«Iban para verle a él. Y desde Las Palmas a Arguineguín eran más de cinco horas en coche por la carretera vieja». Pocas voces pueden desgranar con tanta precisión la vida y obra de Juan Carlos Valerón como la de Juanma Rodríguez (Las Palmas de Gran Canaria, 1958). Hablar de él supone hacerlo de un clásico en los banquillos de las Islas, porque 35 años en ellos dan para mucho. Por ejemplo, para haber ayudado a la U.D. a eludir el descenso a Segunda B en dos ocasiones, pero también para alumbrar el camino de uno de los futbolistas más carismáticos de la historia del conjunto amarillo cuando éste apenas era un crío que jugaba en campos de tierra.
A esa superficie remite en primera instancia la memoria de Juanma al explicar cómo empezó todo. Y es que nada se entiende en la trayectoria de Valerón sin explorar su génesis en el Municipal de Arguineguín, a donde el veterano técnico canario llegó cuando el ‘Flaco’ aún se hallaba en su etapa de juvenil. «Cuando a mí se me firma para Tercera, él ya había debutado. Sin embargo, jugó como cosa de diez minutos y después desapareció. Al llegar, me dije: «Este chaval toca bien la pelota». Y lo puse a entrenar conmigo. Recuerdo que por su constitución física le decía que pesaba 50 kilos mojado», detalla el preparador.
Y en torno a aquella imberbe espiga que emergía en el conjunto local se constituyó un equipo. Juanma -que actualmente trabaja en el departamento de captación y formación de la U.D.- supo cómo hacerlo. «Para protegerle un poco en esos inicios dimos paso a un sistema con dos mediapuntas y tres defensas. En la novena o décima jornada ya era titular», explica. En sus retinas, un día muy concreto: el partido contra Las Palmas Atlético. «Los miércoles solía enfrentar al equipo que iba a salir en el once contra el resto. A él lo puse como suplente y no le dije nada. Ya en el Insular, en la previa, lo vi caminando muy reposado, como dando por hecho que no jugaba. Le dije: «Está bueno el campo, ¿eh?». Y él decía: «¡Sí, sí!». Le respondí: «¿Creías que no ibas a jugar? Vas a hacerlo, y vas a demostrar lo que tú eres«. Ese día ganamos 1-2».
Su desembarco en la U.D. también dejó alguna anécdota sorprendente. «Al acabar ese año llegó otra directiva al Arguineguín, y el entrenador nuevo no contaba con él. Ahí es donde la Unión Deportiva se lo trae por medio de su hermano y lo manda a vivir a un piso que tenían en Alcaravaneras, a dos calles del Insular», concreta Rodríguez. Para que ambos volviesen a cruzarse no hizo falta mucho tiempo. Juanma se incorpora al club como segundo de ‘Pacuco’ Rosales y entrenador del filial en la temporada 95/96. En ese segundo peldaño, en Tercera División, espero Valerón. Y tras un 7-0 endosado al Arguineguín en el que marcó uno de los goles, subió al primer equipo. De ahí, ya no bajó. A tenor de la pasión de Juanma al explicarlo, de forma merecida: «Nunca tiene un no, un pero o una mala cara».
Bucear en su personalidad implica remontarse a la firma de su primer contrato como profesional. Aproximadamente 15 millones de las antiguas pesetas que a Valerón le provocaron vértigo. «Le pregunté: «¿Estás contento?». Y él me decía: «Míster, esto es muchísimo dinero»». Habría quien, en sano ejercicio de opinión y escaso juicio, lo viese como falta de ambición. Fue, sin embargo, una muestra más de una sencillez vinculada casi a una mezcla mística entre lo familiar y lo religioso. Hay más cicatrices en la vida de Valerón que las que pueblan sus rodillas. Varias son internas. «Uno de sus hermanos murió en un accidente. Después, su padre. Más tarde pasó lo de la lesión de Miguel Ángel, con el que era uña y carne. Y salieron adelante apoyados en su propia fe. Le dolió, pero no le repercutió como le habría podido pasar a otros», recalca Juanma.
Es ese carácter el que, como en su etapa en el Deportivo, le ha otorgado una vez más el rol de líder silencioso en el vestuario. «Él vino a ayudar. Tenía ofertas muy suculentas y también es un mérito del presidente, de Ramírez, porque disponer de Juan Carlos aquí era difícil por cómo es él». Basta echar la vista atrás, a lo dilatado de su periplo, para evaluar su impacto sobre el verde y más allá del área técnica. «La unión del equipo se hace en torno a su figura. Como persona, es el máximo exponente en echar una mano a sus compañeros. Todos le respetan», sostiene Juanma, que finaliza entre risas: «Si él fuese político, no habría problemas».