Una carrera, un regate, un amago. Un giro, brusco pero suave, acompasado, lleno de ritmo. Un latizago, certero, potente: devastador. Lo era todo y no era nada. Analizamos los cinco momentos del andaluz en cinco instantes
Para Diego Tristán Herrera, que hoy protagoniza una nueva entrega de ‘Una leyenda en cinco instantes’, lo que muchos anhelaban no era nada: tan solo él en una placita rodeada de edificios. Igual que cuando era un crío, pero al máximo nivel. El fútbol y el gol, el gol y el talento, le eran sencillos. La naturalidad estaba presente en cada uno de sus inverosímiles gestos técnicos, en ese regate serpenteante y en una sangre fría al alcance de unos pocos elegidos. Descaro y osadía, capacidad de convertir en oro cada balón en sus hechuras de futbolista genuino, de sello propio diferencial.
‘Tristán’ es ese niño que juega en el calle. El pequeño que desafía a los grandes y sale victorioso. El chico valiente que fue el primero en triunfar en la discoteca. El burlón al que aplaudías cuando jugaba a los ‘banquitos’. No ambiciona, solo busca diversión ponerte en pie. Como lo hizo con Riazor. Pero Diego crece y también es al que expulsaron del instituto. El de la estirpe rebelde. Es Johnny Cash caminando por la cuerda floja. Un poeta de esfuerzo corto, oscilante entre lo bello y lo trágico. Maldito entre el talento y riesgo. La temeridad vestida de malabarista técnico del balón. Por eso, hasta que perdió el equilibrio, enamoró como solo unos pocos son capaces de hacerlo.
Una conducción serena, uniforme, imperial antes del ‘flash’: un toque con la punterita de la bota primero, un cambio de dirección con el exterior después; suave, pausado, en el momento justo, en ese preciso instante que marca la diferencia para los que tienen estrella. Cambio a la izquierda, salida en velocidad de nuevo a la derecha. Sorteando rivales, evitando trampas. Equilibrismo. Levanta la cabeza, está dónde se había imaginado segundos antes. Alcanza el balón por debajo y lo acaricia mientras inclina ligeramente su cuerpo para picar esa pelota lejos del alcance del portero. Sutileza. Definición. Tristán.
Porque eso era Diego Tristán: un genio. Pero un genio de dos caras y varias etapas. Brillante o desaparecido, inalcanzable o desesperante. De finalización calmada o de chut violento. Artista de La Algaba, llegó casi involuntariamente a Coruña a través de los extraños vaivenes del destino y, en cierta medida, debido a su mala fama fuera de los terrenos de juego. Pero fue a la vera del Atlántico dónde el genio, dejando a un lado todo lo extradeportivo, lo convirtió en fútbol. Fútbol de calle, de gambeta y disparo, de fantasía indisciplinar y alejado de los límites tácticos. La magia en sus botas. Ese ‘duende’ andaluz. El delantero centro convertido en arte. Intermitente e impredecible, para lo bueno y para lo malo, convirtió en excelencia la virtud durante unas pocas temporadas. Las temporadas de su apogeo, del talento expuesto a su máximo, de su idilio con el fútbol en Coruña. 95 goles en más 200 partidos en Primera División, en ocho temporadas repartidas entre Mallorca y Deportivo. Pero de esos tantos, 58 fueron solo en sus tres primeros cursos en la élite. Así es que los cinco instantes en la carrera de Diego Tristán se concentran en esos años iniciales, los de su verdadero potencial, los de su particular cielo.
Segunda División, temporada 1998-1999. Mallorca B-Barcelona B.
En septiembre de 1999, al tiempo que el Dépor comenzaba el camino hacia su primer y único título ligero, el Mallorca alumbraba el debut en la élite del fútbol español de un chico que había llegado al filial bermellón desde el Betis B una temporada atrás. Fue en ese segundo equipo y al poco de llegar dónde crearía esta maravilla que él cataloga como su mejor gol. Al año siguiente, de la mano de Fernando Vázquez, Diego Tristán irrumpió como un ciclón para terminar convirtiendo 19 goles en el campeonato nacional y 5 en la Copa de la UEFA, destapándose así como uno de los grandes talentos de la Liga de las Estrellas.
Primera División, temporada 2000-2011. Deportivo-Barcelona
Catanha se le escapó a Lendoiro en el verano del 2000 y el presidente blanquiazul lo sustituyó con el joven Tristán, ya con fama de díscolo. Tras su primer partido en el feudo herculino, la Supercopa de España frente al Espanyol, Riazor tenía ya un nuevo ídolo. Un ídolo que se iría ganando el favor de la hinchada en una temporada espléndida, golazo tras golazo, como esta maravilla frente al Barcelona en noviembre. Ya era El Diego. ’Nuestro Diego’.
