Ganó. Y lo hizo, por fin, aplicando la medicina que los rivales le habían suministrado. El Barça Atlètic 1-2 Deportivo fue una demostración de fe por parte de la escuadra blanquiazul. Fe, sobre todo, en su entrenador. Porque sabían -o intuían- que solo un resultado positivo mantendría en el puesto a Imanol Idiakez. Y ejecutaron sin dudar un plan de partido con muchísimo riesgo, basado en una presión muy alta y agresiva durante todo el encuentro.
El Dépor salió de la trinchera y fue a una batalla a campo abierto de la que pudo salir escaldado, pero que acabó dándole premio. Lo logró por un trabajo táctico impresionante sobre todo sin balón y la creencia a pies juntillas de unos jugadores que le dijeron a Idiakez: «Coronel, a mí las balas». Pudieron llevarse algún disparo mortal, sí. Pero acabaron saliendo indemnes, metiendo el partido en campo rival y logrando un premio tan agónico como merecido por esa fe ciega para ir con el pecho por delante a por todas.
Un press casi suicida
Se la jugó a un todo o nada. Ante el equipo con mayor capacidad para tener la pelota y salir de presión, Imanol Idiakez planteó la presión más alta y agresiva que le hemos visto a su Dépor hasta la fecha. El técnico deportivista asumió muchos riesgos, pero entendió que en un encuentro que era una final para él, le compensaba morir matando. Porque igual que el Barça Atlètic domina ese inicio de juego, también acumula errores por esa propuesta de asociarse desde el primer metro de su campo.
A partir de su 4-4-2 en fase defensiva, con Lucas y Villares como referencias, el Deportivo emparejó hombre a hombre en cada inicio blaugrana. Los puntas, con los centrales. Los dos extremos, con los dos laterales. Sevilla y Jurado, con el pivote y el interior más retrasado. Paris y Balenziaga, con los extremos. Y los dos centrales se repartían al ariete Pau Víctor y al interior más adelantado. Un marcaje al hombre prácticamente inflexible, pues la pauta era perseguir prácticamente hasta donde fuese necesario para ahogar al Barça Atlètic y generar algún robo alto que permitiese colocar al Dépor en situación manifiesta de gol desde su presión.
Y la verdad es que lo logró. Porque así llegó el gol de Villares, en una recuperación en la frontal del área rival. Es verdad que sucedió en un press tras pérdida tras un mal pase de Paris y un peor control del central zurdo Faye. Pero aunque el robo ganador sucediese en la fase de transición ataque-defensa, esa conducta agresiva estaba ahí e hizo posible la recuperación.
Más allá de esa acción del 1-1, lo cierto es que el Deportivo no impidió en el primer tiempo que el Barça Atlètic se estirara. Pero en su haber, tampoco se descompuso demasiado. De hecho, las situaciones en las que el filial pudo correr se debieron más a ataques sin finalizar por parte del cuadro coruñés que a presiones descoordinadas. El conjunto blanquiazul fue casi suicida en campo contrario, pero cuando más sufrió fue una vez el Barcelona se instaló en su campo. Claves para ello fueron los envíos diagonales del central Mbacke sobre el extremo izquierdo Alarcón, decisivos para girar al Deportivo basculado en el lado contrario al de la recepción y orientado en correr hacia delante para presionar.
Fue en esos ataques más largos donde el Barça encontró las vías de agua gracias a su capacidad para generar atención sobre el poseedor, arrastrar marcas y atacar espacios. De hecho, así llegaron sus tres grandes situaciones en el primer tiempo, gol incluido. Circulación lado-lado que acaba en la derecha, con Mbacke atrayendo con pelota y Aleix Garrido ubicado entre Yeremay y el mediocentro de ese lado. El extremo Cuellar arrastra casi siempre dentro-fuera para abrir un espacio entre Balenziaga y Martínez o bien fija al lateral vasco para que reciba solo Fort. Y aparece el pase filtrado al desmarque de Pau Víctor a la espalda de Pablo Martínez. Una acción con variantes dañina y difícil de defender.
