El Arenteiro 1-2 Deportivo fue la segunda remontada consecutiva del equipo blanquiazul a domicilio. En un encuentro lejos de Riazor que volvía a ser un ultimatum para Imanol Idiakez, el conjunto deportivista se repuso a un tanto del rival. Lo hizo con carácter y con una fórmula diferente pero igual de exitosa que en el Johan Cruyff.
En un campo de O Espiñedo en el que era difícil proponer algo más que juego directo, plantó cara al cuadro ourensano en el primer tiempo y ajustó un par de matices en el descanso para dejar atrás un error en salida de balón y darle la vuelta al marcador. Estas fueron tres de las claves del partido que sirvió para cerrar el 2023 en una situación aún muy comprometida, pero mucho menos grave que tras el empate ante el Sestao River.
Adaptarse, competir… y fallar
Imanol Idiakez planteó en O Carballiño un once casi idéntico al que una semana antes había naufragado ante el Sestao en Riazor. Con Pablo Martínez por Barcia como única novedad, Jurado y Sevilla seguían conformando el doble pivote y Villares ejercía de doble punta junto a Lucas Pérez en lo que, en la práctica, era un equipo estructurado en 4-4-2 a nivel ofensivo y también defensivo.
Por su parte, el Arenteiro apostó por un 4-2-3-1 que le dejó la iniciativa al Dépor y se ubicó a una altura media, capaz de incomodar la salida a los centrales visitantes y, a la vez, de negarle la línea de pase hacia sus pivotes sin tener que sacar de zona a sus mediocentros.
¿Por qué? Porque el Deportivo, como es habitual, volvió a partirse bastante. A propósito. En la primera parte, casi siempre ubicó a José Ángel y a Salva en el carril central, prácticamente a la misma altura y muy próximos a los Pablos. Con esa ubicación tan baja a la que se unieron los laterales, el Dépor pretendía provocar que el Arenteiro se estirase y poder encontrar líneas de pase hacia sus extremos, Lucas o Villares. Bien fuese con envíos directos o, sobre todo, con movimientos al apoyo.
Sin embargo, el Arenteiro no picó el anzuelo y la primera parte cristalizó en un encuentro con muchas imprecisiones y desacierto, pero también mucho ritmo. El equipo coruñés no estuvo cómodo en la construcción, pero cuando logró progresar y asentarse en campo rival sí generó peligro. Lo hizo encontrando los aclarados para Yeremay Hernández con cambios de orientación en los momentos en los que fue capaz de juntar a su rival en el carril opuesto. Pero el canario estuvo tan bien en el desborde como errático en la toma de decisión y la ejecución.
Así, las pocas veces que el Deportivo pudo generar no logró materializar. Al menos, el equipo deportivista no sufría. Más allá de algún duelo con Miku, la escuadra herculina era capaz de imponerse en la brega física y mantenía al Arenteiro lejos de su área tras el arreón inicial verde. Pero en un error en salida de balón pareció empezar a cavar su tumba. Precisamente fue penalizado por esa necesidad de tener que conectar de manera directa -por alto o por bajo- con sus cuatro atacantes. Martínez filtró raso y mal hacia Yeremay, ya que ese espacio en el carril central estaba protegido por un Vitra que, como decimos, priorizaba no perder su sitio como mediocentro. Y la pérdida, con el equipo abierto, acabó con un pase vertical y Miku reventando la red.
A pesar de ser capaz de adaptarse y competir -pese al poco brillo del juego-, el Deportivo se iba al descanso con 1-0, condenando por sus propios errores y por un Arenteiro que, exponiendo poco, supo sacarle partido.
En la mezcla está la virtud
El descanso sentó muy bien al Deportivo, que ofreció otra imagen en la segunda mitad. No fue una cuestión de actitud, sino mucho más vinculada a lo puramente futbolístico. Para empezar, el Deportivo varió su inicio de juego. El inicio de juego con 6 jugadores (los cuatro defensas y los dos medios) apenas daba sus frutos. Porque la superioridad numérica no se plasmaba en superioridad real. Así, elevó más a sus laterales para fijar a los extremos del rival más abajo y varió la distribución de los dos centrales y los dos medios.