Champions League, temporada 2001-2002. Manchester United-Deportivo
La mejor temporada en la historia del nueve algabeño, con 21 goles en Liga y 6 en Champions League. Terminó como ‘pichichi’ de aquel campeonato nacional de Liga 01/02 y nombrado mejor futbolista de la temporada en España por jugadores y entrenadores. De la mano de sus goles, el Dépor repetiría subcampeonato y conquistaría grandes templos europeos como Old Trafford. Frente al Manchester apareció el delantero pillo, el rematador y el de sangre fría. Su límite era el cielo.
Final de la Copa del Rey, temporada 2001-2002. Deportivo-Real Madrid
En la noche mágica, cuando el embrujo blanquiazul cayó sobre Madrid, Tristán se coronó. Con el equipo en trance futbolístico, el nueve fue el brazo ejecutor de un segundo tanto que fue un canto al colectivo. Su noche más feliz. El punto álgido de su carrera. Su más importante título.
Copa del Mundo, 2002. Fase de grupos, España-Paraguay
La Copa del Mundo de Corea y Japón 2002 se antojaba como el lugar ideal para que Tristán se confirmase como una de las grandes estrellas del fútbol mundial. Astro emergente, codiciado por los poderosos, junto con Raúl y Valerón formaba un tridente de lujo para el ataque español. Sin embargo, una lesión frente a Paragüay en el primer partido terminó con su participación en aquel torneo. Y no solo eso, pues aquel desgraciado incidente significó un freno a su carrera. El comienzo de su declive futbolístico, como él mismo reconoce siempre que se pregunta. El mejor Diego, el de los escorzos imposibles de tobillo, el que rompía rivales con un movimiento de cintura y se zafaba con pasmosa facilidad de cuántos rivales encontrase a su paso, duró tres escasas temporadas. Nunca llegó a perder el toque, pero ya no era ese jugador que maravilló a Riazor y conquistó a media Europa. Estaba ahí pero no era el mismo, no era nuestro Diego.
Cinco cosas que quizá no sepas sobre… Tristán.
1. Con 16 años, el algabeño salió de su pueblo para probar en las categorías inferiores del Sevilla. No desagradó a los técnicos, pero su todavía escasa estatura le privó de una oportunidad en el equipo del que toda su familia es seguidora. Ya con los 17 cumplidos y el estirón pegado, llega al Betis. Allí permanece durante tres años antes de salir en busca de oportunidades al máximo nivel debido a la falta de confianza del técnico del primer equipo, Luis Aragonés. Sin embargo, Cúper también lo envió al filial nada más aterrizar en Mallorca.
2. Tan solo una temporada le hizo falta a Tristán para ganarse a los grandes clubes españoles. Y también extranjeros. Así, tras un primer curso soberbio en Mallorca, la Fiorentina llama a su puerta. Pero es el alto interés del Real Madrid el que verdaderamente seduce a Diego. No se lo piensa y firma un precontrato con Lorenzo Sanz, candidato a la presidencia blanca. Finalmente, Florentino Pérez ganó aquellas elecciones y a través del famoso ‘Informe Pirri’ –amén de variada rumorología- terminó por descartar a Tristán, algo que todavía le duele al nueve andaluz y que jamás perdonaría en toda su trayectoria profesional, siendo el conjunto de Concha Espina una de sus grandes víctimas.
3. Casinos, discotecas, copas, descabelladas historias, severas faltas de profesionalidad… Incluso desde la grada se escucharan canciones al respecto. Rumores y fama que también la prensa alimentaba. Él era el personaje, el hombre a seguir. Así, siempre discutido por su vida personal fuera del terreno de juego, algunos la consideran el hecho diferencial que destrozó su carrera y terminó por convertirle en un talento fugaz. Otros, una marca indeleble de su personalidad y, por ende, de su fútbol. Por su parte, Diego defendió siempre su profesionalidad y la inexistencia de relación alguna entre su ocio y su rendimiento. Así ocurrió en una tensa discusión en un conocido programa futbolístico nocturno al que acude con asiduidad en los últimos tiempos y dónde se enzarzó con Siro López, periodista y antiguo jefe de prensa del Deportivo de La Coruña.
4. Ya no era el mismo, pero seguía teniendo su chistera. A pesar de una sonrojante derrota en Mónaco, Tristán se alzó en el Louis II con uno de los mejores tantos de su trayectoria profesional. Y eso, eso es decir mucho. Al finalizar la temporada, la UEFA lo eligiría como el mejor tanto de aquella Champions 2002-2003.
5. Tras abandonar el Deportivo por la puerta de atrás, Tristán volvió a Mallorca. Hacía años que no era el mismo y naufragó en su aventura en las islas. Poco después, recuperaría parte de su fútbol –a cuentagotas, eso sí- en Livorno y West Ham, dos aventuras que el algabeño vivió con pasión. Todo ello antes de volver a su tierra para retirarse en el Cádiz, de la mano de su mujer y su hijo, que cuenta ahora con 4 años. A menudo confiesa lo mucho que ambos le han cambiado.