Alfonso Núñez, en su sección ‘El Dépor desde la tele’, nos trae un análisis de lo que ha supuesto para él el derbi entre Deportivo y Celta.
Hacía mucho tiempo que no me sentaba en la butaca 114 de la fila 16 de Pabellón Superior. Un lugar en el que he crecido, he visto como el Dépor ganaba una Liga, remontaba un 4-0 al Milan, o desesperaba a todo un Real Madrid que se veía superado en cada visita que rendía a Riazor. En ese asiento, puedo presumir desde el día de ayer, como presencié un nuevo triunfo sobre el Celta de Vigo.
El día arrancaba muy temprano. A las 5 de la mañana el despertador me recordaba que tenía por delante 600 kilómetros hasta llegar a mi ansiada tierra. Una comida familiar, se convirtió en la antesala perfecta para vivir la previa de un nuevo derbi gallego.
Pasear por la Plaza de Pontevedra y ver a la gran mayoría de coruñeses vestidos con la blanquiazul, provoca una sensación de satisfacción que se agudiza después de cuatro meses sin pisar la ciudad herculina.
En lo futbolístico, el derbi no defraudó. Pasión, entrega y derroche suplieron la falta de fútbol de un partido que antaño se disputaba en la zona noble de la Primera División. Un tempranero gol del Celta en propia meta, condicionó un duelo que el Dépor estaba casi obligado a ganar.
Salomao se consagró ante una hinchada que veía como el portugués rompía una y otra vez a Oier. El portugués rozó el sobresaliente en lo que a desbordes se refiere, quedándose en la medianía hablando de efectividad en sus remates a puerta.
La ventaja del Dépor en el marcador provocó que el Celta llevara el peso del partido. De Lucas y Bermejo se encontraron con un destacado Aranzubia, que sigue dando puntos al equipo. La entrada de Orellana revolucionó un choque en el que el Celta merecía empatar. El chileno lo conseguiría tras una bonita combinación del equipo de Paco Herrera.
Pero el mundo del fútbol aguarda sorpresas cuando menos te lo esperas. El héroe celeste se convirtió en villano tras una pérdida de balón difícil de comprender en el fútbol profesional. Su error fue aprovechado por Lassad, un jugador que apenas apareció durante todo el partido, y que sin embargo se erigió en el héroe local. Su genialidad transformó una actuación insulsa en un gol que pocos aficionados deportivistas olvidarán.
Mención especial merecen Álex Bergantiños y Laure, dos jugadores que destacaron en su labor de recuperar balones e imprimir al Dépor el carácter necesario para llevarse el derbi.
El Dépor sigue sin convencer, futbolísticamente hablando, pero su situación en la tabla permite a la afición afrontar con un ligero optimismo una temporada repleta de dificultades. Ayer Riazor vibró, y vivió su día más especial después del mazazo que supuso el descenso. Nadie olvidará este kilómetro trece de la maratón deportivista, una maratón que atraviesa una fase muy importante con los partidos ante Elche, Almería, Valladolid y Numancia.