Si desde la jornada 15 o 16 estás jugando finales, sin duda estás ante un claro síntoma de que algo no funciona bien en una temporada de 38 oportunidades. Si además, en la 22 empiezas a preocuparte -y mucho- de los resultados que se producen en otros campos, es un claro presagio de que estás ante otra temporada que se va a hacer muy larga. Pero en esta ocasión, hasta llegando a pensar que da igual lo que hagan los demás, teniendo en cuenta el rendimiento del Deportivo hasta el momento.
Nadie discute que el Deportivo tocó fondo en Anoeta. No solo por el resultado, 5-0, más bien por esa falta de reacción y por la sensación de ser un equipo a la deriva, derrotado, sin un capitán que haga realidad la frase que ha ilustrado esta temporada: «Somos gente marinera, y con eso no hay quien pueda».
Lo positivo, por eso de ver el vaso medio lleno, es que en estos momentos solo hay dos puntos de distancia con la salvación. Alavés y Levante por el momento se salvan de la quema, pero el primero recibe al Celta en Mendizorroza y el otro se enfrenta al Real Madrid. Es decir, que hoy muchos rezarán por una victoria del eterno rival. Y también por el triunfo de los que le hicieron un 7 al Dépor.
Y mientras todo esto sucede, en A Coruña la sensación es la de un castillo de naipes deshaciéndose en el aire. Refuerzos que se impregnan del mal momento de los que estaban de antes, dedos acusadores hacia el banquillo donde algunos piden un revulsivo… Una receta que se aplicó en años anteriores, pero que siempre han sido juegos malabares.
Por último, están las declaraciones en prensa. Palabras de cara a la galería que no se reflejan nunca cuando el árbitro pita el inicio del partido. Letras en papel mojado, salvo varias frases de ayer. «Al final hasta nos hemos dejado ir» o «en el fútbol los resultados mandan». Y lo peor de todo, la sensación de haber perdido el gran activo del club estos últimos años, la esperanza e ilusión de una afición que jamás ha bajado los brazos.