La solución, siempre fuera
No brilló tanto con balón el Deportivo como sin él, pero la mejoría en fase ofensiva también fue notoria. Quizá ayudado por no tener que atacar un bloque bajo -como suele pasar en casi todos sus partidos-, quizá beneficiado por la entrada de Yeremay -que acelera las jugadas por su propia naturaleza, pese a no estar destacado-, lo cierto es que el ritmo de circulación del Deportivo no fue tan parsimonioso como en otros encuentros.
Además, el conjunto herculino tuvo bastante claras las ideas. Inició en largo hacia Villares cuando se veía muy apurado. Y cuando el Barça Atlètic no elevaba las líneas para presionar tanto, jugaba. Lo hacía siempre por fuera, aprovechando que el filial defiende, como casi todos los equipos, bastante estrecho. Para hacer daño colocó a Balenziaga y, sobre todo, a Paris más altos que de costumbre. Y con los laterales elevados y abiertos, la opción de pase hacia delante a un receptor libre siempre estaba.
Era simple, pero efectivo. El equipo deportivista iniciaba casi siempre por la derecha, el lado fuerte del Dépor al juntar no solo al lateral con más proyección, sino al extremo más móvil (Davo) y a un Villares tendiente a aparecer más en ese sector.
A partir de esas recepciones de Paris, siempre solía haber dos soluciones: un desmarque de ruptura al espacio y un futbolista apareciendo dentro, para pedirla entre el extremo que basculaba y el interior rival. Así se gestó, por ejemplo, la ocasión de Villares en los primeros minutos de partido. Paris recibe solo, la mete dentro para Davo y el asturiano lanza a un Villares que atacaba el espacio con un desmarque dentro-fuera.
Más allá de esos inicios de juego, el Dépor fue capaz de acumular fases de posesiones más largas gracias a la seguridad en el pase de sus dos mediocentros. De 88 pases sumando los de ambos, perdieron tan solo 4 (3 Jurado y 1 Salva Sevilla). Después de varios encuentros acumulando errores no forzados, ante el Barça Atlètic el Deportivo sumó posesiones más fructíferas. Sin demasiado juego interior, sin demasiada capacidad de hacer daño cuando el rival se posicionaba bien por detrás del balón, pero con más movilidad y acierto que últimamente. Algo que se tradujo en fluidez, en soltura.
Recalcular… para seguir arriesgando
Tras el paso por los vestuarios, el Dépor matizó ligeramente su presión. Siguió yendo muy arriba, pero no de manera absoluta como en el primer tiempo. Así, en muchos momentos, se trató más de acompañar la marca que de perseguirla como sí sucedió en el primer acto. En general, se vio un Deportivo que no arriesgó de una manera tan evidente y dejó casi siempre a Salva Sevilla algo más retrasado que a un José Ángel que sí siguió saltando de manera muy agresiva sobre el pivote Casadó.
A esta sensación de rebajar un punto el riesgo ayudó el hecho de que el Barça tratase de juntarse un poquito menos en el inicio de juego para tener soluciones algo más alejadas. Así, no se vio a un Aleix Garrido tan implicado en la salida de balón, lo que contribuyó a provocar que Salva se quedase algo más retrasado y, por ende, que el Dépor se expusiese menos.
De este modo, el pequeño reajuste del Deportivo y la ligera variación de un filial cada vez más partido fueron llevando el partido hacia la meta que defendía Marc Vidal. El Barça bajó enteros fruto de esa pérdida de continuidad en su juego, que acrecentó sus distancias. Mientras, el Dépor siguió con un nivel de activación en la presión elevadísimo. No rebajó un ápice su intensidad en los duelos. Y a partir de esa fricción, fue empequeñeciendo a su rival.
No fue casualidad que el equipo deportivista firmase su encuentro con mayor número de recuperaciones en último tercio, con 21 (casi un 25% de las totales). Presión agresiva pero más controlada, ganar duelos y meterle ritmo al partido con un Mella que en el tramo final empujó al Dépor hacia delante a base de carreras. El equipo coruñés fue metiéndose el partido en el bote hasta que prácticamente en la última jugada, encontró el definitivo Barça Atlètic 1-2 Deportivo. Un resultado que premió su gran trabajo sin balón y la fe de un bloque que siguió a pies juntillas a su coronel hasta el abismo, con el pecho por delante ante las balas.