Djalminha volvió a Riazor. El que fuera jugador del Deportivo regresó a su casa y pudo volver a pisar ese césped en el que dejó jugadas y acciones para el recuerdo. Desde aquel fantástico gol al Celta, a la lambretta, pasando por sus ya míticos piques con Mostovoi.
El brasileño, que estuvo toda la semana en la ciudad, saltó a un Riazor que lo recibió con una estruendosa ovación. Acompañado de su hijo Joao, caminó hacia el centro del terreno de juego con una camiseta que llevaba su eterno 8.
Y en los marcadores, un vídeo de sus mejores jugadas de las que Djalma no se perdió ni un segundo. Para, después, agitar su camiseta al viento mientras más de 25.000 aficionados y aficionadas coreaban su nombre.
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