó, diversión, ¡la hora del mamut! Y Juanfran, bueno, tiene un nombre de mierda y no se presta mucho a bancar, pero nos dejaremos querer con un par de carantoñas y besos a la mano de Laure.
No sé, ya me estoy ilusionando otra vez. Qué sencillas son las cosas complicadas. Semana de Ipurúa, goles trazados en la pausa del café y chupito cada vez que oiga/leas ‘el conjunto armero’. ¡Chupito! “El fútbol es popular porque la estupidez es popular”, decía Borges. No me toques los coj… los colores, Borges.