De este modo, ante Miku y Chacón, los Pablos, Jurado y Sevilla encontraron por fin la evidente superioridad 4 contra 2. Eso les permitió ganar más tiempo y más espacio para progresar y decidir qué hacer. Si había opciones para progresar asociándose con pases más cortos, lo hacían. Sino, buscaban envíos más directos pero con más tiempo y sentido. En vez de buscar apoyos, encontraban las rupturas cayendo a las bandas que trazaban alguno de los cuatro futbolistas de arriba.
Ante un Arenteiro que no se protegía atrincherándose atrás pero tampoco se animaba a salir, el Dépor aprovechó los espacios a la espalda para sacar a los centrales de posición y empezar a generar incertidumbre. Poco a poco, fue aculando a su rival, que no era capaz de salir porque no disponía de velocidad para amenazar y Miku es útil como referencia en el juego directo, pero a estas alturas de su carrera tampoco es muy autosuficiente.
Así, el partido empezó a jugarse en campo del Arenteiro. Y en una de esas acciones en las que el Deportivo cambió el juego en largo por la asociación en corto, llegó la falta que Lucas puso en la cabeza de Davo.
El equipo coruñés se juntó en la derecha con alturas que ofrecían líneas de pase y movilidad para atacar el espacio. Porque eso, agresividad, fue lo que le sobró al Dépor en el partido en O Carballiño. Con y sin balón. No fue el equipo romo que acostumbra a ser en Riazor, sino un conjunto que tenía muy claro que el choque pasaba por intentar ser vertical, por romper, por no pedirla solo al pie ni quedarse mirando al compañero poseedor de la pelota.
El acelerón definitivo
El Deportivo había encontrado la buena mezcla. Pero faltaba un paso más. Y lo dio con David Mella para añadir todavía más vértigo a un bloque en el que Salva Sevilla estaba incómodo con pelota y, sobre todo, sin ella. José Ángel se bastaba para robar y distribuir y las piernas de Villares iban a tener más utilidad al lado del ex del Tenerife que perdidas en ataque. Sobre todo porque eso permitió ganar a un extremo más y centrar a Davo para que continuase tirando desmarques.
El Arenteiro trató de encontrar oxígeno juntando a Manín con Miku en la doble punta, pero el choque era ya de un Deportivo excelso a la hora de apretar a su rival tras pérdida o en cada saque de banda para negarle aire. Javi Rey detectó luego que las rupturas dentro-fuera de los atacantes del Dépor iban a ser todavía más peligrosas con Mella en el campo y optó por reforzar la zaga con tres centrales. Pero al cuadro coruñés no le hizo falta encontrar el gol en ataque posicional: rezumaba tanta voracidad que lo logró a la contra.
Así, en una de esas acciones en las que el Deportivo supo ser agresivo en un saque de banda del rival para negarle la oportunidad de tener algo el balón, llegó un robo en el carril diestro que rápidamente se convirtió en contraataque. Clave fue la activación no solo de Mella, sino de Lucas Pérez para entender que la jugada pedía vértigo y poner a correr al joven canterano.
Con espacio y pese a estar en un perfil en el que todavía no se encuentra cómodo, el santiagués colocó el balón en el área rival y se sacó un chut que acabó con la genialidad de Davo. El acelerón definitivo para lograr un Arenteiro 1-2 Deportivo que no despeja muchas de las dudas que el equipo ha dejado en esta primera parte de la temporada, pero sí recalca la capacidad blanquiazul para competir bien cuando hay que atarse los machos y dejar el brillo a un lado. Quizá porque este es un equipo que de eso, de brillo para romper bloques bajos, anda escaso. Y más con las ausencias prolongadas con las que ha tenido que lidiar.